Por Violeta Moraga / Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen | Este miércoles se cumplen diez años de aquel gélido 17 de junio, cuando el fusilamiento de Diego Bonefoi y la brutal represión policial que se dio posteriormente en el Alto de Bariloche –y originó los asesinatos de los jóvenes Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas– se transformaron en un surco imborrable en la memoria del pueblo barilochense. Una huella profunda, trazada a lo largo de cada uno de los miles de días que trascurrieron desde entonces.
Fue la tenacidad contra el olvido, la lucha frente a la impunidad, la voz inagotable reclamando por verdad y justicia lo que permitió avanzar sobre los responsables. Sin embargo, a diez años, el dolor persiste, aún y para siempre: por las muertes irreparables y porque la condena que se logró con tanto esfuerzo, hace ya casi dos años, sigue sin cumplirse.
Un largo recorrido
“Hay un antes y un después en la historia de Bariloche tras los hechos del 17 de junio del 2010”, dice Carolina Alac, integrante de la Multisectorial contra la Represión de Bariloche con la voz cargada de emoción. Desde aquel trágico momento, ella acompañó a las familias, transitó y le puso el cuerpo a la causa. Ahora recuerda: “Cuando a las 4 de la mañana fusilaron por la espalda a Dieguito se armó una pueblada. El Alto se levantó enfurecido, enojado, dolido, porque ya eran muchos años de represión, de sufrir la maldita costumbre de la policía de Río Negro que pegaba, lastimaba, torturaba y hasta asesinaba a pibes en los barrios. Y nadie hacía nada”, relata y recuerda otros casos por los que venían pidiendo justicia, como el de Héctor “Tití” Almonacid, o Jorge Pilquiman, que jamás fueron resueltos.
“Cuando pasó lo de Dieguito salieron todos los vecinos a la calle a repudiar esto, y salió la policía a reprimir con todo: tenían la orden del poder político que liberó la zona: la policía hizo y deshizo. En ese momento se secuestró gente, se torturó, tuvimos desaparecidos que buscamos durante días, fue un descontrol que terminó con muchos heridos y el asesinato de Carrasco, de 16 años, y de Cárdenas, de 29 años”, recuerda.
A partir de ese momento y en medio de la desesperación, comenzaron a organizarse, rápidamente y a pesar de todo. “Los que veníamos haciendo algo respecto a lo que sucedía con los pibes nos enteramos y nos juntamos en el Centro Cívico. Se tomó la Municipalidad porque las autoridades habían desaparecido, no había intendente, no había nadie, el municipio quedó acéfalo. Decimos que hubo 48 horas de estado de sitio. Estuvimos ahí, un grupo de organizaciones, vecinos, vecinas, tratando de parar la bronca. Muchos salíamos a las comisarías a buscar a los pibes, a reforzar en las calles, porque la policía estaba desmadrada”.
Para Alac uno de los grandes hitos fue ese: haber logrado organizarse junto a los familiares. “Familiares que estaban destruidos y tuvieron la valentía y la fuerza para entender que había que salir a pedir justicia. Junto a ellos, un grupo de organizaciones armamos la Multisectorial”.
Primero fue una marcha por mes y luego todos los años, con demasiado frío, con nieve, con un volcán estallado y un pueblo bajo las cenizas. Nunca dejaron la calle, mientras seguían el proceso judicial que llevó largos años, en los cuales las familias fueron paseadas de aquí para allá, sufrieron persecución policial, amenazas, armados de causas, violencia.
“En el 2018 logramos llevar al banquillo de los acusados a la cúpula policial completa, más tres efectivos policiales que son sobre los que se pudo definir que habían disparado con balas de plomo, aunque fueron muchos más –sostiene–. Llegamos a un juicio doloroso, porque tuvimos que revivir todo lo que padecieron las familias y los que estuvimos ahí. Hubo muchos testigos que participaron, con una lista de más de 300 personas: fue un megajuicio. Estamos orgullosos, porque sabemos que en este sistema injusto no vamos a lograr la totalidad de la justicia, pero sí una partecita. Que es esto: que estén ellos en el banquillo de los acusados, seres intocables en Río Negro, como el ex secretario de Seguridad y Justicia Víctor Cufré, y que finalmente lográramos una sentencia. Por supuesto que eso no alcanza, sabemos que no es suficiente, no es el juicio que queremos, sino el que logramos, con mucho esfuerzo, en la calle y organizados”.
