Por Ramiro Lorenzo | La Plaza de Tiananmen de Beijing se transformó en escenario de uno de los actos más significativos del año en oriente: el desfile por el 80º aniversario de la victoria china sobre la agresión del “Japón fascista” no fue una simple evocación histórica. Bajo la mirada del presidente Xi Jinping y de invitados de alto calibre como Vladimir Putin (Rusia) y Kim Jong-un (dictador de Corea del Norte), China desplegó más de cien sistemas de armamento, todos producidos en el país, en una demostración que combinó memoria, orgullo nacional y un claro mensaje geopolítico.
En su discurso, Xi Jinping destacó el sacrificio del pueblo chino durante la Segunda Guerra Mundial, insistió en que “China nunca buscará la hegemonía ni la expansión” y subrayó la importancia de construir un orden internacional basado en el respeto mutuo y la cooperación. “La historia nos advierte que el destino de la humanidad es compartido, y que solo si todos los países y pueblos se tratan mutuamente como iguales, conviven en armonía y se vigilan mutuamente, pueden preservar la seguridad común, eliminar las causas de la guerra y evitar que se repita la tragedia histórica”.

En ese tono, también advirtió por las “conductas de intimidación” de ciertos países, en clara referencia a Estados Unidos. “Hoy la humanidad se encuentra ante la elección entre la paz y la guerra, el diálogo y la confrontación, el beneficio mutuo y el juego de suma cero”, afirmó.
Tras las palabras del Presidente, comenzó la exhibición militar. Entre los equipos de combate sorprendieron los misiles hipersónicos (capaces de volar a más de cinco veces la velocidad del sonido), el misil intercontinental móvil DF-41 con alcance suficiente para cubrir todo el territorio estadounidense, y el JL-3 de submarinos.
Los no tripulados también resaltaron: gigantescos drones submarinos (XLUUV), tanques de última generación con torretas no tripuladas y el FH-97, un drone desarrollado para suprimir defensas aereas aun en fase prototipo. Toda una demostración de vanguardia en el desarrollo de tecnología autónoma.

La ceremonia incluyó también fragmentos artísticos y culturales, con presentaciones corales, pasajes de danza tradicional y proyecciones visuales que recordaron episodios de la guerra de resistencia contra Japón.
La imagen al mundo
La transmisión oficial elevó el despliegue a un espectáculo cuidadosamente coreografiado: cámaras aéreas, tomas cenitales de Tiananmen y un montaje que alternaba planos detalle con vistas panorámicas.
La puesta televisiva buscó transmitir no solo poderío militar, sino también armonía visual. El ritmo de las imágenes, acompañado por música y tono narrativo sobrio, transformó la ceremonia en una experiencia estética que combinó una imbatible precisión marcial con la particularidad de su cultura.
Como broche final, sencillo en su forma pero cargado de significado, la suelta de 80 mil palomas y 80 mil globos multicolores cubrieron el cielo de Beijing, acompañada por música orquestal. Y un desfile como afirmación identitaria hacia el interior, para fortalecer el orgullo de un país que en menos de un siglo pasó del subsuelo de Asia a proyectarse como la vanguardia científica, económica y militar del mundo.

Hacia el exterior, un gesto de musculación moderado: la presencia de Putin y Kim Jong-un reforzó la idea de un eje alternativo al orden occidental, mostrando capacidad sin necesidad de explicitar amenazas. Este homenaje histórico y la exhibición tecnológica revelan la estrategia comunicacional de Beijing.

