Redacción Canal Abierto | El 25 de junio se cumplieron 40 años del día en que la Selección Argentina de Fútbol se alzó por primera vez con una Copa del Mundo. De local, allá por 1978. Sin embargo, la efeméride no es recordada con todo el orgullo que se podría, debido al contexto: el evento fue utilizado por la última dictadura cívico militar para contrarrestar las denuncias que desde el exterior se hacían sobre las violaciones a los derechos humanos en el país.
Tribunas sin pueblo es el libro en el que el periodista Gustavo Campana narra la trama que se tejía tras el torneo, que funcionó -entre otras cosas- como campo de batalla de las internas entre las distintas Fuerzas Armadas. «La guerra interfuerzas tiene muchos capítulos. Esa disputa la llevarán la Marina y el Ejército, con la Fuerza Aérea de comodín, apoyando a uno u otro de acuerdo a lo que esté en juego. El Mundial nace en manos del Ejército«, cuenta en diálogo con Canal Abierto.
«Lo de Tribunas sin pueblo es una metáfora del Mundial militar, pero también de que los mundiales, a partir de Havelange, comienzan a ser mundiales de clase media -explica su autor-. El público visitante que accede a los mundiales ya es clase media o media alta, porque hay toda una serie de gastos en pasajes y estadías, además de la entrada. En el Mundial 78 se utiliza un sistema de abonos que era muy difícil para que el público laburante accediera a la tribuna. Así se lograba un público de clase media, educado. No se hablaba de barrabravas en ese momento, pero sí se quería evitar al público del bombo y la bandera. Ahí aparece la confrontación de Muñoz con Caloi por lo papelitos. Porque se suponía que ese público educado no tiraba papelitos. Y para Muñoz eso era ensuciar la cancha. Y será Caloi quien va a ganar esa batalla que se va a jugar en la contratapa de Clarín y en El Gráfico, donde Caloi tiene un lugar preponderante. Desde ahí va a tirar, como puede, cositas».
«La ausencia de pueblo tiene que ver con la ausencia del pueblo que los domingos era parte de la tribuna argentina desde la primera década del siglo XX. Es una ausencia de pueblo a partir de la venta de abonos en Argentina en los que tenías que comprar como mínimo cuatro o cinco partidos. Eso era mucha guita para un asalariado común y silvestre, así que el pueblo lo vio en blanco y negro, en su casa, y la clase media y media alta fue la que pobló la tribuna», agrega Campana.
Por entonces, el dictador Jorge Rafael Videla nombra al general Omar Actis al frente del Ente Autárquico Mundial 78. «El EAM78 es un Estado paralelo que no tiene que hacer balances ni demostrar gastos -recuerda Campana-. Tiene la capacidad de avanzar a piacere en esos dos años que quedan hasta junio del 78, de gastar lo que sea necesario para convertir las maquetas en realidad. El general Actis llegaba con un halo de honradez porque había sido interventor de YPF en tiempos de Lanusse, la empresa había dado superávit. Y ademas tenía un valor agregado en relación a cualquier otro militar, que era haber sido jugador de la tercera de River en la década del 40, por lo tanto el tipo estaba metido de alguna forma en el mundo del fútbol y proponía un Mundial austero, con un costo de 40 millones de dólares».
Actis proponía que no se construyeran estadios nuevos, sino que se reformaran los preexistentes. «Cuando sale de su casa de Wilde para dar a conocer este plan a la prensa extranjera en conferencia de prensa, es asesinado a las dos cuadras. La historia tiene dos versiones: la dictadura acusa a Montoneros, pero también se habla de un Grupo de Tareas de la Armada. Haya sido quien haya sido, el único que se benefició con esta muerte es (Emilio) Massera», afirma el periodista.
