Redacción Canal Abierto | “No, no entendés, nos están incendiando el monte. Es una guerra entre los vecinos que defienden sus casas contra los que están prendiendo fuego” dice Laura, vecina de San Esteban, y desespera. Las llamas estuvieron así de cerca. La incredulidad queda vencida ante las evidencias. La escala del daño es inmensa, llamas que avanzan por las laderas, se agigantan en los filos y bajan como en un estruendo final hacia las zonas más pobladas, aterrorizadas.
Arde el norte del Valle de Punilla, arden los valles de Calamuchita y Traslasierra. Incendios forestales que se expanden y siegan el monte a su paso. Chaco serrano, espinal y pastizal pampeano se pierden por muchos años. Quiero entender.
“Estoy recorriendo una de las zonas afectadas ahora mismo, fotografiando, documentando para poder entenderlo desde lo vivo”, comienza a decir en diálogo con Canal Abierto Pablo Sigismondi, geógrafo y fotógrafo cordobés. Nos habla bajando del cerro Champaquí hacia el Valle de Traslasierra. “Los incendios se van complejizando cada vez más porque entran a la zona de interfaz, allí donde están las poblaciones. Hace veinte o quince años, esto era muy raro, ahora ocurre con mayor frecuencia. Este año los incendios se llevaron casi 70.000 hectáreas, con una cifra récord de viviendas destruidas. La problemática de los incendios se agrava por la mayor frecuencia y mayor intensidad”.
Las intenciones
¿Cómo comienza todo? Los indicios, el sentido común, la acumulación de pruebas va armando una hipótesis que se verifica cierta cada año. No es el primer incendio que afecta grandes extensiones de bosque nativo. Esto se repite por décadas, es el resultado de un sistema, de una forma de pensar la existencia con la naturaleza. El ministro de Seguridad de la provincia de Córdoba afirmaba en medios de comunicación, como si fuera un axioma sin necesidad de validación: “Estamos en guerra contra la naturaleza”. Probablemente los beneficiarios del desastre sean siempre los mismos, unos pocos, una casta de empresas, grupos de poder. Para cada evento incendiario hay que seguir la ruta de los intereses.
Para Pablo, viajero sempiterno, conocedor de su provincia, es ver y comprobar lo que todos dicen, casi a los gritos, como un reclamo: “Los incendios ocurren casualmente en los lugares donde hay, o se pretende que haya, una intensa mercantilización del espacio geográfico. Es decir, los incendios ya no afectan solamente áreas aisladas, sino áreas que son potencialmente muy importantes, ya sea para trazar rutas, para expandir la frontera agropecuaria, para expandir el extractivismo o simplemente para expandir la frontera urbana, la urbanización del norte o los barrios, en todas las laderas de nuestras sierras”.
Y continúa: “Es decir, todo lleva a sospechar que existe una intencionalidad. Más allá de que uno lo pueda comprobar. Y la intención es la de este avance cada vez mayor de las distintas formas de mercantilización del territorio. Después, a nivel político conviene buscar un par de perejiles y responsabilizarlos por prender el fuego”.
La pirofilia como sistema
Alguien en el extremo de la cadena recibe una gratificación de algún tipo. Algo se satisface: “los fuegos en realidad están siendo encendidos y mantenidos más de una vez por el mismo sistema, de lo que podríamos llamar una especie de pirofilia”.
“Acá la gente te dice inmediatamente que la propia autoridad del poder político de la provincia es la que enciende los fuegos y se va. Y no ayuda a la gente a apagarlo. Por eso éstos están produciendo un enorme malestar, sobre todo en la zona de Punilla”, Pablo se refiere a la ETAC, Equipo Técnico de Acción ante Catástrofes (ETAC).
Brigadistas voluntarios y vecinos denuncian que la respuesta de las autoridades fue ineficaz, llegando incluso a empeorar la situación. La fuerza que depende del gobierno de la provincia ha generado nuevos focos de incendio en zonas donde los vecinos ya estaban luchando por contener su avance. Por el momento hay versiones encontradas entre los propios vecinos, aún permanecen focos activos, ya se harán las pericias que determinen responsabilidades.
Normalizando “la temporada” de incendios
Hacer un registro fotográfico de las zonas afectadas es uno de los oficios de Sigismondi. Nos dice, haciendo una analogía, “hay que olvidarse del fotograma que estamos viendo con los incendios de estos últimos días y estas últimas semanas. Hay que ver la película entera”.
