Redacción Canal Abierto | En el corazón del espacio verde que es, a su vez, el corazón de la Ciudad de Buenos Aires, se encuentra el Anfiteatro Eva Perón, más conocido por los vecinos como el Anfiteatro de Parque Centenario.
Según la página del gobierno porteño se trata de “uno de los espacios públicos más prestigiosos de la Ciudad de Buenos Aires”. Y, según la Dirección General de Música, de la cual depende, ofrece “propuestas, gratuitas y abiertas a toda la comunidad (que) incluyen una variada oferta musical, además de ciclos de danza y otras manifestaciones escénicas”. Sin embargo, desde que comenzó el año la gratuidad histórica de este espacio ya no es cierta.
De oportunidades y oportunismos
Bajo la bandera de brindar una oportunidad para tocar a los artistas que no pudieron trabajar durante los ocho meses de cuarentena y no disponen de espacios abiertos acordes a las necesidades de los protocolos pandémicos, la gestión de Horacio Rodríguez Larreta comenzó 2021 cediendo el uso del Anfiteatro para recitales privados.
El acuerdo con las productoras musicales, según pudo saber Canal Abierto, es poner a su disposición el lugar, sus equipos y su personal –estatal- sin costo a cambio de que éstas se hagan cargo de la seguridad, los seguros y los controles para prevenir los contagios de COVID-19. Como forma de recuperar la inversión se les permite cobrar entrada cuyo piso ronda, en promedio, los $1.000, que se pueden adquirir por Ticketek.
El arreglo podría ser visto como una ventaja para los músicos si no fuese muy desventajoso en relación con el que siempre existió. Desde la década del 80, en el Anfiteatro Eva Perón se presentan artistas cuyo cashé paga el Estado porteño para que el público pueda disfrutarlos gratis. Los más consagrados de todos los géneros musicales y también aquellos en ascenso han pasado por allí los últimos 40 años.
Por otro lado, las condiciones del nuevo acuerdo sólo pueden ser cubiertas por las productoras grandes. Es así que las que están en tratativas o han cerrado trato con el gobierno de Larreta son Niceto, Rock & Reggae (dueña de Groove), y PopArt.
Lejos de ver esta iniciativa como una oportunidad, tanto las productoras pequeñas como los artistas menos masivos reclaman la vuelta de los recitales gratuitos de verano impulsados por el Estado que les posibiliten trabajar –y cobrar por ello- luego de casi un año sin poder hacerlo.
Como consecuencia de esta situación, la Defensoría del Pueblo ya presentó un oficio donde le pide al Gobierno de la Ciudad que certifique la continuidad de los espacios culturales gratuitos que brinda todos los años, con el consiguiente pago a los artistas. El mismo aún no fue respondido, aunque el Estado porteño todavía se encuentra dentro de los plazos para hacerlo.
Desgaste y vaciamiento
El auditorio del Parque Centenario tiene una capacidad para 1620 butacas –aunque en pandemia sólo están habilitadas 500-, un escenario de 18 metros por 12, y un foso para orquesta de 18 metros por 5. Posee parrilla de luces, dos puentes de cada lado, seis telones americanos, pantalla para proyección, cabinas de sonidos e iluminación, talleres y camarines bajo el escenario, seguridad contra incendios y baños públicos. Pero el presupuesto para reponer y mantener ese equipo ya no existe y para operarlo hay apenas unos 30 trabajadores, muchos de los cuales están precarizados.
“El 80 o 90 por ciento del personal del Anfiteatro está vinculado al espectáculo: luminotecnia, sonido, maquinaria, tablero, coordinación de escenario, etc. –explica Andrea López, delegada de la junta interna de los trabajadores del Auditorio afiliados a ATE-. Ni el personal ni el equipo se fue renovando con los años, y con trabajadores grandes en este contexto de pandemia lidiamos con excepciones propias de la situación. Así que se nota más que somos pocos. Los más jóvenes, que también son los más nuevos, trabajan de martes a domingo hasta las 23 con sueldos que no llegan a los $30.000”.
El resultado es que el equipamiento que se vuelve obsoleto o se rompe no se repone, o es reparado, cuando se puede, por los mismos trabajadores que son los principales defensores de mantener la gratuidad del lugar.
Según ellos mismos cuentan, cuando se creó la Dirección General de Música, allá por 1984, el espíritu era que el Anfiteatro Eva Perón tuviese un equipo técnico itinerante para sostener otros espacios, como el Auditorio Mataderos.
Pero desde que comenzó la Era PRO, los trabajadores dejaron de tener injerencia en la producción artística, el equipo itinerante quedó en el pasado, y luego se quedaron sin la gerencia administrativa que disponía cómo administrar el presupuesto.
“La Dirección General de Música (a cargo de Juan Manuel Beati) no se está haciendo cargo del Anfiteatro, sino el Ministerio de Cultura a través de otros organismos, como la Subsecretaría de Gestión Cultural”, explica López.
Es esa dependencia, a cargo de Viviana Cantoni, la que organiza la programación del Anfiteatro pero no hace público cómo elige a los artistas que actuarán allí ni cómo se distribuirá el dinero de las entradas. Mientras tanto, sume en el abandono a un espacio de características privilegiadas en medio de la pandemia, pone a sus precarizados trabajadores a disposición de empresas privadas, evita pagarles a los artistas y priva a los porteños que no puedan pagar $1.000 de disfrutar de los espectáculos que hasta ayer nomás eran para todos.