Redacción Canal Abierto | La regla, el período, Andrés (el que viene una vez por mes), estar indispuesta, inhabilitada, cosa de mujeres, me bajó, me vino, estar enferma, estar del tomate, descongelar el bistec, Caperucita Roja, estar mala, estar sonada, la colorada, el ejército rojo, los diablos, la prima roja, pancho, la luna, semáforo rojo, chapulín colorado, el vampiro. Estos son algunos de los tantos eufemismos para llamar al sangrado que todos los meses las mujeres tienen y que aún hoy sigue siendo tabú.
La menstruación es un fenómeno físico y emocional. Cada mes, el cuerpo de las mujeres se prepara para un embarazo. Si no ocurre, el endometrio se desintegra, se desprende y es expulsado a través de la vagina en forma de sangre. Es un fluido rojo, no azul, como las publicidades lo muestran. Aparece alrededor de los 12 años con el primer sangrado (menarca) y se extiende hasta los 50 años aproximadamente, retirándose en un proceso conocido como menopausia, caracterizado por cambios hormonales que repercuten sobre el cuerpo y las emociones.
La menstruación dura entre tres y siete días con intensidad variable. Se expulsan aproximadamente 40 mililitros de fluidos por período. En promedio, durante toda su vida, una mujer produce cerca de 20 litros de menstruación. Suele ser acompañada por dolores pélvicos provocados generalmente por las contracciones del útero (y no por los ovarios), hinchazón y dolor de senos, dolores de cabeza, cansancio y cambios de humor.
El factor de desigualdad
En Argentina, durante 2019 el costo de menstruar será de $1.924 en toallitas y $2.136 en tampones, equivalente a unos 55 y 61 cartones de leche, según los datos recabados por Economía Femini(s)ta.
Mientras, la brecha de ingreso promedio entre hombres y mujeres es de 30,1%. En el caso del 37% de las asalariadas que están en situación de informalidad, la brecha asciende al 37,2%. El 58,3% de los hogares tienen al menos una mujer en edad reproductiva. Y en el 55% de ellos, el ingreso principal proviene de una mujer.
Los artículos de gestión menstrual no están incluidos en la lista de primera necesidad y, por esto, los datos oficiales sobre estos productos son difíciles de encontrar.
La economista Carina Farah sostiene que “ubicar este gasto dentro de la canasta básica es complicado, ya que no está explícito. Los productos figuran entre los de cuidado personal en el rubro de Bienes y Servicios, que representan el 3,5 % del gasto total de una familia tipo conformada por una sola mujer en edad de menstruar”.
El gasto anual en gestión menstrual equivale prácticamente a una Asignación Familiar. Con esto podríamos considerar que un subsidio completo de los 12 anuales debe destinarse a la compra de estos productos. En el caso de que en la familia hubiera más mujeres mayores de 12 años, el costo debe multiplicarse.
#MenstruAcción
El 8 de marzo de 2017 Economía Femini(s)ta lanzó una campaña llamada #MenstruAcción “con el objetivo de visibilizar que la menstruación es un factor de desigualdad que se suma a la brecha salarial, la redistribución asimétrica del trabajo doméstico y otras disparidades de género”.
La campaña tiene tres reclamos centrales: la quita del IVA a todos los productos de gestión menstrual por considerarlos indispensables para el cuidado de la salud; provisión gratuita de estos en escuelas, cárceles, universidades, hospitales y otros espacios comunitarios; y la investigación y elaboración de datos que permitan tomar decisiones –tanto públicas como privadas- respecto a la gestión menstrual.
A dos años de su creación ha conseguido la presentación de doce proyectos de ley -tanto a nivel nacional como local-, la inclusión de tampones y la ampliación de la oferta de toallitas en el programa Precios Cuidados, la donación de más de 15.000 productos de gestión menstrual y su distribución en contextos vulnerados y la realización de talleres formativos para más de 1.000 personas en al menos 10 provincias.
MenstruAcción también propone dejar de considerar a estos artículos como cosméticos, rubro en el que son catalogados en la actualidad. Los productos cosméticos no tienen los mismos controles que los farmacéuticos o sanitarios. Esto expone a las mujeres al uso de estos elementos sin certeza de los componentes ni de los tratamientos aplicados al producto, como fumigaciones, blanqueamientos y perfumados.
Ausentismo y desinformación
El costo de menstruar también contribuye a la exclusión educativa. Las dificultades de acceso a la gestión menstrual y la ausencia de provisión de productos por parte del Estado generan que muchas niñas tengan que ausentarse de los ámbitos educativos durante la menstruación, lo que constituye un factor más que fomenta la deserción, que actualmente es escandalosa.
