Por Federico Chechele | El domingo habrá balotaje, quizás el más importante de las últimas décadas o de la historia, como nos gusta decir a los protagonistas del presente. Lo cierto es que la democracia nos empuja a dirimir entre unos y otros, al igual que en la Francia de Napoleón -cuando por primera vez se implementó este sistema-, época de emperadores, golpes de Estado y referendos populares. Así de grandilocuente se presentan las opciones este 19 de noviembre: consolidar la democracia o la involución de la sociedad hacia lugares hasta ahora impensados.
Más allá de la definición, La Libertad Avanza que encabeza Javier Milei nos ha llevado a debatir cuestiones que ya estaban saldadas pero que, primero con el respaldado de los votos y luego con el cortejo de los medios de comunicación hegemónicos, lograron penetrar en sectores que catalizan su bronca contra el funcionamiento de la democracia con cientos de ejemplos que nos horrorizan a diario. Un plagio del odio reaccionario de los Estados Unidos de Donald Trump y del Brasil de Jair Bolsonaro.
Así, Victoria Villarruel, candidata a la vicepresidencia e hija, sobrina y nieta de militares que supo jurar por “las víctimas del terrorismo” cuando asumió la banca en la Cámara de Diputados, se transformó en la vocera del partido militar y se permite proponer que el predio de la Ex Esma – el mayor Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio durante la última dictadura cívico militar y, desde hace 19 años, Espacio para la Memoria – se convierta en algo así como un parque de diversiones. “Son 17 hectáreas que podrían ser disfrutadas por todo el pueblo”, dijo. En esto de provocar, salió en defensa pública del genocida Juan Daniel Amelong que tiene cinco condenas por delitos de lesa humanidad, tres de ellas, a prisión perpetua. Y afirmó que la crisis social que atraviesa el país se resuelve con una “tiranía”. Todo este improperio, solo en la última semana.
Como si fuera poco, aprovechando estos escenarios adulterados, por primera vez y en cadena, represores y genocidas detenidos con prisión domiciliaria le solicitaron a la Justicia el permiso para ir a votar el domingo. Se trata de pedidos realizados por torturadores y pilotos de los vuelos de la muerte, sin condena firme, detenidos por crímenes de lesa humanidad. Para ese mundo castrense, Villaruel es la aliada directa para frenar los juicios.
Esta ola reaccionaria pone en peligro no solo la democracia sino los derechos a la igualdad y la justicia social. Los discursos de odio que se escuchan en todo el mundo en nuestro país tuvieron como derrame institucional el intento de magnicidio a Cristina Kirchner, la segunda autoridad más importante del país. Y en la vida cotidiana recaen sobre los colectivos feministas, el sindicalismo y organizaciones de derechos humanos y ambientalistas. Aquello que cuestione cambios en los paradigmas tiene voceros marginales detrás de las redes sociales, bajo protección de testigos de los medios de comunicación.
“El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. La histórica frase de Antonio Gramsci vuelve a tomar fuerza con una insoportable nitidez en esta Argentina que permite la aparición de un fenómeno como Milei ante la mayor deuda de estos 40 años de democracia en los que no se supo resolver aquel apotegma que planteara Ricardo Alfonsín: “Con la democracia se come, se cura y se educa”.
Sin embargo, ante el intento del candidato libertario de poner en riesgo componentes elementales del ADN argentino como lo son la salud y la educación públicas – los tesoros más protegidos ante cualquier improvisación política -, en este tramo final de la campaña se han visto acciones espontáneas de hombres y mujeres, de jóvenes, de adultos y ancianos desplegadas en el transporte público, en las veredas o en las redes para concientizar y defender los derechos conquistados.
Es agotador y necesario combatir la mentira, el miedo y la manipulación de quienes se aprovechan de la impotencia de estas democracias, pero también es conmovedor cómo gran parte de la ciudadanía se compromete, a veces desde su solitaria trinchera, ante cada intento de desestabilización.
La democracia nos debe muchas cosas, pero no a Milei.