A lo largo de los años, el plantel entero de aquel seleccionado fue tachado de cómplice de la dictadura. Pero Campana plantea otra versión. «Esa selección nace en democracia -dice-. Y tiene una prueba de fuego que es el mismísimo 24 de marzo de 1976. Cuatro días antes, Argentina comienza una gira con Europa en la que obtiene una victoria de 1 a 0 frente a la URSS, en Kiev. Luego tiene que jugar el 24 en Chorzow frente a Polonia. La cosa es compleja: hay una reunión, mucha gente del plantel no quiere jugar y finalmente llega un orden desde Buenos Aires. Cuenta la leyenda que se utiliza a José María Muñoz como emisario, que les dice a los dirigentes, jugadores y cuerpo técnico que hay que jugar. Para lo único que se interrumpe ese día, es para ver o escuchar ese partido. Se juega, gana Argentina 2 a 1 y a partir de ese momento se decide la continuidad del cuerpo técnico».
Campana explica entonces que el mismo DT, César Luis Menotti está dispuesto a renunciar «y el PC, en el cual milita, le indica seguir». «A partir de ahí, empieza a quedar preso de ese laberinto de contradicciones que es el PC Argentino frente a la dictadura. Lo que no le perdono al plantel es que pasaron 40 años y, salvo algunas cosas que hemos escuchado 40 años después, de Filliol primero o en los últimos días de Tarantini, nadie habló. Y ya hay un tiempo prudencial que nos separa para que ellos entiendan que fueron víctimas de la dictadura. El plantel está dividido entre los que piensan que sus medallas perderían mucho brillo y los que piensan que en verdad ellos fueron utilizados», argumenta.
Y es que la utilización política por parte de la dictadura también puso en duda el merecimiento del título por parte de Argentina. Pero Campana lo relativiza: «Salvo Argentina-Perú, que es un partido repleto de dudas e irregularidades y un montón de cosas para discutir, Argentina tuvo una primera fase muy difícil. Hay partidos durísimos con Hungría, Francia, pierde con Italia, tiene que cambiar de sede y trasladarse a Rosario. Le gana muy bien a Polonia en el arranque y empata en un partido en el que los dos tienen mucho miedo a perder con Brasil».
Ese partido, sin embargo, tuvo en sus entretelones un muestrario de la forma en que los hilos del Poder se movían por entonces. «El resultado puesto de Brasil-Polonia genera que Argentina sepa que tiene que hacer un mínimo de cuatro goles en segundo turno a Perú y ahí hay un montón de historias para contar. Videla y Kissinger bajando al vestuario peruano en la antesala del partido y hablando de unidad latinoamericana -recuerda el periodista-. La dictadura de Morales Bermúdez en Perú le entrega a Videla, en mayo del 76, trece presos políticos en el marco del Plan Cóndor para que los desaparezca. El caso toma notoriedad internacional vía Francia. En 1977, el titular de la CONEA en la Argentina, pese a lo que propone Estados Unidos, habla de construir la primer central nuclear de Perú. El matrimonio entre las partes es perfecto. Pero después, contra Holanda, Argentina juega el mejor partido del campeonato, un partido que se dirime estrictamente en lo deportivo».
Por otra parte, el título del libro hace referencia a una marca que tuvo aquel Mundial y se mantiene hasta hoy: la elitización del espectáculo deportivo a partir del precio de las entradas.
El libro, además, incursiona en el rol de un actor decisivo en aquel primer campeonato mundial que ganó la Argentina. Los encargados de transmitir la imagen de un país en paz atacado injustamente desde el exterior fueron los medios de comunicación. «Hay un rol central de Radio Rivadavia con La Oral Deportiva y José María Muñoz en primera persona. Pero esencialmente hay un rol fundamental de la revista El Gráfico, que era la más importante no ya de Argentina, sino de América Latina y hasta te diría de habla hispana en ese momento -afirma Campana-. En el primer El Gráfico después del Mundial, el número arranca con una nota de cuatro páginas en la que la plana mayor de Atlántida y El Gráfico le van a entregar al despacho a Videla toda la colección de El Gráfico encuadernada. Ahí lo humanizan al dictador, presentándolo como el hincha de Independiente que iba a ver al Independiente de la década del 30. Esta humanización del monstruo la van a hacer paulatinamente durante todo ese lapso».
Entrevista completa:
Entrevista: Manuel Rodríguez