Por Marina Caivano | Este lunes el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Lomas de Zamora dio a conocer la condena a seis años y medio de prisión para el jugador de fútbol Alexis Zárate por abuso sexual contra Giuliana Peralta. Tres años de lucha le llevó a la joven y su familia llegar a la sentencia. Sin embargo, Zárate nunca fue demorado en una comisaría por el hecho perpetrado y continúa en libertad hasta que la Cámara Federal de Casación Penal se expida.
El tratamiento del caso en los medios periodísticos deportivos pareció referirse más a una fatalidad que a la violación consumada por un hombre conciente de sus actos. Así fue que reflejaron las declaraciones de Gustavo Álvarez, el entrenador de Temperley en que Zárate se desempeña desde hace dos años a préstamo: “(fue) un día difícil. El plantel se siente apenado por lo que le toca atravesar a un compañero”.
Hasta ahí, parecería que el DT lamenta que su jugador estrella estuviera cursando alguna enfermedad, lesión o adicción. Pero no fue el único. El lateral izquierdo Gonzalo Escobar manifestó la voluntad de todo el plantel “de querer brindarle el mejor ánimo y todo nuestro apoyo” al condenado.
Estos dichos se corresponden con un contexto que permitió que durante los años que duró el proceso legal, Alexis Zarate no se haya presentado a ninguna de las audiencias previas, y en su última oportunidad de defensa ni se haya molestado en declararse inocente ni en decir nada. ¿De qué se iba a preocupar si hasta horas antes del partido figuraba como titular para enfrentar a Rosario Central?
El abusador sexual todavía anda libre y tiene tiempo hasta que la Cámara de Casación Penal se expida. Puede apelar y seguramente lo hará. Sin embargo, la vida de Giuliana nunca será la misma desde ese 16 de marzo de 2014, cuando con sus 21 años fue a bailar a un boliche de Quilmes donde se encontró con su novio, el jugador de Independiente Martín Benítez, quien había salido con sus compañeros Zárate y Nicolás Pérez, también futbolistas del club de Avellaneda.
Luego, la joven y Benítez irían a pernoctar al departamento de Nicolás Pérez, en Wilde, donde mantendrían relaciones sexuales en una habitación cerrada. Poco después, mientras ella y Benítez dormían, Giuliana fue violada por Alexis Zárate.
Lo más sorprendentemente repulsivo de lo sucedido en el departamento de Wilde, es la actitud “entregadora” de Martín Benítez -quien mantenía una relación con Giuliana desde hacía dos años- y la de Nicolás Pérez, que intentó impedirle que huyera del lugar luego de perpetuado el abuso. Ambos trataron de evitar que ella realizara la denuncia enviándole mensajes para que “arregle” y no les perjudique la carrera deportiva en el club.
Según Raquel Hermida Leyenda, quien representó a Giuliana a lo largo del juicio oral, la pericia realizada a Zárate arrojó que tiene una “personalidad inmadura” y que “todavía no formó el concepto del otro”. La mujer es una cosa y no existen límites, sería la idiosincrasia del acusado.
Pero como explica la antropóloga Rita Segato, el violador no debe ser considerado como un ser anómalo. En él irrumpen los contenidos y valores que están presentes en toda la sociedad. “El violador no está solo, está en un proceso de diálogo con sus modelos de masculinidad, está demostrando algo a alguien que es otro hombre y al mundo a través de ese alguien”, esclarece.
Desde la Defensa se esgrimió el argumento de que la relación fue consentida, argumentando que en un departamento había cuatro personas de las cuales sólo una habla de violación. Y aquí otra vez es ineludible recurrir a Segato cuando explica que los delitos sexuales son delitos de poder. La ley no puede aplicarse de la misma forma a la mujer, porque lamentablemente la mujer no es un ciudadano igual que el hombre. Tiene que haber una adaptación de la aplicación de la ley al campo del poder.
A menudo la Defensa del más fuerte, del varón que “tiene un futuro promisorio” y el auge de la cultura de la violación, no dejan pensar en profundidad lo que nos pasa. El humor que nos quiere instalar a fuerza de repeticiones el mito de que “cuando una mujer dice NO es SI”, las “cargadas” deportivas de alto contenido violento como el maniquí de mujer colgado con una bolsa en la cabeza con una camiseta de Racing (luego de la victoria de Independiente), nos alertan sobre la proliferación en la escena deportiva de reproducciones que expresan la subjetividad de la violencia. La pregunta que debemos hacernos no es qué hacer con el violador sino qué hacer con esa sociedad que se preocupa más porque este señor juegue el partido de la fecha.