En la calle nuevamente
A una década de aquellos días, este 17 se realizará una conferencia de prensa, con todos los recaudos que el contexto amerita, pero sin abandonar la calle. “Vamos a estar en la puerta del juzgado, haciéndoles recordar que estamos esperando a que se cumpla la sentencia, que deje de haber apelación, tras apelación, tras apelación. Estas personas tienen que estar en la cárcel, común y efectiva”, recuerda Alac.
Y agrega: “Le exigimos al Poder Judicial que haga todo lo que tenga que hacer para terminar con esta calesita. Insistimos: la justicia cuando es lenta no es justicia. Tuvimos que esperar ocho años para un juicio digno y que la justicia determine que los asesinos son los asesinos. Les dieron una condena mediocre de cuatro años, no es nada, pero exigimos que se lleve a cabo”.
Hay además una cuestión simbólica importante…
–Son décadas de impunidad policial en la provincia de Río Negro con complicidad del poder político y judicial. Muchas veces se intentó llevar a la Justicia a este personaje nefasto que es Cufré, por un motón de causas en cuanto a narcotráfico, trata de personas, trata de menores. Sabíamos que era realmente uno de los personajes que dominaba el delito en esta provincia. Nadie anteriormente lo había logrado, así era el poder que tenía. Finalmente, en 2018, con la fuerza de las familias y la lucha de tantos años logramos que junto a otros tuvieran que dar explicaciones y fueran condenados. Ahora el paso es que haya cárcel común y efectiva para la cúpula policial completa más los tres efectivos que dispararon. No pueden seguir caminando libres por la calle.
Y, en el balance, recuerda las dificultades y los apoyos que hubo en el proceso de mantener el reclamo vigente: “La prensa no hegemónica pudo acompañar creyéndole a la gente que había vivido esta situación. Hubo otra prensa que trató a todos de delincuentes y muchos que salieron en plena represión a defender a la policía y arrojarle flores a los patrulleros. Vivimos en una sociedad donde esto sucedió: mataron a tres chicos y parte de la comunidad salió a vitorear y aplaudir. Pero hubo una red de solidaridad y conciencia, entre la prensa, las organizaciones, vecinos comprometidos, artistas, una red que acompañó amorosamente esa lucha y eso hizo que no estuvieran solos”.
Luego agrega: “Desde el Alto, lo que estaban pidiendo era justicia y lo que se tenía era una rabia histórica por vivir la violencia de este Estado que siempre atacó a los barrios más vulnerables, porque sigue habiendo hambre, desigualdad, falta de oportunidades. Todo eso quedó en evidencia en el Bariloche de ese momento y muchos tuvieron que hacerse cargo de una situación que es una deuda histórica de esta sociedad”.
Cronología de una jornada trágica
Eran alrededor de las 4.30 y se encendía la llama de la trágica jornada de aquel 2010. El ex cabo Sergio Colombil persiguió a un grupo de entre tres y cinco chicos que, según la policía, acababa de cometer un robo. Y mató de un disparo en la cabeza a Diego Bonefoi en lo que fue un claro caso de gatillo fácil por el que, en 2011, fue condenado 20 años de prisión.
Los chicos que sobrevivieron a la persecución de la madrugada fueron los que contaron a sus pares lo que pasó. Las protestas comenzaron por las calles de barrio Furman y los alrededores, donde la represión no tardó en llegar con postas de goma, plomo y gases lacrimógenos.
Paralelamente, la máxima cúpula a cargo –el ex secretario de Seguridad y Justicia Víctor Cufré, el ex jefe de Policía Jorge Villanova y el ex jefe de la Regional III Argentino Hermosa– abandonaba Bariloche y viajaba al mediodía a El Bolsón a cumplir con la agenda programada, y soltaba la conducción de la policía para afrontar el conflicto social desatado en El Alto.
