Redacción Canal Abierto | A 16 años de la Masacre de Avellaneda, el fotógrafo Pepe Mateos continúa dando testimonio sobre las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Sus fotografías sirvieron para desmentir la afirmación de la cúpula de la policía bonaerense sobre que aquellas muertes fueron producto del enfrentamiento entre las propias organizaciones.
¿Cuál es tu reacción cuando el gobierno dice que las muertes se producen por un enfrentamiento entre las propias organizaciones?
– Recuerdo a Fanchiotti en la conferencia de prensa negando que ellos hubieran tenido participación. Yo lo escuchaba, y para mis adentros me decía `este tipo está loco´. Cómo habiendo tantas evidencias de presencia policial en los alrededores de la estación de trenes, él podía negar sus responsabilidades en el hecho.
Sin embargo, fueron contundentes los documentos periodísticos que contradijeron esa acusación.
Es muy interesante observar la actuación del periodismo, como fueron apareciendo los testimonios periodísticos que desmantelaban una versión maliciosa y distorsionada. Porque si el gobierno pensó que en algún momento podía operar y modificar los hechos tal como habían sucedido, la realidad de las fotos y los videos terminaron por desmentirlo. Lo cierto es que la mentira terminó cayendo por sí misma, y ya no hubo manera de disfrazar su versión ni de encubrirla.
Por otro lado, dejame remarcarlo, se trató de un hecho inédito, porque por primera vez una operación de gobierno se caía con la presentación de pruebas. Nunca antes en una misma imagen y secuencia se vio juntas a víctimas y victimarios. Después que se haya llegado a juicio con esas herramientas tienen una gran importancia porque si el gobierno quiso quitarle identidad a las organizaciones sociales la verdad se impuso por propio peso.
Para el 26 de junio distintas organizaciones sociales de la provincia de Buenos Aires habían decidido cortar el Puente Pueyrredón, que une Avellaneda con la Capital Federal. Hasta ahí nada nuevo para esos tiempos de agitación social. Sin embargo los acontecimientos de ese día van a precipitar la caída del sistema político y social crecido con los ’90. La feroz represión sorprende a todos. Las más de 200 fotos que sacó Pepe Mateos sirvieron para la condena de Fanchiotti y del cabo Alejandro Acosta.
¿Imaginaste ese desenlace?
No, de ninguna manera. Si intuía que iba a producirse algún choque porque las organizaciones sociales venían reclamando la ampliación de los planes sociales. También calculaba que la policía reprimiera porque el pensamiento generalizado de los partidos era que la calle debía ser controlada. El panorama del conurbano bonaerense era de una extrema fragilidad y otro problema era la anarquía policial. Entonces si estaban dadas las condiciones para que algo sucediera, pero ni remotamente que acabara en una feroz represión y con Maximiliano y Darío muertos.
¿Tampoco podía preverse el fin de un sistema político?
No, en absoluto. Personalmente considero que aún nos debemos un estudio más profundo del año 2002. Aunque quién debe saber porque se produjo tanto vacío político, y que obligara al adelantamiento de las elecciones, es el propio Duhalde.
Habrá sido difícil estar ahí…
En principio hay que explicar que en esa situación uno tiene muy pocas posibilidades de intervenir. Uno va allí con la intención de hacer las mejores fotos posibles, no se te pasa por la cabeza que alguien pueda ir con la intención firme de matar. Tampoco es que puedas mantener la frialdad, te trabas en muchas cosas. Pero por haber vivido las cosas desde dentro yo me siento muy involucrado. Uno queda afectado por la muerte de dos compañeros y por más que después se transforman en ejemplos de lucha siguen siendo muertes dolorosas.
¿Conocías de antes a Maxi o Darío?
Solamente a Darío. Me interesaba conocer el funcionamiento de la organización y tuvimos una par de charlas donde me explicó como se trabajaba la promoción social en el barrio y el rol de las bloqueras comunitarias.
(*ENTREVISTA PUBLICADA EN JUNIO DE 2012)