(Tono de voz chicloso, aire de empresario evangelista, cara y gesticulación que causan un terrible desabrimiento): Soy uno más de ustedes, sé lo que sienten, los problemas que están pasando, lo difícil que está la situación, me siento en el lugar de ustedes, yo también quiero lo que ustedes quieren, pero deben saber que todo lo que hago es por el bien y el futuro de ustedes, un país sin grietas, una nación, debemos volver al mundo, que el mundo nos respete como nos respetó durante décadas, debemos apostar al emprendimiento de los jóvenes, a la creatividad, somos un país rico en profesionales, el futuro está en los emprendedores, pero no podemos dejar que nuestras peleas internas nos dividan, debemos, todos juntos, pasar por la puerta de la victoria, pisar la sal, ustedes saben que veníamos bien pero de golpe pasaron cosas, para salir de esta tormenta tenemos que estar todos juntos, los argentinos no podemos vivir enfrentados por las discrepancias políticas, vayamos juntos, seamos un gran equipo …
¿Y si de pronto tomáramos en serio todo esto que dice este hombre que al parecer preside un país, sin burlarnos como petulantes de inteligencia avanzada, sin caer en la chicana barata a cada instante? Pienso por un momento: ¿Y si de veras el tipo siente eso? Esta sociedad es una trampa, o, como dicen los españoles, un tejemaneje. Como toda sociedad. Ya el término sociedad suena a cosa oscura, rara, muy probablemente corrosiva y por sobre todas las cosas destinada al desmembramiento.
Ya comenzaron a desplegar el manto sagrado. Ahora no hay más que alzar los brazos hacia el cielo y con la palma de las manos, ojos fuera de órbita, acariciar y acariciar, y, de tanto acariciamiento, caer postrado.