Revista Superficie* | En diciembre de 2001, la Argentina llevaba 35 meses de recesión económica ininterrumpida. Había 14 millones de personas en situación de pobreza, 7 millones de personas con problemas de empleo, una absoluta paraplejia del mercado interno, industrias y empresas en quiebra, y otras penosas consecuencias de la experiencia neoliberal suscitada desde la década del noventa.
En este contexto de crisis, los días 19 y 20 de diciembre, el gobierno nacional encabezado por Fernando de la Rúa (Alianza) y varios gobiernos provinciales promovieron cruentas represiones policiales como respuesta a protestas y saqueos a supermercados en distintos puntos del país. Estas acciones terminaron en verdaderas matanzas, que sumadas a otras situaciones de violencia, acabaron en la muerte de 34 personas. De estas personas, ocho eran menores de 18 años. Cuatro eran mujeres. Veinte de estas muertes fueron por balas policiales. Y el promedio de edad de los muertos fue de 25 años.
El libro Pocho Vive, editado en 2005 por la editorial de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti, condensa en uno de sus capítulos, un recuento de cada uno de los casos de personas fallecidas durante aquellos dos trágicos días de diciembre de 2001. Compartimos, a continuación, dicho material.
Santa Fe
Marcelo Alejandro Pacini tenía 15 años y era uno de los 9 hijos de Miguel Pacini y Catalina Sanchez. Vivía en el barrio Cabaña Leiva, al norte de la ciudad de Santa Fe. El 19 de diciembre fue asesinado por el comerciante Víctor Clemente, a cien metros de la sucursal de la cadena de supermercados Bienestar. Clemente le disparó con una escopeta, que impactó en el cuello del adolescente. La víctima se encontraba junto a otras personas que pretendían ingresar al supermercado. “Mi hermano fue ultimado a balazos por un comerciante de Santa Fe que pensó que Marcelo participaba de un saqueo, que iba a robar”, contó a Télam, Natalia Pacini hermana del joven. El juez de instrucción de cuarta nominación, Rubén Saurín, dictó en primera instancia la falta de mérito para Víctor Clemente, pero tanto el fiscal interviniente en la causa como la Cámara de Apelaciones revocaron la decisión. Posteriormente se ordenó la reconstrucción del hecho -entre otras diligencias- y se dictó el procesamiento de Clemente por el cargo de homicidio en exceso de legítima defensa. Clemente sigue libre.
Claudio Lepratti tenía 35 años. Nacido en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, y apodado “Pocho”, Lepratti era un militante social, profesor de Filosofía, delegado de la Asociación de Trabajadores del Estado y cocinero de la escuela N° 756 de Rosario. Aquel 19 de diciembre, Pocho estaba preparando la comida cuando escuchó algunos disparos. Subió al techo del edificio junto a dos compañeras del comedor y un profesor de matemáticas. Pudieron divisar a un grupo de uniformados disparando. “No tiren cagones, la escuela está llena de chicos” les gritó al Pocho. Fue confundido por un francotirador dirá la policía. El agente Esteban Velazquez le dispara con una itaka. La bala le da en el cuello, provocándole la muerte.
Aquel 19 de diciembre, la policía reprimía a un grupo de no más de diez personas en la esquina de España y Caña de Ambar, junto a la escuela donde trabajaba Lepratti.
Graciela Acosta tenía 35 años y siete hijos. Fue asesinada el 19 de diciembre a las 17 horas. Era miembro de un organismo de Derechos Humanos de Villa Gobernador Gálvez y trabajaba en la Comisión de Desocupados de esa localidad santafesina. Según la revista El Eslabón, su muerte fue presenciada por periodistas que la describieron por radio en vivo a través de LT8. Acosta se hallaba a 200 metros del supermercado La Gallega, junto a su amiga, Mónica Cabrera. Ambas buscaban a sus hijos en el tumulto. Cabrera relató a la revista El Eslabón:
“Estábamos a dos cuadras pero hubo un desbande y la gente retrocedió hacia nuestro lado. Fue un descontrol. En un momento escuché que Graciela me dice “están tirando, están tirando”. En seguida vi que se cayó de rodillas y luego para atrás. Pensé que le habían tirado con una bala de goma, pero cuando levanto la cabeza, veo que el policía apuntaba. Me tiro, la agarro de los brazos y trato de sacarla. La arrastré a un pasillo pero no reaccionaba. El primer tiro fue en la espalda y el segundo le dio en el pecho. Le partió el hígado, una arteria y los intestinos… Yo vi al policía que le disparó”.
