Por Gladys Stagno | Seguimos sus desencuentros amorosos, el nacimiento de su hija y sus discusiones por el afán consumista de ella, que él padece. Los oímos reversionar hits románticos de los 80 para cantar sus desventuras y vimos al banco acudir siempre en su ayuda, con promociones, descuentos y los puntos que premian al consumidor con más consumo, para que nunca falte lo innecesario. Pero el volantazo llegó en junio, con el invierno y la malaria que se reflejó en los índices mercantiles en picada y en un desempleo creciente. Ahora, “la pareja del Galicia” nos ofrece préstamos personales que financien lo que ya no podemos comprar.
Como un bufón del reino, la publicidad expone al sistema desde adentro y nos invita a ser parte de los selectos invitados al festín de lo escaso. Un festín al que, desde junio, podemos ingresar un rato, el segundo miércoles de cada mes, si tenemos la dudosa suerte de ostentar tarjetas del Banco Provincia: ayer, las largas colas en los supermercados bonaerenses para obtener el reintegro del 50% de la compra, con un techo de 1500 pesos, sorprendieron hasta a Fantino, que nos comparó con (su idea de) Venezuela.
.@fantinofantino sobre los filas en supermercados: «Macri dijo que iba a llegar un apple center y esto parece de Venezuela» pic.twitter.com/jlkDU4AVD7
— El Destape (@eldestapeweb) 13 de julio de 2017
Por su parte, y reformulando el concepto del vago que el imaginario social asoció -de un tiempo a esta parte- al beneficiario de algún plan social que mengua parcialmente el desamparo, el Banco Santander Río nos invita a dejar de trabajar para poner, en cambio, a trabajar nuestro dinero. Es decir, a ser vago pero sin el estigma.
“Convertite en un atleta de las 3 PM”, reza la publicidad, mientras muestra gente trotando por la ciudad durante la tarde de un día hábil bajo la mirada envidiosa de otros yuppies sin visión para los negocios. Para eso nos sugiere invertir nuestros dólares en “superfondos”, bonos, o Letras del Tesoro (Letes), que el Estado volvió a emitir tras muchos años, con la intención de obtener las divisas que los ahorristas guardan bajo el colchón.
Los bancos desnudan, así, una política económica que el Gobierno esconde tras una comunicación estratégica que pone siempre el eje en temáticas bien lejanas a la gestión. Consumo restringido, préstamos para sostener el status perdido, y timba financiera para los audaces con ahorros. Un combo explosivo que se sincera en cada tanda publicitaria.