Por Federico Chechele | Lo más que se pudo acercar el Gobierno nacional a la gente fueron aquellos timbreos teatralizados por los punteros de Cambiemos que siempre estuvo lejos de una proximidad real de los funcionarios con la población. No les fue bien, de a poco tuvieron que abandonar esa táctica porque ya no podían dar respuestas a los reclamos.
Ante ese escenario, profundizaron su estrategia a través de las redes sociales para comunicar de manera coloquial lo que para ellos eran logros de gestión e intentaron endulzar sus políticas con consignas vacías de contenidos. Tampoco les fue bien. Los resultados de las elecciones Primarias están a la vista.
El quiebre ocurrió una semana después de la derrota del 11 de agosto. El sábado siguiente sus seguidores se movilizaron a Plaza de Mayo y el Presidente, atónito, salió corriendo hacia la Casa Rosada para saludar a la multitud que fue a respaldarlo. Improvisando, esa noche les habló de espalda a través de las redes sociales, pero más allá de aquel hito comunicacional Macri entendió la fortaleza que brinda el calor de la gente, por lo que, en el tramo final de su mandato decidió diagramar esta mini gira que hicieron llamar #SíSePuede y recorrer 30 ciudades en 30 días. Pero llegaron tarde y mal. Hubo poca respuesta y de genuino nada. Además, el manual del dirigente político indica que el líder no lidera solo, sino en diálogo con la multitud y Macri no sabe hacerlo, habla de “juntos” y “todos” sin generar empatía alguna más allá de la recepción de un puñado de fanáticos.
Sin embargo van por más: Macri les pidió “por favor” a “la rebelión de los mansos” que esta tarde rebalsen la avenida 9 de Julio. Con el tono patriótico que le imponen en cada acto, volvieron a pedir que se movilicen con banderas argentinas, y algunos hasta se atrevieron a publicar en las redes que había que ir vestidos de blanco, la postura más fascista que se pueda imaginar de los seguidores de este gobierno.
La calle siempre da validez y el Gobierno entendió que con las redes sociales no le alcanzaba, por lo que apostaron a ganar las calles porque ahí es donde perdieron su legitimidad, más allá de las políticas de ajuste que llevaron a generar 5 millones de pobres nuevos.
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El contrapunto estuvo en las miles de movilizaciones que se fueron sucediendo en todo el país durante la gestión macrista con paros sectoriales y nacionales. Centrales obreras, sindicatos, organizaciones sociales y trabajadores apostados en sus propias fábricas se manifestaron durante estos casi cuatro años sin darle tregua al Gobierno.
Estas luchas tuvieron su premio pero a cuenta gotas. Se consiguió dar marcha atrás contra algunas decisiones políticas de la Casa Rosada, de a poco se logró ir reincorporando a algunos despedidos y se intentó presionar al gobierno para que modifique el rumbo de la economía. En la mayoría de los casos prevaleció el aparato gubernamental sostenido por el poder mediático y económico.
Pero en el campo popular también hubo un quiebre y fue después de las elecciones de medio término de 2017. En aquel entonces, las diferentes vertientes del Peronismo y sectores de izquierdas fueron divididos. Recordemos que el kirchnerismo fue a las urnas con un espacio cerrado bajo el nombre de Unidad Ciudadana y cayó derrotado por Cambiemos en los principales distritos del país. El gobierno hizo una suelta de globos y se dispuso a ir por todo.
Semanas después, el 14 de noviembre, en la sede nacional de ATE, se llevó a cabo una reunión entre los sindicatos de la CTA Autónoma, algunos de la CGT, la Coordinadora Sindical Clasista y juntas internas disidentes que exigían medidas de fuerza. Esa tarde se definió convocar a un Paro Nacional para el 6 de diciembre. Aquella decisión desencadenó lo que fueron las multitudinarias movilizaciones del 14 y 18 de diciembre para frenar la ley de Reforma Previsional. El resultado fue otro. El Gobierno se llevó la modificación de la ley que fue a buscar pero también una derrota popular que perdura hasta el día de hoy.
Tras esas jornadas de movilización y represión, que quedarán grabadas por varias décadas como una nueva pueblada, el Gobierno nunca se pudo recuperar y profundizó su crisis cuando en mayo de 2018 el Presidente anunció una nueva sumisión al Fondo Monetario Internacional. El pueblo retomó las calles y no las abandonó más hasta ponerle fin a través de las urnas.
A una semana de las elecciones que definirán el futuro inmediato del país, esta tarde el Mauricio Macri volverá a emocionarse y abrazará el aire simulando su cercanía con el pueblo. Pero ya es cosa juzgada.