Por Andrés Sal.lari (desde Quito) y Mariano Vázquez | El asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio sacude al Ecuador. El presidente Guillermo Lasso aseveró que “se trata de un intento de sabotear el proceso electoral”. Casi al mismo tiempo en el que el mandatario emitía el mensaje comenzó a difundirse un video donde los integrantes de la banda criminal Los Lobos, vinculada al Cártel de Jalisco mexicano, todos con la cara tapada y exhibiendo armas largas, se atribuyen el hecho. Medios de todo el mundo difundieron esta noticia y los ecuatorianos también la aceptaron como real, pero horas después, otro video con integrantes que reivindican la pertenencia a la misma banda, y a cara descubierta, negaron la autoría del magnicidio. La percepción en la opinión pública es de miedo, confusión e incredulidad: “¿A quién le creemos?”.
Apenas salió el primer video, la plataforma ciudadana #SOS Cárceles, que busca un entorno de protección a los derechos humanos en los penales, aseveró: “El comunicado de ‘Los Lobos’ ES FALSO. El GDO Los Lobos intenta posicionar desde febrero 2022 la muerte de su máximo líder Pipo. Hay quienes aseguran que éste sigue vivo, independientemente de ello, no sería coherente difundir su muerte, y luego atribuirle un asesinato tan público”.
Desde hace años se da una disputa entre cárteles mexicanos en distintas latitudes de América Latina. Los grupos que se enfrentan por el dominio del mercado del narcotráfico son Los Lobos, que responden al Cártel de Jalisco Nueva Generación, contra Los Choneros, el brazo local del Cártel de Sinaloa. Justamente este último grupo fue al que denunció Villavicencio por amenazas de muerte unos días antes de su asesinato.
Augusto Taglione, editor de Internacionales de LPO, escribió el año pasado una interesante nota sobre como Ecuador “se convirtió en el nuevo paraíso narco para los cárteles de México, Colombia y Brasil”, que “ya es el segundo país exportador de cocaína de la región por debajo de Brasil” en el que “operan los cárteles mexicanos Nueva Generación y Sinaloa, el Clan del Golfo de Colombia y el comando Vérmelo de Brasil”. Interesante también la ironía que emplea Luis Córdova, director del programa de Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central de Ecuador: “Ecuador temía convertirse en Venezuela y ahora se parece a la Colombia de los 80”.
En medio de este contexto de gran confusión y desestabilización, los partidos políticos suspendieron sus campañas. Los familiares de la víctima culparon al gobierno por la falta de seguridad: “Tendría que haber salido por el estacionamiento de atrás, lo tendrían que haber sacado con un auto blindado y no dejarlo salir por la (calle delantera) Gaspar de Villarroel para que se suba en una triste camioneta, no había policía; denuncio ante el mundo la grave crisis delincuencial que estamos viviendo, hago responsable al Gobierno Nacional”, expresó Alexandra Villavicencio, hermana del candidato.
La aspirante presidencial de Revolución Ciudadana, Luisa González, expresó su consternación ante este crimen conmocionante: “Las diferencias políticas se resuelven en las urnas, no con violencia, nos solidarizamos con la familia del candidato Villavicencio”. Cabe recordar que el pasado 23 de julio fue asesinado de seis disparos en el pecho, el alcalde de la ciudad de Manta.
Este magnicidio es una operación psicológica. En las calles y en las redes se esparce el rumor de que fue organizado por el expresidente Rafael Correa. La principal afectada, por lo tanto, es Luisa González, que encabeza cómodamente las encuestas, según algunos estudios estaría a dos o tres puntos de imponerse en primera vuelta (que se realizará el 20 de agosto, necesita sacar más de 40% y 10 puntos de diferencia sobre el segundo). Ahora, con este hecho, es probable que no lo logre.
Lo que Estados Unidos no puede perder
Hay un estado de conmoción a muy pocos días de las elecciones. Desde que Correa dejó el poder en 2017, se sucedieron gobiernos de alineación automática con los intereses de Estados Unidos. Hay una obsesión del establishment de Washington para que el correísmo no vuelva al poder y este asesinato es funcional a ese objetivo.