Esto puede ser trasladado a lo que sucede con las mujeres con empleos informales. La compra de toallitas o tampones es un gasto impostergable. Por eso, al no tener el dinero para adquirirlos cuando llega la menstruación, deben ausentarse de sus trabajos, lo que genera mayores problemas de estabilidad laboral y autonomía económica.
Otro problema común es la desinformación, ya sea en los primeros sangrados o en situaciones económicas críticas. En ambos se recurre a soluciones caseras para hacer frente al período menstrual. Algunas mujeres incurren en prácticas no recomendables como el uso de trapos viejos para contener el sangrado. Esto, además de no se higiénico, puede provocar graves problemas de salud, como infecciones vaginales que a su vez pueden derivar en afecciones del sistema reproductor femenino (esterilidad).
Chin Chin
Una tendencia en aumento es el uso de las copas menstruales. Si bien su invención precede al tampón, al igual que la menstruación siempre estuvo vista como tabú. Las copas menstruales están hechas de una silicona cuyo uso en seres humanos está certificado por 10 años por la Agencia Ejecutiva de Consumidores, Salud, Agricultura y Alimentación de Europa y por 5 años por la local ANMAT, y todo indica que pueden durar aún más si son cuidadas y esterilizadas como indican sus fabricantes. En Argentina, su costo oscila entre los $400 y $600, y aunque puede parecer una inversión inicial onerosa, se recupera más rápido de lo que se imagina.
A diferencia de lo que ocurre con toallitas y tampones, la copa menstrual opera como método de recolección y no de absorción. Esto brinda la posibilidad de tener un mayor conocimiento del cuerpo ya que permite medir el volumen de flujo recolectado y observar variaciones. Es capaz de recolectar hasta cinco veces más que cualquier método tradicional, disminuye pérdidas y la necesidad de hacer que la ropa interior entre en contacto con adhesivos.
Por otro lado, al estar hecha con una silicona certificada, al contrario de lo que ocurre con tampones y toallitas, es posible conocer su composición, riesgos o contraindicaciones. Los productos de cuidado femenino no son considerados artículos médicos y por ello no están sometidos a controles rigurosos.
De acuerdo a una investigación de la Universidad Nacional de La Plata, el algodón que los compone, en un 85% de los casos, da positivo en testeos de glifosato. Entonces, al igual que los otros químicos que forman estos productos, éste es absorbido por el cuerpo todos los meses sin regulación alguna.
Desde Economía Femini(s)ta se preguntan: ¿Qué pasaría si la distribución de copas menstruales fuese una política de Estado, al igual que los métodos de planificación familiar? ¿Las vidas de cuántas mujeres de sectores vulnerables se verían simplificadas por tener mejores condiciones de higiene, comodidad y no tener que pensar en llegar a comprar cada mes su actual método de protección femenina o en tener acceso a un baño varias veces al día para poder cambiarse?
En resumen
- En 2019 el costo de menstruar será de $1924 en toallitas y $2136 en tampones, equivalente a unos 55 y 61 cartones de leche.
- La brecha de ingreso promedio entre hombres y mujeres es de 30,1%. En el caso del 37% de las asalariadas que están en situación de informalidad, la brecha asciende al 37,2%.
- El 58,3% de los hogares tienen al menos una mujer en edad reproductiva. Y en el 55% de ellos, el ingreso principal proviene de una mujer.
- En India y varios países de África, el ausentismo escolar por causas vinculadas a la menstruación alcanza el 20%.
- En sitios tan distintos como el Reino Unido y Bolivia, para quienes no pueden afrontar los costos de gestionar el sangrado, faltar a la escuela es una práctica común.
- En muchas escuelas no hay siquiera baños limpios con tachos de basura.
- No acceder a agua potable, sanitarios limpios y productos de gestión menstrual adecuados, hace que se utilicen materiales inapropiados para el sangrado o no se los cambien con frecuencia.
- En esos casos, las infecciones genitales aumentan un 70%, lo que puede derivar en infertilidad.
- En Argentina el desecho de toallitas y tampones genera 132 mil toneladas al año de basura no reciclable.
Antes que nada, lo importante es empezar a hablar de menstruación, en serio y sin eufemismos. Es un proceso biológico que debe dejar de espantar y provocar asco. La intervención del Estado ya debería ser un hecho y considerar a estos productos como sanitarios y no cosméticos es el primer paso. El ajuste tributario debe ser reducido y el acceso gratuito tiene que estar garantizado. De otra manera, la menstruación seguirá siendo un factor más en la desigualdad de género.