Juan Alberto Delgado tenía 24 años. El 19 de diciembre se encontraba en la esquina de las calles Necochea y Pascó junto a otras personas, que habían acudido ante una promesa de mercaderías. Su hermana relataría luego: “A mi hermano le pegaron un escopetazo en las costillas, un tiro de (pistola) 9 mm, le rompieron la cabeza y falleció. No dejaron que lo atiendan. Vino la ambulancia, pero dijeron que ya estaba muerto. Le disparó la policía que reprimió en ese lugar supuestamente para evitar saqueos que nunca existieron. Estaban del Comando (Radioeléctrico) y de la seccional cuarta. Pero del lado que estaba mi hermano eran los de la seccional cuarta”.
Rubén Pereyra tenía 20 años. Vivía en el barrio Las Flores, de Rosario, y era padre de una niña de dos años . Según la información que la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Rosario presentó ante la comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra (Suiza), en ese barrio “la represión policial se desencadenó con particular violencia y ensañamiento”. El informe elaborado por la Dirección de Asuntos Internos de la Policía Provincial revela que murió por una “bala trasante o perforante –fusil Fal o pistola 9 mm-. No se recuperó el proyectil”. La Comisión No Gubernamental investigó esta muerte y determinó que: “Rubén estaba junto a un grupo que, en la autopista Rosario-Buenos Aires, detenía camiones en la noche del 19. Según los testimonios, cuando detuvieron el ómnibus de larga distancia, Pereyra alcanzó a sacar un bolso, y a su lado había un joven y una joven haciendo lo mismo. Uno testigo relató haber escuchado 5 o 6 tiros seguidos, y cuando se dio vuelta vio que Rubén estaba caído en el piso y que la parejita que estaba a su lado lo socorría. Según el testimonio brindado por esta joven que lo ayudó, Pereyra cayó arrodillado, motivo por el cual ella y su pareja acudieron a ayudarlo. Pereyra se levantó y les dijo que estaba bien y que podía seguir. Pero metros más adelante volvió a caer, sobre un puente que cruza el zanjón que está entre la autopista y el terraplén que separa al barrio de la autopista. Según relataron familiares de Pereyra, cuando regresaban del Hospital trasladando con ellos el cuerpo de Rubén para velarlo, en la entrada al barrio había gran cantidad de policías apostados en numerosos móviles policiales que intentaron impedirles el acceso. Finalmente, lograron que les permitieran ingresar al barrio. Más tarde, cuando se dirigían al cementerio relataron que los policías dispararon a los distintos vehículos que formaban el cortejo. Los familiares de Pereyra están seguros de que los policías que dispararon sabían que se trataba del cortejo que trasladaba el cuerpo del joven y que por eso los agredieron”.
Walter Campos tenía 17 años. El 21 de diciembre estaba en una cola para recibir un bolsón de comida para su familia. En ese momento la policía lo corrió junto a otros pibes. Fue muerto a doscientos metros del lugar, en Olivé 1300 bis de Empalme Graneros, Rosario. Walter fue perseguido por un oficial de las Tropas de Operaciones Especiales de la policía provincial que lo ejecutó por la espalda con una sofisticada arma dotada de mira telescópica. Tenía una bolsita de pegamento en sus manos al momento de ser asesinado.
Liliana Yanina García tenía 18 años. El 19 de diciembre cerca de las 18, al escuchar disparos y sonidos de los patrulleros salió a la vereda a buscar a su hija, en la esquina del mercado Supermarket. Recibió un tiro en el abdomen cuando salía, y murió cuatro horas más tarde en hospital Centenario.
Ricardo Villalba tenía sólo 16 años. Recibió un disparo en la cabeza que le provocó la muerte varios días después. Vivía en villa La Cerámica, de Rosario. Su nombre fue computado dos veces: primero, con su nombre correcto y luego, con el de Ricardo Álvarez Villalba.