“‘Cuidado que comienza la temporada de incendios’ nos preparan, y es una absoluta falacia desde el punto de vista geográfico-ambiental porque no estamos, por ejemplo, en el Caribe donde ocurren hechos geográficos inevitables y donde existen temporadas de huracanes. Acá pareciera que nos dicen, cuidado que comienza la temporada de incendios. Con tanta quema, todos los años, nos van acostumbrando, lo van naturalizando”, y afirma: “termina el invierno, viene la temporada de las quemas… Ésto antes no ocurría de la misma forma, incluso no ocurre en otros lugares que tienen un potencial desde el punto de vista de la cantidad de bosques y de madera muchísimo más grande que Córdoba. Todas las provincias al oeste de Córdoba -Catamarca, Tucumán, La Rioja y San Luis-, que también participan de la cuña boscosa del área chaqueña que penetra en el noroeste de nuestra provincia y que tapiza parte de las sierras de Córdoba no se queman o no las queman”.
Las lágrimas son de los que pierden sus casas, sus animales, pierden el monte pierden todo proyecto de vida sin embargo el fuego avanza ¿quiénes lo empujan?
“Hay que sacarle hasta la última gota de beneficio con el menor costo posible y sin ningún tipo de remediación. ¿Y qué sucede entonces? Hay una sobreactuación. Ahora vienen el presidente, el gobernador, esto, lo otro, todos conmovidos, llorando lágrimas de cocodrilo”.
“Dentro de un par de semanas, cuándo los incendios pasen y se termine el asunto todo esto se va a olvidar . Y a esperar que el año que viene vuelva a suceder lo mismo. En el año 2020, los incendios fueron catastróficos, arrasaron casi 300.000 hectáreas. En los últimos 20 años en Córdoba se han quemado más de 1.200.000 hectáreas de bosque”.
“Hemos reducido nuestro bosque nativo en buen estado de conservación a menos del 2% de la superficie que tenía a principios del siglo pasado. Es decir, estamos produciendo un auténtico ecocidio. Y por supuesto que eso también tiene otra lectura más. No es solamente la transformación de un paisaje vivo, un paisaje de serranías con bosques, con toda la fauna nativa. Porque acá no solamente se están quemando árboles, se está quemando absolutamente todo el bioma que vive dentro de ese bosque y de esa serranía”.
Aviones hidrantes, aviones fumigadores, un modelo de sociedad
Desde la zona impactada nos invita a ver: “Ahora estoy parado sobre el área de los túneles de Chancaní, en el camino que desciende por la Sierra de Pocho hacia los llanos de la Rioja. Desde ese desnivel de más de mil metros, puedo ver cóndores planeando sobre un mar ocre cuando es la temporada seca o un mar verde cuando ha llovido y es verano. La cicatriz tiene ahora más de 5.000 hectáreas. Acá no tenemos ningún tipo de apoyo. Nosotros trabajamos solos y en condiciones infrahumanas, porque además las laderas montañosas son de pendientes muy fuertes. Ha habido algunos aviones hidrantes que vienen”.
Pablo aporta una imagen inquietante que representa qué tipo de intereses gobiernan: “La provincia de Córdoba tiene cerca de 200 aviones fumigadores, porque vos sabes que es una de las provincias más importantes desde el punto de vista de la producción de soja y todo el conjunto de cultivos de granos. Fumigan con agrotóxicos, envenenan los ríos, envenenan todo lo que está hacia el este de la provincia. Esos mismos aviones podrían ser útiles en este período para combatir los fuegos” .
“Tenemos menos de diez aviones hidrantes y tenemos casi 200 aviones fumigadores. Esto de alguna manera está ejemplificando claramente la diferencia de concepción que hay a la hora de pensar qué sociedad queremos, ¿no?”.
Leyes que no se cumplen
Córdoba tiene un instrumento legal para la protección y gestión de bosque nativos, la ley Nº 9814. Ésta se integra al plan de ordenamiento territorial de la provincia. La normativa establece un marco regulatorio detallado para la conservación, manejo y aprovechamiento de estos ecosistemas fundamentales. Busca garantizar la provisión de servicios ecosistémicos y la biodiversidad de la provincia. Los incendios de los últimos años, el del 2020 por ejemplo, destruyeron casi 300.000 hectáreas. Afectaron a lo que en la clasificación de la norma son zonas rojas, es decir zonas de bosques nativos que deben permanecer intactas.
“El problema no es que falten leyes. El problema es que las leyes se transforman en letra muerta; por distintas causas políticas, no se cumplen. Las leyes se transforman en texto escrito en papel higiénico”, sostiene el geógrafo. “La capilla de Candonga, cerca de Agua de Oro, en las Sierras Chicas. Una iglesia extraordinaria de hace 300 años, de color blanco en medio de las laderas de la montaña. Hoy en día no se puede ver más. No tenés forma de ver la capilla, como la veía yo cuando era niño. ¿Por qué? Porque toda la zona que está enfrente de la capilla ha sido ocupada con un emprendimiento privado, vaya a saber de quién. Por supuesto algún amigo del poder de turno”.
