Redacción Canal Abierto | “Hay tres esposas que no tienen para comer. Una tiene un hijo con síndrome de down y un nene que lo operaron con cáncer en la espalda. Hay gente que la está pasando muy mal, las deudas no caducan cuando el titular fallece”, explica en diálogo con Canal Abierto Jésica Gopar, esposa de Fernando Gabriel Santilli, uno de los submarinistas desaparecidos.
Por parte del Gobierno, la desidia hacia los familiares del los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan desaparecido desde el 15 de noviembre pasado, ha sido total. Sin información ni apoyo desde el Ejecutivo ni desde la Armada, sus vidas deben continuar como puedan.
Gopar vivió durante muchos años en Mar del Plata, pero por cuestiones económicas tuvo que volver a Necochea, su pueblo natal: “Volví a la casa de mis padres a una habitación con una cama de una plaza y un bebé en una cuna, porque no tengo posibilidades de alquilar”. Por ahora, la única ayuda que reciben es un seguro de vida que oscila entre los 10.000 y los 40.000 pesos según el cargo que su familiar desaparecido ocupaba. «La vida de mi esposo, Fernando Gabriel Santilli, cabo principal electricista, vale 10.000 pesos», afirma su mujer en un video que subió a su cuenta de Twitter.
Tras cinco meses de la desaparición del submarino, éste será el último en el que las familias percibirán los sueldos de los tripulantes, aún cuando todavía no tienen noticias sobre futuras pensiones (ni el monto ni la fecha de cobro). A eso se le suma que muchos de los submarinistas tenían dos trabajos, y que no son pocas las esposas que debieron renunciar a los suyos en un contexto de crisis familiar que acarreó la desaparición de sus parejas.
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— Paulcamm (@Paulcamm2) 10 de abril de 2018
Este año, desde el Gobierno también se anunciaron becas para los hijos de los tripulantes pero aún no ha habido ningún anuncio oficial: “nos hicieron firmar unas becas que cubren desde maternal hasta secundario pero hasta ahora no se han cumplido y las mamás siguen pagando de su bolsillo los colegios”, afirma la esposa del submarinista desaparecido.
La precaria situación por la que atraviesa Jésica no es la única: muchas mujeres cuyo único sostén eran sus maridos han quedado desamparadas frente a un Estado que no responde.