Graciela Machado se encontraba en el supermercado La Gallega, en Villa Gobernador Gálvez, en el Gran Rosario. Allí hubo saqueos y represión. Promediando las 16 del 19 de diciembre, Graciela se descompensó y murió luego en el trayecto al hospital, de un ataque al corazón. Tenía nueve hijos y padecía un problema cardíaco producto del mal de chagas.
Buenos Aires
Damián Vicente Ramírez tenía 14 años. Fue muerto de un disparo en la cabeza que partió desde un comercio en Laferrere, partido de La Matanza.
Ariel Maximiliano Salas tenía 30 años. Murió de un escopetazo disparado desde un comercio en Laferrere, partido de La Matanza, donde se producían los mismos saqueos en los que murió Ramírez.
Pablo Marcelo Guías tenía 23 años. Murió producto de un puntazo en el riñón, recibido en un mercado de Francisco Solano, partido de Quimes.
Roberto Agustín Gramajo tenía 19 años. Recibió un balazo en el autoservicio Nico, de Don Orione, partido de Almirante Brown.
Víctor Ariel Enrique tenía 21 años. Estaba en el negocio Arca de Noé, en Don Orione, partido de Almirante Brown.
Eduardo Legembere tenía 20 años. Recibió tres disparos cuando estaba en el mercado Steffi, de Libertad, en Merlo.
Diego Avila tenía 24 años. Murió de un balazo en la cabeza en el supermercado Family de Villa Fiorito, Lanús.
María Rosales tenía 28 años. Fue muerta de un balazo en un hipermercado de V. Centenario, Lomas de Zamora.
Julio Hernán Flores tenía 15 años. Custodiaba el supermercado que su tío tiene en el barrio Arco Iris de Merlo cuando recibió un balazo letal.
Daniel Enrique Matassa tenía 23 años. Fue ejecutado por un ex oficial de la policía federal en una estación de servicio de Floresta, cuando mencionó que se sentía feliz mientras veía como golpeaban a un policía en la pantalla de un televisor del local.
Cristian Gómez tenía 25 años. Murió bajo las mismas circunstancias que Matassa.
Maximiliano Tasca tenía 25 años. Murió junto a Matassa y Gómez, asesinado por la misma persona.
Víctimas de la represión en Plaza de Mayo
Carlos “Petete” Almirón tenía 23 años y era militante de la Correpi. Murió el 20 de diciembre en el Hospital Argerich producto de un balazo recibido en el tórax en la esquina de Hipólito Irigoyen y 9 de Julio.
Marcelo Gustavo (o Gastón) Riva tenía 31 años, estaba casado con María Mercedes Arena, quien ahora contiene a sus tres hijos: Camila (8), Agustína (3) y Matías (2). Fue asesinado el 20 de diciembre en Tacuarí y Avenida de Mayo. Era mensajero y trabajaba en su motocicleta. Alrededor de las 15.30 Marcelo circulaba en su moto Honda junto a un grupo que arengaba y avanzaba aprovechando el repliegue policial. Pero la Guardia de Infantería abrió fuego y acertó en su humanidad quitándole la vida.
Diego Lamagna tenía 17 años. Era un manifestante más no alineado bajo ninguna bandera política. Había partido cerca de las 15 desde Sarandí, donde vivía junto a su madre. Murió el 20 de diciembre en la esquina de Hipólito Irigoyen y 9 de Julio, al igual que Almirón. Fue asesinado por un perdigón de plomo disparado desde un auto particular.
Alberto Márquez tenía 57 años. Murió durante la jornada del 20 de diciembre en la esquina de Sarmiento y 9 de Julio. En ese lugar también fue herido gravemente Martín Galli. Un artículo publicado por la revista Viva señala que en la mencionada esquina aparecieron un camioneta 4×4 clara, un Volkswagen Gol rojo y un Fiat Palio blanco. De cada uno se bajaron tres o cuatro personas. Sólo una de ellas tenía uniforme policial. Empezaron a dispararle a todo lo que tenían delante (gente). Martín corrió, pero recibió un disparo en la nuca que lo dejó tirado en el piso con convulsiones. La policía tiraba gases desde tres frentes: Corrientes, Diagonal Norte y Sarmiento. A metros de allí, Alberto recibió un disparo en el pecho y perdió la vida. Una persona asistió a Martín y le salvó la vida, aunque quedó postrado de por vida.