Todos los alrededores de la capilla de Candonga han sido urbanizados. Recientemente la justicia lo declaró ilegal. Pero el emprendimiento inmobiliario ya se hizo, las viviendas están y la destrucción del bosque se llevó adelante. “Es decir existe la ley pero no se cumple porque no se actualiza o simplemente se hace de facto lo que se quiere. Y después, si alguna vez la justicia atiende a nuestros reclamos, eso ya llega tarde, porque el daño se llevó a cabo”.
Apunta a otro megaemprendimiento con trazas polémicas: la combatida Autovía de Punilla. “Lo mismo te podría decir de la autovía que se está construyendo. La Justicia el día de mañana declara que esa autovía no se puede continuar. Pero el daño inmenso que se ha hecho en toda la Pampa de Olaen no se puede volver atrás”.
Continúa el geógrafo sin hesitar, “la autovía de Punilla se hizo sin los mecanismos legales que implican las audiencias públicas, el estudio de impacto ambiental, la participación social. Se hizo todo de una manera falaz, mientras los vecinos y vecinas salíamos a oponernos y a decir que eso no se podía hacer. Mientras tanto, las topadoras no dejaron de avanzar nunca. Con el agravante: los luchadores sociales ambientales que se trataban de oponer a esa locura terminaron presos”.
Imperialismo ecológico, siguen las definiciones
Más ejemplos aparecen en la conversación, ejemplos que pueden superponerse a las causas de los megaincendios, son capas cuyas derivas terminan por mapear cómo se va armando el rompecabeza de una destrucción programada.
Si uno busca la reserva de La Calera, que está al oeste de la ciudad de Córdoba, que abarca unas 12.000 hectáreas de superficie, es el último pulmón verde que tiene la ciudad. “Yo lo nombro para que ustedes lo puedan buscar. Van a ver que el sector noreste tiene una cuña, como una especie de V corta que penetra dentro de la reserva y se corresponde a un emprendimiento privado que de ninguna manera podría estar en ese lugar”.
“El sistema se apropia de la naturaleza para el goce de unos pocos. Esto en muchos lugares y en la geopolítica se conoce con un término muy claro y específico que es la geopolítica del imperialismo ecológico. Es decir, acá también hay no solamente una destrucción de las de los bienes comunes naturales, que muchas veces o en la mayoría de los casos resulta irreversible, sino que además hay una apropiación privada para un determinado grupo social se apropie de áreas que deberían ser de uso común, ni hablar de lo que significa la privatización de los lagos, de las cuencas hídricas, de los montes, el lago Los Molinos.”
Guarda con las cenizas
¿Una cosa más ya que decís cenizas? “Este es el otro efecto que luego de los incendios queda, porque las cenizas van a las aguas, van a los lagos, van los ríos, eso es así absolutamente, bueno ahora no van, porque no hay agua, porque no llueve. Pero si en los próximos días, hay precipitaciones, que están pronosticadas, toda la ceniza que hoy está en el suelo inmediatamente va a ir hacia las cuencas hídricas y de las cuencas hídricas van a terminar en los Lagos y va a terminar contaminando”.
Parias y cicatrices
La entrevista es larga. Hay mucha bronca, mucho para contar y aún la amenaza está allí afuera. Hay guardias de ceniza, pero nuevos focos se inician. Le pido a Pablo Sigismondi alguna reflexión final. Acumulación por desposesión deslizo y aguardo su respuesta: “¿Hoy hemos ido transformando este paisaje idílico, lo estamos transformando en un paisaje muerto, en un paisaje de cemento, cuando uno las ve las sierras Chicas hacia el este, al atardecer ves las cicatrices de las rutas que se han trazado, como este, el camino del Cuadrado, que es verdaderamente horroroso”.
“¿Y bueno tengo hacer esta reflexión no? Nos vamos convirtiendo nosotros mismos en parias de nuestro propio territorio, nos vamos convirtiendo en lo que ya es una categoría dentro de las Naciones Unidas, que son los refugiados climáticos, es decir, en nuestro propio suelo nos estamos convirtiendo en refugiados climáticos, en excluidos climáticos”.
“Es un sistema básicamente enfermo, porque va en contra de la naturaleza y nosotros sabemos muy bien que la naturaleza nos está respondiendo en base a todo el daño que le hemos y le seguimos produciendo.”
Esta vez el fuego llegó a las viviendas, en Capilla del Monte, en San Esteban y Los Cocos, hay familias que lo han perdido todo. La solidaridad está en marcha, se anuncian planes de ayuda desde el gobierno cordobés, los bomberos ponen voluntad. Mientras tanto se duerme poco, las alertas circulan en las redes, las brigadas forestales comunitarias están activas porque lo que viene puede ser peor.
Entrevista: Juan Alaimes | Todas las fotos son de Pablo Sigismondi