Por Ayelén Pujol / Revista Cítrica | En la foto que sacamos posando como lo que somos, un equipo, un rayo de sol profundo y ancho aparece para iluminarnos, así como le pasó a Maradona cuando se asomó desde la platea y abrió sus brazos en el Mundial de Rusia. Si antes lo creía con la fe y la convicción como banderas, ahora lo transformo en certeza: Nora Cortiñas ilumina, de verdad.
Tomamos esa imagen el domingo pasado, el día que nos invitó a su casa para “encontrarnos y abrazarnos”: las dos palabras que usó cuando se enteró que habíamos decidido homenajearla en el fútbol. Cuando tomó conciencia de que tenía su Norita Fútbol Club.
-Hola, Nora, soy Aye. Te llamo para contarte que tenemos un equipo de fútbol y le pusimos tu nombre –le dije por teléfono, un mes atrás.
-¡Ohhhhhhh!
-Y usamos una camiseta que tiene tu cara.
-¡Ohhhhhhh!
-Y le pusimos la frase que dijiste una vez: que ser feministas es una cosa bárbara.
-¡Ohhhhhhh! Pero chicas, es demasiado homenaje para alguien que está viva.
Cuando la encontramos –y la abrazamos, una y mil veces- en su casa, en Castelar, mientras dos compañeros hacían el asado, mientras pasábamos del garage al patio esperando para que ella saliera y regalarle la camiseta, mientras la escuchábamos desde afuera cómo le preguntaba a su sobrina si el queso y las aceitunas ya estaban sobre la mesa, nos sonrió y nos confesó que la noticia la había conmocionado:
-No sé qué pasa. La verdad, no sé qué pasa. Pero si las inspiro, espero seguir inspirándolas. Eso sí, ahora hay que jugar y hay que ganar. ¿Contra quién jugamos la fecha que viene?
Les deseo a quienes lean que puedan formar parte de un proyecto como el nuestro. Les deseo unas Noritas Fútbol Club. Les deseo empezar un sueño como el que arrancamos un año atrás cuando estábamos por anotarnos en la Liga Nosotras Jugamos y teníamos que elegir un nombre. Les deseo tener a una Tami que escriba en el grupo de whatsapp:
-Llamémonos Norita Fútbol Club porque, como dijo ella, ser feministas es una cosa bárbara.
Les deseo que la busquen, que la abracen, que se rían con ella, que le digan que es hermoso hacer goles con una casaca que tiene su cara y que se siente en la banqueta, después de tomar unas copas de vino Malbec, para contar sus anécdotas.
El domingo pasaron tantas cosas: y yo acá, tratando de describir el momento, buscando en un diccionario que no tiene las palabras que resuman lo que sentimos. La RAE es una mierda.
Le cantamos el cumple a Maru y Norita sopló las velitas como si se tratara de su nieta.
Nos habilitó a hacer la V y se rió: las chiquitas de la política no son partidos jugables. Es más lindo cuando se juega en serio.
¿Quién iba a decirlo, Norita? El primer equipo que lleva tu nombre lo hicieron un grupo de kirchneristas, ¿viste?
Betty García, nuestra DT, una mujer de 78 años que jugó el Mundial de fútbol femenino en 1971, una gloria para nosotras, la miraba con una sorpresa inconmensurable. Les sacamos una foto, juntas, porque teníamos que tener un recuerdo de tanta historia tan distinta, pero con tanta carga. Y para pensar que con esa delantera, con esas dos potencias juntas, al patriarcado lo vamos a cagar a goles.
Norita nos habló de la discriminación sobre las identidades disidentes.
-¿Chicas, cómo puede ser que alguien se pierda de conocer a una persona tal como es por la elección de género que esa persona tenga? -se preguntó.
Y nos contó sobre su propia historia, mil anécdotas en las 8 horas que estuvimos en la casa. Cuando la Dictadura más sangrienta le sacó a Gustavo, Norita salió a las calles. No lo pensó, fue visceral: un sentimiento que le salió de las entrañas. Una vez -una de tantas- la detuvieron en la Plaza de Mayo y cuando llegó a la comisaría, el oficial que estaba a cargo le dio dos opciones:
-Paga 30 centavos o si no se queda cinco días presa, señora, elija.
Norita le dio 60: para ese jueves y para que ya se descontara por el siguiente.
Sentada en una banqueta de madera y apoyada contra la pared tiene a un equipo que la mira y la escucha: nos está dando en vivo una clínica sobre la vida. Se acuerda de cuando no era feminista: aquellos tiempos en los que pensaba que había cosas para mujeres y cosas para varones, separadas. Cuando daba clases de alta costura en su casa, cuando acompañaba a su marido, Carlos, a la platea de River, pero no miraba el partido: tomaba sol y se llevaba el tejido porque el fútbol la aburría.
