Por Sergio Alvez | El 14 de octubre de 2012, la Revista Superficie, de Misiones, publicó una investigación que daba a conocer que el conocido periodista misionero Carlos Luis Carvallo, entonces coconductor del programa radial El Show de los impactos -de FM Show, de Posadas, uno de los ciclos con mayor audiencia en la provincia-, figuraba en la Nómina del Personal de Inteligencia que revistió entre 1976 y 1983 como un espía más de ese engranaje de secuestro, tortura y muerte que fue el Batallón 601 durante la última dictadura.
Meses más tarde, la Justicia citó a indagatoria al periodista, en el marco de la investigación de una causa por delitos de lesa humanidad ocurridos en la provincia de Entre Ríos. En 2014, Carvallo dejó de ir a la radio y desde noviembre de ese año, ya en calidad de prófugo, comenzó a ser buscado por la Interpol. Hasta que esta semana, precisamente el jueves 23 de agosto, Carvallo fue detenido en una casa de la capital provincial misionera.
De este modo, lo que se inició con la investigación periodística de un medio alternativo, termina con la captura de un sujeto del cual además de su participación como espía del Batallón 601, se desconocía su pertenencia formal como oficial de la policía entrerriana en los años de plomo. Camuflado en su rol de periodista y conductor radial, durante décadas Carvallo gozó de impunidad y buena reputación.
La imputación a Carvallo es por delitos de lesa humanidad ocurridos en Entre Ríos. Uno de las personas que prestó su testimonio ante el juez Leandro Ríos, es el docente, ex preso político y militante Manuel Ramat, quien señaló recientemente tras conocerse la detención a Carvallo: “A mi hermano lo asesinaron en Campana (Buenos Aires) en junio del 76. A los dos o tres días, él (Carvallo) fue a casa de mis padres encabezando una patota. Fueron a allanar sin ningún motivo o buscando no sé qué. Se presentó con nombre y apellido y por eso lo conozco. Cuando yo fui detenido, en septiembre, desde la propia Jefatura de Policía, el Comisario Escobar me comunicó que el oficial Carvallo junto a otra persona iba a buscarme».
Y continúa: «Me buscaron en un Falcon, fuimos a Santa Fe, se metieron en una bodega, me metieron en el baúl, encapuchado y esposado. Con un trato muy violento. Querían hacerme creer que estábamos en Santa Fe. Cruzamos el túnel, fuimos por un lugar que después fui reconociendo. Era una vieja comisaría. En ese lugar hubo un centro clandestino de detención, allí estuve 45 días desaparecido, más otros 15 o 20 semidesaparecido, porque ya me habían visto con otros compañeros, en otros centros clandestinos. Durante la tortura, Carvallo decía: ‘Nosotros estamos recibiendo formación de los militares desde el año 75 para interrogar y torturar’. Él era uno de los integrantes de los grupos de la policía que participaba en los grupos de tareas junto al Ejército y la Policía Federal. Yo estaba aislado pero se oía, permanentemente y sobre todo de noche, mucho movimiento, gritos de mujeres en muchos casos, golpes, patadas, se oía cuando llegaban los autos. Él (Carvallo) era uno de los participantes en ese y otros centros clandestinos”.
El de Carvallo no es el único caso de personajes conocidos en la sociedad misionera que fueron miembros del Batallón 601, y cuyos pasados salieron a la luz a partir de publicaciones de la Revista Superficie. Un caso anterior tuvo lugar en abril de 2010. Bajo el título «Espía en dictadura, funcionario en democracia”, Superficie dio a conocer la pertenencia al Batallón 601 como “agente de reunión” del entonces funcionario de primera línea del gobierno provincial, Julio César Marturet, quien ocupaba el máximo cargo al frente de la Subsecretaría de Acción Cooperativa. Tras la publicación, el gobierno provincial guardó un silencio estoico y Marturet, ante la requisitoria de la revista, alegó que todo se trataba de un error y de una “irresponsabilidad periodística.” Sin embargo, el 6 de mayo de 2010, el diario Página/12 publica una contratapa titulada “Enemigo íntimo”, firmada por el escritor chaqueño Miguel Molfino, cuya hermana y madre fueron desaparecidas durante de la dictadura. En esa columna, Molfino cuenta que a través del artículo de Superficie pudo entender parte de la trágica historia vivida por su familia. El escritor chaqueño revela que Marturet, camuflado primero como su amigo y luego como novio de su hermana Marcela (militante de la Juventud Peronista), alcanzó la mesa familiar de los Molfino, para luego ausentarse, dejando lugar a una saga de secuestros: desaparecieron Marcela, su madre y su nueva pareja.
“No conozco un caso igual. Todos los que militamos en los 70 sabemos de varios casos de infiltración, pero que se haya infiltrado una familia es toda una novedad. Y lleva a pensar que debieron existir situaciones similares. Cuando finalmente la familia empezó a desarmarse (pasajes a la clandestinidad, cárcel, exilio) el espía Marturet –ya no conservaba el status de novio de Marcela– siguió concurriendo a casa, ahora en plan de solo amigo. Y cuando ya se produjeron las desapariciones de Marcela y Guillermo Amarilla y el asesinato de Mamá, el espía Marturet persistió en una agónica amistad con mi hermano José Alberto, hasta que abandonó Resistencia en 1982, con la misión cumplida”, contó Molfino entonces, aludiendo a un caso sin precedentes.
A las pocas horas después de haberse publicado esa contratapa, el gobierno provincial le exigió la renuncia a Julio César Marturet.
Un último caso denunciado en Misiones este año fue el de Marcelo Moreyra, multipremiado escritor de la provincia, que también ofició como Personal de Inteligencia del Batallón 601 durante el periodo comprendido entre 1976 y 1983. Al conocerse este caso, a Moreyra se le retiró una distinción que la Sociedad Argentina de Escritores y la Legislatura Provincial le habían otorgado.
El caso de Moreyra y el anteriormente mencionado de Marturet, a diferencia del de Carvallo, no se encuentran enmarcados en ninguna causa judicial por delitos de lesa humanidad, al menos en ninguna que sea de público conocimiento hasta el momento. Ambos, a diferencia de Carvallo, están libres y sólo han recibido la merecida condena social.
En una entrevista brindada a la Revista Superficie tiempo atrás, el abogado especializado en Derechos Humanos Jorge Pedraza, explicaba que “los agentes de inteligencia del Batallón 601 fueron el factor fundamental del terrorismo de Estado. Eran los que se metían adentro de las reuniones, los ‘orejas’. Fueron los famosos ‘baqueanos’, los que mas conocían el terreno. Así como en el campo los baqueanos conocen el territorio y sus secretos, en la militancia los baqueanos eran la herramienta de la que se valían los destacamentos de inteligencia del Batallón 601 para destruir mas rápidamente a toda resistencia política. Eran los que se infiltraban en sindicatos, en las universidades, organizaciones políticas y sociales, para recabar la información (ese era un primer tramo), luego esa información era procesada por los agentes de apoyo. Y si bien en cada operativo ellos emitían un informe, a veces, cuando descubrían la posibilidad de hacer un operativo, pasaban urgente la información al comando local, al área en que se circunscribiera, y había una interrelación. Entonces, la autorización para el operativo de exterminio, de secuestro, en definitiva lo daba el área militar”.