Redacción Canal Abierto | “¿Quiere que la región del Kurdistán y las áreas kurdas fuera de la administración de la región se conviertan en un Estado independiente?”. Esta era la consulta única que respondieron los casi 3 millones y medio de personas que fueron a las urnas el lunes pasado en la región autónoma del Kurdistán iraquí, en la zona norte del país.
Si bien el 92 % de votos por la positiva da cuenta del grado de legitimidad del planteo independentista, es variada y compleja la pugna de intereses que existen detrás del referéndum. La jornada electoral convocada por el Presidente del Gobierno Autónomo del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, no sólo sumó críticas de los países con presencia kurda (Irán, Turquía, Siria y el propio Irak), sino incluso cuestionamientos al interior de las organizaciones que representan a este pueblo milenario, el más grande del mundo sin un Estado propio (se calcula entre 40 y 50 millones de personas).
Los principales reproches caen sobre la figura política de Barzani, cuyo mandato expiró en 2015 y todavía no convocó a nuevas elecciones, y los intereses que éste tendría detrás de la consulta popular. “Él sabe que no se va a realizar este Estado kurdo en Irak, y que incluso este proceso podría resultar contraproducente en este momento. El objetivo de Barzani fue el de generar un hecho mediático para ganarse la simpatía de los kurdos y salvar su imagen -muy deteriorada, por cierto- como dirigente”, opina Mehmet Alí Dogan.
El presidente del Gobierno Autónomo del Kurdistán iraquí viene sufriendo fuertes críticas por su estilo autoritario y personalista, sumado a su polémica política petrolera que incluyó negociados con empresarios cercanos a Ankara. Los vínculos de Barzani con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, son desde hace tiempo un blanco de las críticas, sobre todo por tratarse este del régimen mas fervientemente contrario a las reivindicaciones autonomistas kurdas. El propio Erdogan ha acusado a Barzani tras el referéndum de «traición», y advirtió que los kurdos iraquíes «van a morir de hambre» cuando las tropas turcas impidan el paso de suministros a través de la frontera.
Por su parte, el gobierno de Irak, encabezado por el Primer Ministro Haider Al-Abadi, también expresó su oposición frente al referéndum. En primer lugar porque significaría una secesión territorial, y en segundo término –aunque no menor- debido a que en dichas tierras se concentra un 10 por ciento de las reservas de petróleo del país.
Los gobiernos de Irán, Siria y sobre todo Turquía temen que el resultado del referéndum en el Kurdistán iraquí sirva de ejemplo para las organizaciones y movimientos independentistas en sus propios territorios. Este pueblo es la minoría más grande en el Oriente Próximo sin alguna forma de Estado nación: De los entre 40 y 50 millones de kurdos (no existen censos rigurosos), aproximadamente un 45 % vive en Turquía, un 25 % en Irán, otro 25 % en Irak y un 5 % en Siria.
“Las realidades son muy disímiles: en Irak existe algo así como una provincia kurda, con una fuerza armada propia (Peshmerga), el derecho a la explotación del petróleo y cierto grado de autonomía política; en Irán también hay una región, pero con muchos menos derechos que en Irak; pero en Turquía usar la palabra kurdistan en la Asamblea Nacional está prohibido”, señala Alí Dogan.
La oposición al referéndum dentro del propio Kurdistán existe desde el momento que se decidió convocar al mismo. Muestra de ello es que la sesión parlamentaria que lo avaló fue la primera que se realizó en casi dos años y sólo contó con la presencia de 68 de 111 legisladores, debido al boicot de la oposición. Quienes encabezan la oposición de forma explícita son el Movimiento Goran (Cambio) y la Sociedad Islámica del Kurdistán, mientras que tantos otros espacios políticos desconfían pero mantienen la cautela.
Cabe aclarar que el único país que ha brindado su apoyo abiertamente al referéndum fue Israel, de la mano de su Primer Ministro, Benjamín Netanyahu.
El sueño de una Patria Grande
En la América Latina del siglo XIX, África durante la primera mitad del XX y la península de los Balcanes a mediados de los 90´, los procesos de descolonización llevaron a la fragmentación de poblaciones y delimitación de fronteras artificiales que en muchos casos condujeron a cruentos enfrentamientos.
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, con el Imperio otomano en proceso de desintegración, lo mismo sucedió en Medio Oriente. Al igual que en otros casos, esta “balcanización” produjo mas resquemores y disputas que estabilidad entre los pueblos.
“El colonialismo invadió y sometió a nuestros pueblos, pero el neocolonialismo produjo divisiones que en el fondo son inexistentes, y es sobre ellas que se está operando en este momento histórico”, explica Mehmet Alí Dogan, y agrega: “Hoy el proyecto de un Estado kurdo es funcional al proyecto imperial que busca profundizar aún mas la fragmentación en la región”.
“Entre los hermanos árabes, turcos, armenios, persas y kurdos podemos transformar esta zona con una forma democrática confederal que podría tener como forma última un Estado plurinacional, como en Bolivia”, asegura el antropólogo de origen kurdo, quien en incluso se anima a pensar en una “Patria Grande en Medio Oriente”.