Ojo, Norita es de Boca.
Ahora, con la pelota bajo el pie, rompiendo siempre los límites de lo establecido, hace un puntapié inicial: desde ahora y para siempre este es su equipo. Se mueve como una futbolista sin tiempo: la calidad intacta, la lucidez innata y un espíritu combativo y ganador que la hace brillar cada vez que toca la pelota, en cualquier momento y en cualquier lugar. Nunca vimos a alguien igual.
Norita dice que es feminista desde que salió de su casa y conoció otro mundo: desde que dejó de tener como obsesión ser una ama de casa perfecta para pelear por la aparición de Gustavo junto a otras mujeres. Y eso tiene una fecha. El 15 de abril de 1977 la Dictadura más sangrienta de nuestra historia se llevó a su hijo en la estación de trenes de Castelar. Gustavo militaba en Montoneros y cumplía tareas sociales en varias villas.
Norita se emociona cuando habla de él. Y también cuando menciona a Marcelo, su otro hijo, que hoy tiene 63 años y le recuerda que además de ser Madre ella es su mamá.
El destino parecía llevarla a otro lugar, puertas adentro. Carlos, su esposo, era machista. Norita hablará varias veces de sus celos y una de ellas remarcará que era un hombre amoroso y que sufrió no sólo la pérdida de su hijo sino también la de su esposa, que dejó la casa para ocupar la calle.
Fue ahí, junto a otras Madres, que Norita entendió que además de deberes tenía derechos. Antes quería ser la mejor cocinera, la mejor en la limpieza, la mejor en todas las tareas domésticas. Hoy, dice, ya no le importa si en la casa hay algo tirado por ahí, alguna basurita.
-Hoy quiero ser la peor -refuerza. Y se ríe.
Se ríe y parece que el rayo de sol de la foto saliera de ahí, estuviera disponible cada vez que a Norita se le achinan los ojos y se encoge, los rulos blancos le acarician los hombros y su expresión condensa todo el amor que existe en esta vida.
Norita nos pide que hablemos. Con las chicas, con Cori, Juli, Julia, Flavia, Vani, Magui, Moni, Maru, Betty, Tami y Silvia le explicamos que entendemos el fútbol como una práctica militante, que lo consideramos antineoliberal, anticapitalista y antipatriarcal. Le cantamos la canción de cancha feminista que dice que llevamos en los botines revolución.
Y le contamos que elegimos este nombre porque nos sentimos hijas y nietas de la lucha de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.
Nos mira y se ríe. Recuerda la tristeza del Mundial ’78, cuando todo un pueblo festejaba mientras ella, frente a la tele junto a su marido, pensaba si a Gustavo lo estarían torturando y se debatía entre apagar la tele o no, desbordada por un llanto desgarrador que la empujó a salir a su patio a gritar:
-¡Milicos hijos de puuuuutaaaa! ¡Hijos de puuuuutaaaa!
También nos regaló plantas: nos llevamos brotes de Norita para plantar por ahí como la mejor metáfora que pueda existir para explicar tanta fuerza, tanta injusticia transformada en lucha, tanto amor por la vida.
Y nos llevamos la premisa de que en este 2019 hay que pelear sin miedo: hay que jugar lindo, lo más lindo que se pueda, para ganarle a un gobierno que quiere destruirnos. Como nos pidió ella: jugar y ganar. Y que nos cueste la vida, si es necesario.
Por Gustavo, por los 30 mil, por Norita, por las futbolistas que somos y las que vendrán, por las feministas que somos y las que vendrán.
-Norita, ¿qué número de camiseta te gustaría tener a vos? -le consultamos
-Y… No sé, no sé mucho de posiciones yo… Bueno, quiero la 10.
La aplaudimos. Toda suya.
Este viernes jugamos otro partido del torneo. Lucía, su nieta, vino a jugar con nosotras: es una delantera fuerte, con la mirada clavada en el arco, con una derecha potente lista para pegarle desde donde sea y hacer goles.
Norita nos mandó un audio de whatsapp:
-Hola, chicas, habla Nora. Yo hoy no puedo ir porque tengo un acto que termina tarde. Les doy un abrazo. Ganen por muchos goles y después otro día yo me pongo la 10 y voy a romperla.
Cumplimos. Ganamos 4 a 1.
El sol en la foto sigue ahí. Su rayo se muestra cada vez más fuerte. El domingo en Castelar confirmamos que seremos de Norita Fútbol Club hasta la eternidad.
Foto: Flor Guzzetti