Por Gladys Stagno | De a poco, y como si se tratara del avance inexpugnable del progreso, la modalidad de voto electrónico se ha instalado en cada vez más distritos de la Argentina bajo el nombre de Boleta Única Electrónica. Pero, ¿es seguro este sistema? ¿Quién lo provee? ¿Quién lo audita? Y, sobre todo, ¿es realmente mejor que el papel?
Las respuestas a las preguntas que anteceden desnudan una trama donde la cuestión de la vulnerabilidad del sistema es sólo el último eslabón de una cadena de intereses que tienen poco de democráticos. Y que, pese a todas sus falencias, volverá a usarse este año en el distrito más densamente poblado y rico del país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la promesa de extenderse a las elecciones nacionales si Horacio Rodríguez Larreta es el próximo presidente.
El proveedor
Este año, Salta votó con la modalidad de Boleta Única Electrónica por quinta vez, Neuquén lo hizo por primera, y la Ciudad de Buenos Aires se dirige hacia su segunda experiencia, en un pastiche estrafalario que obligará a los electores a utilizar dos métodos el mismo día. Todas estas elecciones comparten un detalle: el mismo sistema, del mismo proveedor.
Se trata de Magic Software Argentina (Grupo MSA) que, tras el cierre del plazo establecido por la licitación para la presentación de ofertas en CABA, fue la única empresa que se presentó. Lo mismo ocurrió en Neuquén. La ausencia de otros oferentes tiene explicación.
“Cuando querés legislar tecnología tenés dos opciones: hacés una ley muy general y luego sos más específico en la regulación, con el riesgo de que el último paso no respete el espíritu que quisieron darle los legisladores; o hacés una ley muy específica, donde el riesgo es digitar al proveedor. Esto es lo que ocurre acá, donde todo está legislado a la medida de MSA”, explica Andrés Snitcofsky, diseñador gráfico, visualizador de datos y un estudioso del sistema del voto electrónico desde hace diez años.
El planteo de Snitcofsky se verifica en la licitación que se lanzó en mayo por parte del gobierno conducido por Larreta, quien asegura que intentará llevar el voto electrónico a los comicios nacionales de ser electo presidente, al igual que lo intentó Mauricio Macri en 2016.
La legislación porteña incluía una instancia de estudios de antecedentes de la firma oferente, especificaciones del sistema y análisis del presupuesto. Pero, dado lo nuevo de este procedimiento, MSA es la única firma con antecedentes y su sistema el único que reúne las características detalladas en el pliego, que fue hecho en base al sistema existente… provisto por MSA.
“¿Cómo es que nunca gana otro? ¿Y la libre competencia? El Estado tiene que intervenir para que no haya monopolio pero no lo está haciendo. El problema es que están privatizando las elecciones a espaldas de todos nosotros y no queda claro cuál es el beneficio”, afirma Snitcofsky en diálogo con Canal Abierto.
Juntos logramos transformaciones que parecían imposibles. Ahora llega el momento de volver a elegir sobre el futuro de la Ciudad. pic.twitter.com/4adtCzFRFv
— Horacio Rodríguez Larreta (@horaciorlarreta) April 10, 2023
El auditor
Pesa a la digitación, el Código Electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) aprobado en 2018 prevé que el sistema ganador de la licitación debe ser auditado por el Instituto de Gestión Electoral (IGE), con participación del Tribunal Electoral, las agrupaciones políticas y los fiscales. Pero este paso también encierra su trampa.
En primer lugar, según la ley de 2018, la Legislatura de la Ciudad debió aprobar al director del IGE, organismo que debutará este año en la administración de los comicios porteños y que presume, también según la ley, de ser autárquico financieramente e independiente en sus funciones. Pero eso nunca ocurrió. En cambio y mientras tanto, el cargo de director lo ejerce Ezio Emiliozzi, hombre puesto por un decreto del propio Larreta.
En segundo, la auditoría debe estar lista antes del 1 de junio, 50 días antes de las PASO y sólo dos semanas luego de aprobado el pliego. Los expertos en seguridad informática aseguran que ese plazo es insuficiente para auditar un sistema y confirmar que éste funcione como debería.
Hay, además, una tercera cuestión. El Código Electoral de la Ciudad prevé que la auditoría sea parte importante a la hora de decidir qué sistema contratar. En otras palabras: que la calidad del sistema tenga peso en la licitación. Pero sólo hubo un oferente. “Si la auditoría ‘da mal’, ¿cuál es el plan B?”, se pregunta Snitcofsky.
