Al escuchar la palabra zumbido de inmediato se piensa en un ruido áspero y continuo, en un repique monótono que produce molestia o resulta desagradable, como el que produce algún insecto cuando se pone a revolotear alrededor de la cabeza. Pero el zumbido que suelta la tierra es muy otro, y por tantas otras razones, que por eso nos resulta raro oírlo, no más que oírlo, aunque fuera como a lo lejos. Lindo sería saber y poder escucharlo. En toda su dimensión. Porque suena como una imploración fatídica, como un ensordecedor pedido de clemencia.