Por Pablo Bassi | El viernes Marcela Cárdenas llegó a la fábrica Blanco Nieve en Río Grande, Tierra del Fuego, y el portón gris de acero estaba cerrado. Algunos de sus compañeros esperaban desde hacía unos minutos, pero ni el gerente ni la mujer a cargo de Recursos Humanos salieron a abrirles. Hubo audios y hubo llamadas hasta el mediodía, cuando los 35 operarios (toda la planta) recibieron en sus domicilios telegramas de despido sin causa. Esa tarde hubo una audiencia por Zoom, a la que el dueño de la empresa que producía sábanas y las vendía al continente, ni siquiera se presentó. Los trabajadores ingresaron entonces al establecimiento por un acceso libre. Una acción de “resguardo”. Una ocupación pacífica hasta cobrar el último peso.
A Marcela se la escucha enojada. El dueño de la fábrica, Diego Russo, se amparó en un artículo de la Ley de Contrato de Trabajo que lo habilita a pagar la mitad de las indemnizaciones si justifica una causa de fuerza mayor ajena a él. “En marzo y abril Russo contrató gente y en el último tiempo siempre dijo que quería seguir”, dice Cárdenas por teléfono. “Varias empresas despidieron y otras cerraron, pero no actuaron así, diciendo una cosa por otra, queriendo pagar menos”.
En Tierra del Fuego hay cinco fábricas textiles. Sueño Fueguino, una de ellas, despidió este año a una porción de sus trabajadores, pero sigue abierta y la situación judicializada. El cierre de Blanco Nieve es el primero en la provincia, y pasó a integrar la estadística abatida de la industria en el país. La Fundación Pro Tejer, una asociación vinculada a las cámaras patronales, informó que desde que asumió Milei a junio pasado cerraron 380 empresas y fueron despedidos 11.500 operarios en el sector textil. Aduce la crisis a la caída del consumo interno, la apreciación del peso y la apertura de la importación, que en los primeros ocho meses del año creció más de un 30%: sólo en 2025 se crearon 14.000 nuevos cuits.
La preocupación en Blanco Nieve arrancó en julio. Russo demoró diez días en pagar aguinaldos y salarios. En agosto se atrasó sólo dos días. En septiembre, propuso el pago en cuatro cuotas: todos los jueves un 25%. Pero al segundo jueves del mes, el 11 de septiembre, había pagado sólo el 30% del sueldo. Fue la última vez que lo hizo. En una audiencia por aquellos días, Russo adujo que tenía las cuentas embargadas por deudas con ARCA y bancos. Y ofreció a los operarios que vendan el stock de mercadería para cobrarse lo adeudado.

“Fue una proeza”, dice Cárdenas, delegada del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA). Los trabajadores pusieron sus vehículos, asumieron el combustible y salieron a vender por Río Grande, por Ushuaia (a tres kilómetros), por Tolhuin (a 110 kilómetros), por ferias y casa por casa. Aún así, les queda cobrarse una parte de septiembre y todo octubre.
Este lunes hubo otra audiencia virtual, pero Russo volvió a ausentarse. Ahora está en Buenos Aires, donde produce acolchados, mantas, frazadas y sábanas en el barrio de Floresta, bajo el sello Blanco Bahía / Casa Blanca. Marcela Cárdenas, con 30 años de trabajo en la empresa, sólo quiere luchar. Tiene 56, es jefa de hogar, vive con sus dos hijos. Llegó desde Chile a los 18, atraída como tantos otros por sueños de prosperidad.

Por Pablo Bassi, desde Bariloche