Y agrega: “Los informáticos se oponen al voto electrónico porque es imposible legislarlo y porque siempre hay vulnerabilidades. En todas las elecciones alguien habló de fraude pero nunca lo demostró ni lo judicializó. El voto electrónico, en cambio, abre la posibilidad a que se demuestre una vulnerabilidad luego de las elecciones y eso permitiría invalidarlas hacia atrás, o fraguar un fraude que no ocurrió. El gran problema es esa posibilidad, que deslegitima todo el sistema”.
El sistema
La situación que hipotetiza Snitcofsky, de alguna manera, ya ocurrió. En CABA, el sistema de MSA se usó por primera vez el 5 de julio de 2015. El 1 de julio de 2015, cuatro días antes, el apoderado de de la firma se presentó ante la Justicia para denunciar que “terceras personas” habían accedido “remotamente al sistema informático de la empresa” que venía sufriendo ataques desde el 29 de junio.
La denuncia motivó que la Justicia ordenara allanamientos a la empresa y a los domicilios desde donde se habría hecho el hackeo. De esos procedimientos surgió un informe del Departamento de Investigaciones Especiales y Complejas del Área de Cibercrimen de la Policía Metropolitana (hoy Policía de la Ciudad), el cual concluyó que los servidores de MSA habían sufrido un grave ataque informático desde varias computadoras el 25 de junio, que la empresa tardó varios días en advertir. Un segundo informe, ordenado por la Fiscalía, concluyó que el hackeo al sistema permitió crear o eliminar “personas, delegados, técnicos, mesas y establecimientos” de votación, según reveló el periodista Ari Lijalad, en El Destape.
Pese a todo, en la segunda vuelta de las elecciones porteñas de ese año, ocurrida el 19 de julio, volvió a utilizarse el sistema de MSA. En ese ballotage, Larreta le ganó a Martín Lousteau (candidato de Energía Ciudadana Organizada, ECO) por apenas 54.855 votos y se volvió jefe de Gobierno. Lousteau no hizo ninguna presentación judicial.
Meses más tarde —tras las elecciones nacionales donde Cambiemos se alzaría con la Presidencia en un triunfo fuertemente impulsado por el resultado porteño—, Lousteau fue nombrado por el flamante presidente Mauricio Macri como embajador argentino en Estados Unidos.
El fondo
“Este año los porteños vamos a tener una nueva oportunidad de elegir quién queremos que nos represente como jefe de Gobierno (…). Y lo vamos a hacer con Boleta Única Electrónica, que es un sistema más ágil, más sencillo, más transparente, y es una bandera del PRO que inició Mauricio en la Ciudad en 2015 y que también promovimos junto a todo Juntos por el Cambio a nivel nacional. Mi compromiso es que sea una realidad en todo el país en el próximo gobierno”, sostuvo Rodríguez Larreta en el spot donde difundió su decisión de no desdoblar las elecciones locales de las nacionales.
La Boleta Única Electrónica es —como explicaba en 2016 Sergio Angelini, dueño de MSA, en el programa La quinta pata de la noticia de la TV Pública— “un desarrollo hecho en Argentina, patentado en la Argentina, que no existe en ninguna otra parte del mundo”. Allí también se atribuía ser “el inventor del sistema” que, reconocía, contenía una tecnología “que el Poder Legislativo no conoce y tampoco la conoce la Justicia”.
Allí, en gran parte, radica para Snitcofsky la quintaesencia de la cuestión: la discusión sobre el voto electrónico sólo pueden darla los informáticos y es inaccesible para el resto de la ciudadanía, hasta para los jueces. “Los votantes no deberíamos necesitar saber informática para votar. Votar debe ser simple. Sólo eso debería invalidar la discusión sobre el voto electrónico”, sostiene el analista.
Pese a que con la boleta papel votar es simple, los adalides del voto electrónico, como Larreta, le atribuyen al nuevo sistema una mayor transparencia que hasta el momento resulta incomprobable y también muy rebatible.
“El cuarto oscuro es el único lugar y momento en el que el voto es soberano. Con el voto electrónico estamos agregando un elemento nuevo, un actor privado, una sociedad anónima, en un lugar que hasta ayer era sagrado. Más allá de las vulnerabilidades del sistema, lo que hace el voto electrónico es que lo que pase allí adentro ahora sea discutible”, explica Snitcofsky.
Y concluye: “El votante no sabe si su voto es secreto, no sabe si esta máquina no va a decirle qué votó a quien la puso ahí. Están minando la confianza en las elecciones. La persona más excluida, de un pueblo pequeño, ¿se va a arriesgar a votar algo que haga peligrar su trabajo o su vida? Si no le podemos garantizar al cuarto oscuro más lejano del territorio nacional el secreto de su voto, como ocurre ahora, ¿vale la pena este sistema?”.