En este marco, a las 16.20 un grupo de policías atacó el frente de la casa de una familia donde se encontraba Nino Carrasco, quien ingresó herido por cuatro perdigones de acero y se desplomó. El menor, que salió a pedir ayuda, fue herido en la cara. A metros de ese lugar, menos de una hora después, en otra encerrona, otro grupo mató de una única posta de plomo a Sergio Cárdenas, en un ataque que alcanzó también a por lo menos seis personas más con munición de guerra.
Casi la totalidad del personal de la Comisaría 28 de ese momento, a la que pertenecía Colombil hasta esa madrugada, participó en todos o en parte de los hechos de aquel 17 de junio. Aquella tarde, se supo luego, hubo 37 jóvenes manifestándose en la calle en el momento de mayor concentración documentada. Los policías eran 57, divididos en cinco grupos y armados con doce escopetas. Hubo una descarga promedio de quince cajas de municiones en dos horas, equivalentes a 366 balas. Fue una masacre.
2018: Un juicio histórico
El juicio que se desarrolló en la ciudad de Bariloche durante más tres semanas, en 2018, contuvo el testimonio de familiares de víctimas de la represión, de funcionarios y autoridades políticas de ese momento, de peritos balísticos, forenses, fotógrafos y médicos y, sobre todo, de vecinos y vecinas que vivieron aquellas trágicas jornadas. Testificaron cientos de personas entre la cuales se encontraba el ex gobernador Miguel Saiz, ya que los hechos investigados ocurrieron durante su gestión.
Como registraba Al Margen en vísperas del juicio, este momento fue hecho trascendental. Se generó la instancia judicial donde, tanto jóvenes que ese día participaron activamente del conflicto, como personas que sólo tuvieron la mala suerte de vivir o pasar por esa zona de Bariloche pudieran decir, expresar, poner en palabras lo que vivieron y lo que provocó la muerte de dos personas: se usaron balas de plomo, la policía tenía la orden de estar, pero no hubo autoridades que comandaran esas jornadas. Los agentes policiales estuvieron “desbandados” y reprimieron a diestra y siniestra.
El enfrentamiento fue altamente desigual: por un lado, un grupo de jóvenes -no más de cuarenta- con piedras, y por el otro, fuerzas policiales preparadas, formadas y armadas por el gobierno provincial. Policías que estaban armados y que no sólo usaron armas antitumulto, sino que también dispararon con postas de plomo y que adoptaron una actitud de guerra contra la población. El juicio dejó claro que Sergio Cárdenas y Nicolas Carrasco no murieron por que sí. Diego Bonefoi, tampoco.
No se trató de hechos aislados ni de sucesos desafortunados, sino el resultado de una concepción sobre la seguridad que desprecia la vida y que, alimentada desde los sectores políticos, coloca a los jóvenes pobres en el lugar de sujetos peligrosos.
En diciembre del 2018 la Justicia de Río Negro condenó a cuatro años de prisión efectiva a Cufré, Villanova y Hermosa, señalados como coautores de homicidio culposo e incumplimiento de los deberes de funcionario público, y se los inhabilitó a ejercer cargos públicos. Consideró que no debieron abandonar la ciudad porque lo que se había desatado aquella madrugada ameritaba que la máxima cúpula de Seguridad se quedara en Bariloche. Hasta entonces, sólo cumplía condena Colombil, autor del asesinato por la espalda de Bonefoi, de 15 años.
Los magistrados condenaron también a los policías Víctor Pil, Marcos Epuñán y Víctor Sobarzo a cuatro años de prisión efectiva y ocho años de inhabilitación para manejo de armas. Fueron encontrados coautores materiales de disparos en agresión agravados por el uso de armas de fuego que dieron muerte a Cárdenas.
Sin embargo, a pesar de haber sido declarados culpables y condenados, siguen en libertad. Por eso el grito a diez años sigue siendo por justicia, por que se cumpla la sentencia, la cárcel común y efectiva para los asesinos de Nino y de Sergio y de los responsables de la represión que dejó decenas de heridos. A diez años también decimos: ¡Nunca Más!
Foto: Euge Neme