Redacción Canal Abierto | Las negociaciones con los docentes son, desde el año pasado, el mal sueño que agita las noches de la gobernadora María Eugenia Vidal.
Las reuniones de este año comenzaron con una mesa paritaria frustada el pasado jueves, donde la Provincia ofreció el 15% y una bonificación extraordinaria de $4.500 para los maestros bonaerenses con asistencia perfecta. Una oferta que sabe a poco en el marco de una inflación que, a juzgar por las cifras de enero, se proyectan 10 puntos por encima de las metas oficiales y estará cercana al 25%. Así lo entendieron los dirigentes gremiales, que rechazaron la propuesta e incluso anunciaron que realizarán una demanda ante la Organización Internacional del Trabajo porque el plus sólo lo cobrarían los docentes que no pararon.
“Le pedimos a la gobernadora que no dilate más la convocatoria. Están especulando con el inicio del ciclo lectivo», se quejó Roberto Baradel, secretario general de Suteba, en la conferencia de prensa que brindó en el sindicato.
El intento de especulación es una acusación con fundamentos, dado que –en rigor- la primera reunión por las paritarias 2018 fue el 30 de noviembre de 2017. Allí los dirigentes gremiales exigieron abrir la paritaria nacional y rechazaron cualquier modificación al régimen jubilatorio. Como respuesta, se votó la reforma previsional; el presidente Mauricio Macri firmó el decreto 52 que deroga la negociación federal; y no volvieron a ser convocados hasta la semana pasada.
Una historia de desencuentros
En campaña, Vidal fue la autora de la frase: “un docente no puede ganar menos de $40.000”. Gran parte de su speech prometía empezar las clases a término y ya en el poder, comenzó con el pie derecho.
La de 2016, su primera paritaria, se dio por cerrada el 29 de febrero y concedió a los docentes un aumento salarial del orden del 34,6%, además de la condición de que la negociación quedaba abierta para futuros reajustes. Por primera vez en cinco años, las clases comenzaban a tiempo en la Provincia de Buenos Aires.
En 2017, el panorama se nubló. Cuestionada desde diciembre por no reabrir las paritarias pese al avance de la inflación –que en 2016 terminó en 36%-, Vidal se subió al caballo del ajuste y ofreció un 18%. Luego, repitió casi la misma oferta a lo largo de 14 reuniones que fueron desde febrero a julio y costaron 17 días de paro y una carpa itinerante, en un año que, pese a las metas oficiales del 17%, terminaría con un aumento del costo de vida de casi el 25%.
Finalmente, el 3 de julio, los gremios ganaron la pulseada y obtuvieron un aumento salarial promedio de 24%, perforando así el techo de 20% que quería imponer la Casa Rosada. Sumando el 3,4% de la incorporación de dos sumas fijas (a cuenta de futuros aumentos y el importe por material didáctico), la paritaria alcanzó 27,5% y las clases empezaron muy tarde.
Este año, la historia amenaza repetirse. La próxima reunión será el jueves 22 a las 17 en el Ministerio de Economía, en La Plata, y aún no hay indicios de que el gobierno provincial pretenda mejorar sustancialmente su oferta. La demonización docente ya se hace sentir en los titulares de la prensa oficialista y agita a la opinión pública con la bandera de que la discusión se debe dar “con los chicos dentro de los aulas”, como forma de presión a los gremios para que hagan paros.
Mientras tanto, la “leona” Vidal mantiene, según la última encuesta difundida la semana pasada por la consultora Analogías, una imagen positiva del 57,6% y es la figura política de Cambiemos con mejor imagen. Sin embargo, ésta se retrajo 7 puntos porcentuales respecto de finales de octubre, cuando obtuvo su pico tras las elecciones.
Si bien la encuesta no especula sobre el porqué de esa caída, indaga en el acuerdo o no que el electorado bonaerense tiene para con las últimas medidas de su gestión. Llamativamente, la que más rechazo provoca –con un 67,6%- es el ajuste en el sistema de jubilaciones provinciales que realizaría cambios en el Instituto de Previsión Social (IPS) y afectaría, en una gran proporción, a los docentes de la Provincia.