Por Nahuel Croza | Lula preso es una imagen que raramente uno se hubiera imaginado. Dos veces presidente, con índices de popularidad altísimos. Nuevamente en carrera presidencial para las elecciones de octubre de este año. Favorito para ganar la primera vuelta con un 40% de intención de voto según las encuestas. Casi sin dudas, pronto a volver al Palacio del Planalto por tercera vez luego de la segunda vuelta electoral. Pero hoy lleva tres noches alojado en una celda en la sede de la Superintendencia de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba, un edificio que inauguró en su gobierno.
“La polarización que se ha generado en torno al caso de Lula es fortísima. Casi no se escuchan opiniones intermedias: en Brasil se está a favor o en contra de Lula”, resume Fernando Sato, periodista paulista de Jornalistas Livres, en diálogo con Canal Abierto.
“Lo que Lula logró generar en estos días es una idea. Y lo que se está combatiendo o defendiendo es eso, esa idea. Los movimientos sociales el MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo) y el MST (Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra), los más numerosos, pero muchos otros han tomado claro partido por Lula –relata Sato-. A lo que debemos estar atentos es lo que pasa en estas primeras horas, esta semana. Hay un clima tenso y temo que haya violencia. La policía militar y la federal están protegiendo a los manifestantes de derecha y atacan a los de izquierda. En Curitiba se observó claramente”.
Curitiba es la capital paranaense, ciudad sede del juzgado de Sergio Moro y hacia donde fue llevado Lula para cumplir su pena de doce años. Allí, se levantó el campamento LulaLivre que exige la liberación del ex presidente.
Con pruebas nimias, Moro lo declaró culpable en julio de 2017 por corrupción pasiva y lavado de activos en el caso del tríplex de Guarujá (el caso sostiene que la constructora OAS le otorgó un departamento de lujo en el litoral paulista a cambio de salir favorecida en licitaciones con Petrobras) y lo condenó a nueve años y medio de cárcel en primera instancia. En enero de este año, un tribunal de segunda instancia de Porto Alegre confirmó el fallo y aumentó la sentencia a doce años. Lula apeló en libertad pero la reciente decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) autorizó la detención de Da Silva y rechazó el habeas corpus por seis votos contra cinco.
Como están las cosas hoy, se dificulta la participación de Lula en las elecciones, y Brasil se divide entre quienes festejan azuzados por los grandes medios de comunicación, una derecha mediática con expresión callejera, y quienes gritan que “Lula vale a luta” y acampan en Curitiba presionando por la libertad del ex presidente.
En las calles de Sao Paulo las manifestaciones espontáneas, autoconvocadas, son muy fuertes. Este fin de semana se pudieron ver, a lo largo del país, manifestaciones espontáneas, con cantos y carteles en las canchas de fútbol.
“Lo que ha logrado este ataque de la derecha a través de la Justicia es unificar a la izquierda como hace tiempo no se veía en Brasil. Tanto los movimientos sociales como los partidos de izquierda críticos al PT no han dudado en unificarse frente a esta embestida. Lula en el acto del sábado, antes de entregarse, señaló a dos referentes políticos Manuela D’Avila del PCdoB (Partido Comunista de Brasil) y a Guilherme Boulos del PSOL (Partido Socialismo e Liberdade), jóvenes, ninguno de ellos del PT, que podrían condensar una salida electoral interesante”, concluyó el periodista de Jornalistas Livres.
“Lula no es nuestro candidato, pero luchamos por su derecho a ser candidato”
“Nuestro partido, el PSOL, fue oposición de izquierda al gobierno de Lula, desde el inicio, desde el 2003, a partir de la reforma previsional. Y continuó siendo un partido que hizo críticas al modelo de gobierno del PT. A pesar de ello, la prisión de Lula es totalmente arbitraria, es un paso más, en nuestra perspectiva, de una persecución política”. De esta manera resume Tarcísio Motta, vereador (concejal) de Río de Janeiro por el PSOL, profesor de Historia y compañero de la recientemente asesinada Marielle Franco, la reacción de su partido ante el encarcelamiento del ex presidente.
