Por Roxana Dib | Durante los últimos años en nuestro sistema educativo hemos construido un camino basado en la inclusión, poniendo la mirada en el otro, apostando con énfasis en desarrollar escuelas que atiendan a todos los alumnos cualesquiera sean sus características, desventajas y dificultades; valorando por sobre todo la diversidad.
De esta forma se entendía que una escuela de calidad debía serlo para todos los alumnos, y por eso se definía a esa educación como aquella que pretendía el éxito escolar de todos los alumnos y por tanto debía la escuela trabajar mancomunadamente para lograrlo.
Este enfoque se centraba en comprender las barreras existentes y desarrollar escuelas que sean capaces de satisfacer las necesidades de aprendizaje y participación de todos los alumnos. Así, todo el personal implicado en la tarea educativa se constituía en agente de apoyo y el personal especialista en colaborador para que la escuela, a través de su programa educativo, vaya eliminando todo tipo de barreras que impidan la comunicación, el aprendizaje y la participación de todos los alumnos.
Actualmente, la escuela está transitando un rápido y vertiginoso proceso de cambio; es por ello que el primordial compromiso docentes es el de contribuir a formar personas con iniciativa, sentido crítico y capacidad de solucionar problemas, de ser protagonistas de una sociedad democrática, pluralista y abierta. El gran formador Paulo Freire decía: “El educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión”
Los docentes tienen el desafío de implementar la creatividad para propiciar y despertar el interés de aprender por parte de los alumnos, esto requiere que rompamos estructuras verticalistas permitiendo que se genere en el aula una lateralidad de pensamiento.
La creatividad es una de las capacidades más importantes que tiene el ser humano para su desarrollo integral. Su valor no sólo se encuentra en las artes, está también en la vida cotidiana. De hecho, es el pensamiento productivo el que afecta favorablemente todas las áreas del saber y el desarrollo total de la persona.
La plasticidad en las evaluaciones, por ejemplo, genera otras maneras de pensar los espacios de construcción de aprendizaje, no viendo el resultado equívoco como algo taxativo sino como el foco a trabajar. Y la creatividad propicia ese tipo de trabajo.
Uno de los fenómenos más preocupantes a los que nos enfrentamos actualmente es la medicalización de los chicos a los que podemos denominar inquietos. Muchos de ellos, si tuvieran espacios de trabajo donde prevaleciese la creatividad no serían etiquetados ni habría necesidad de restringir sus movimientos y pensamientos, porque esos lugares les permitirían canalizar y potenciar sus capacidades. La creatividad es una estrategia que se puede utilizar en cualquier nivel o modalidad, pero por lo general el docente lo utiliza muy poco porque desconoce sus múltiples ventajas.
El desafío es ir más allá: cuestionar la idea de que sólo se es creativo en la hora de la educación artística, y pensar formas que trasciendan esas horas, proyectar la riqueza de la creatividad como fuente inagotable de recursos, estímulos y aprendizajes significativos.
Volvamos a Freire: “El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”.