Paralelamente, un grupo de senadores ultraconservadores promueve un proyecto de ley que establece una alianza estratégica con Ecuador, pero de manera unilateral. El presidente Lasso aplaudió esta iniciativa. En una comunicación virtual dijo: “Es un verdadero honor compartir este espacio con el senador Robert Menendez, amigo del Ecuador”, la amistad que este propone es tan íntima que no quiere compartirla con ningún otro país, especialmente con China, Rusia o Irán, catalogadas textualmente como “potencias extranjeras malignas” en el texto de la iniciativa.
“Esto no fue hecho para contrarrestar a China y a Rusia y fue la primera resolución en la historia del Congreso dedicada exclusivamente a nuestra asociación con su país”, expresó Menéndez. Agradeció Lasso: “Que dios bendiga al pueblo de los Estados Unidos”. Sin embargo, los senadores estadounidenses que aprobaron este acuerdo bilateral no remitieron el texto a sus homólogos ecuatorianos, también olvidaron hacer una copia en idioma español.
¿Quién está habituado a cometer este tipo de crímenes políticos, como el sufrido por Villavicencio, para alterar resultados electorales? En general, son sectores ligados a la inteligencia estadounidense conectados con los cárteles. Y no es nuevo. En la década de 1980, el presidente Ronald Reagan ideó una estrategia para financiar de manera encubierta a paramilitares antisandinistas, la Contra, para derrocar al gobierno legítimo en Nicaragua.
La espada operativa de esta arquitectura sucia fue el director de Asuntos Político-Militares del Consejo de Seguridad Nacional, el teniente-coronel del Cuerpo de Marines Oliver North. Pero subvertir el orden interno de un país cuesta millones de dólares. Para eso la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) buscó alternativas de financiamiento menos burocráticas. Roberto Suárez era el narcotraficante más importante de Bolivia y North le hizo una propuesta.
El ex traficante, devenido en investigador de la temática, Michael Montalbo, aseguró que “entre fines de 1982 y principios de 1983 North contacto con la familia Suárez para comercializar cocaína y desviar esas ganancias hacia la Contra”. Aida Levy, viuda de Roberto Suárez, confirmó esta versión en su libro El Rey de la Cocaína, mi vida con Roberto Suárez Gómez y el nacimiento del primer narcoestado: “Por intermedio del teniente coronel, la CIA les ofrecía la cobertura oficial para comercializar en el floreciente mercado americano quinientas toneladas de clorhidrato de cocaína, que ellos transportarían e introducirían dentro de su territorio en sus propios aviones. Las ganancias que obtuvieran los gringos de esa operación sería destinada de manera íntegra para financiar su guerra particular Irán-Contras”. Villa Mosquito, fue el laboratorio que instalaron en un territorio inhóspito y pantanoso en la provincia del Beni. Allí convivían bolivianos, colombianos y estadounidenses, también agentes de la DEA y la CIA. Los aviones que transportaban la droga iban en un avión a nombre de una compañía norteamericana que hacía los traslados a Florida, vía Costa Rica, y eran recibidos con total descaro por agentes de inteligencia.
En 1986 estalló en los titulares el escándalo Irán-Contras. La publicidad del caso obligó a Reagan a soltar la mano de sus subordinados. En febrero de 1987 una comisión del Senado acusó a North de violar las leyes norteamericanas pero exculpó al presidente. La revista Time puso en portada al teniente-coronel de los Marines. Su foto y la frase: “Fui autorizado a hacer todo lo que hice”, escandalizaron a la opinión pública, sin embargo no pasó ni un día en prisión gracias a un acuerdo de inmunidad a cambio de información.
En Ecuador, el gobierno ha anunciado la detención de seis ciudadanos colombianos supuestamente vinculados con el asesinato de Villavicencio. Habrá que aguardar el avance de las investigaciones. Pero una conclusión ya es evidente, la campaña de terror cumple con sus objetivos.