A poco de comenzar a gobernar, Lula subió la edad jubilatoria de 60 a 65 años, lo que Fernando Henrique Cardoso no había conseguido en ocho años. Esa medida, sumada a otras que vendrían después, generaron un alejamiento del oficialismo por parte de partidarios críticos de las propias filas del PT, algunos de los cuales formaron el PSOL.
“Lula está preso por supuestamente recibir un departamento en Guarujá, pero las pruebas del hecho son absolutamente frágiles y está clarísimo que aceleraron el proceso para impedir que él fuese candidato a la presidencia de la República –detalla Motta-. Entonces, aunque Lula no sea, y no es, nuestro candidato nosotros estamos en las calles para luchar por el derecho de que él sea candidato y de que la población brasileña decida quién será el próximo presidente”.
Luego sentenció: “una elección hoy en Brasil en estos términos, en que se retira al candidato que lidera todas las encuestas, es una elección incompleta. No están dadas las garantías para que se cumpla con el juego democrático. Este es un debate sobre todos nosotros, sobre todos los mecanismos y garantías de la democracia. Toda vez que la política es definida en los Tribunales significa que la democracia está en riesgo”.
Para sumarle riesgo al momento político, recordemos que en las horas previas a la decisión del STF, desde las fuerzas armadas se escucharon voces de amenaza y de presión a los magistrados judiciales del jefe del Ejército, general Eduardo Villas Bôas y otros militares de alto rango.
Los candidatos del PSOL para las presidenciales son Guilherme Boulos y Sônia Guajajara, como vicepresidenta. “Tenemos un candidato de un liderazgo social urbano, de los trabajadores sin techo, de un movimiento por la vivienda y una candidata indígena. Es una fórmula surgida de los movimientos sociales, movimientos que incluso sufrieron las políticas de Dilma y Lula. Es una candidatura que apunta claramente a que no es posible seguir por el camino de la conciliación de clases y a tener un gobierno en el Planalto que combata frontalmente las desigualdades e implemente políticas estructurales de reforma agraria y reforma urbana”, sostiene Motta.
Boulos y de D’Avila fueron señalados por Lula, el sábado, en Sao Bernardo do Campo, antes de entregarse a la Justicia. Sobre el tema, Tarcísio señaló: “nosotros tenemos divergencias claras de proyectos con el PT y esperamos poderlos expresar en el debate político de este año”.
Escenario regional
No es antojadizo preguntarse si la situación de Brasil es o no el golpe de gracia a los progresismos latinoamericanos. Mientras Lula va preso, Venezuela se encuentra sumida en una crisis sin retorno aparente; Rafael Correa, en Ecuador, enfrenta en combate abierto a su sucesor y ex-vicepresidente Lenin Moreno; y, en Argentina, el kirchnerismo queda confinado a un “vamos a volver” sin explicar cómo y mucho menos para qué.
Cabe repensar, asumiendo una posición de izquierda, si alcanzará con embanderarse en consignas como “Lula vale a luta”, o si no es tiempo de volver al pensamiento crítico tanto tiempo abandonado y discutir si los atajos son viables cuando nos llevan siempre a las mismas encerronas. Discutir si esas preguntas de 2001 -muchas de las cuales se condensaron en Porto Alegre en la Cumbre de los Pueblos, antesala de la victoria electoral del PT en 2003-, no continúan vigentes y qué aprendizajes podemos obtener de los intentos válidos que se hicieron desde el Estado o desde sus márgenes en estos 15 años en la lucha por la emancipación. No es un camino fácil, puede tornarse solitario, pero será más fructífero. Vemos que el camino de «Lulinha paz y amor» que parecía conformar a tirios y troyanos fue dinamitado, y explotó para este lado.