Gustavo Benedetto tenía 23 años. Salió desde La Tablada (o Ramos Mejía) rumbo a la plaza a las 15, enfurecido por lo que veía en televisión. A minutos de llegar murió de un disparo que partió desde armas manipuladas por hombres de civil apostados en el edificio en el que funciona el HSBC, en Avenida de Mayo 630 (y Chacabuco), aquel 20 de diciembre.
Rubén Aredes tenía 30 años. Fue herido de muerte en la plaza de Mayo. Recibió cuatro balazos y falleció más tarde en el hospital municipal Santojanni. En primer momento, se dudó sobre si había participado de la revuelta de plaza de Mayo, aunque luego confirmaron que había sido heridos en dichas circunstancias.
Paraná (Entre Ríos)
Romina Iturrain tenía 15 años. Murió el 20 de diciembre, al recibir una bala perdida durante los saqueos producidos en una sucursal de la cadena de supermercados Wall Mart en la ciudad de Paraná. Estaba tomando mates en la casa de su tía, frente al comercio, cuando fue herida de gravedad, y más tarde falleció en el hospital San Martín.
Eloisa Rosa Paniagua tenía 13 años. Murió de un disparo cuando la policía perseguía a saqueadores, el 20 de diciembre. A eso de las 16, Eloísa corría con familiares y amigos tras intentar ingresar a dos supermercados ubicados cerca del parque Berduc cuando una bala le ingresó por la boca y le salió luego por la parte posterior del cráneo, lo que le provocó pérdida de masa encefálica y, consecuentemente, su muerte. La bala habría partido de un arma policial. Era un proyectil encamisado, por lo que no dejó imágenes de plomo en el cuerpo.
José Daniel Rodríguez tenía 25 años. Su muerte fue un macabro hallazgo. El 19 de diciembre José salió de la casa donde vivía junto a una familia amiga, en Ameghino y Mosconi de Paraná, para ir a reclamar comida a la sucursal de la cadena de supermercados Wall Mart ubicada en Anacleto.
Medina y Larramendi. Allí fue visto por última vez con vida. Tras la violenta jornada del 19 José no regresó a su casa, por lo que el 20 de diciembre se presentó en Tribunales un habeas corpus en reclamo de que se establezca su paradero. El miércoles 2 de enero de 2002 un vecino que recorría el Parque Urquiza encontró el cadáver de José Rodríguez en un avanzado estado de descomposición. Este joven militante era un desocupado de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Según publicó Análisis Digital el día de su hallazgo, personal policial de la Comisaría Quinta de Paraná estarían comprometidos en el episodio, ya que varios testigos habrían observado cuando el dirigente fue levantado por una móvil policial.
Río Negro
Elvira Abaca tenía 42 años. Murió tras una gresca con efectivos policiales que intentaban reprimir un saqueo. Recibió un disparo de arma de fuego en su espalda que la mató.
Corrientes
Ramón Arapi tenía 23 años. Murió como consecuencia de un disparo de itaka disparada por policías que le produjo una fatal herida cardíaca. El hecho ocurrió durante la madrugada, cerca de las cuatro de la mañana del 21 de diciembre, en el barrio Nuevo. Tras recibir el disparo, el joven fue trasladado al hospital Escuela de Corrientes capital, pero llegó muerto. Su hermana mencionó al periódico Corrientes Noticias que Ramón estaba tomando tereré en la vereda junto a sus amigos cuando se desató la locura.
Córdoba
David Ernesto Moreno tenía 13 años. Hacía tres semanas había festejado su cumpleaños. El atorrante estaba contento, había aprobado siete de las nueve materias que rindió en diciembre en el Ipem 17, cerca de villa 9 de Julio (Córdoba), donde vivía, lo que le daba el pase para poder cursar segundo año. La siesta del 20 de diciembre fue hasta el supermercado Mini Sol, a siete cuadras de su casa, para ver cómo un grupo de vecinos intentaba saquear el local. De un momento a otro la policía apostada en el lugar comenzó a disparar contra la gente. David corrió entre los gritos, caídas, y gases por calle Piedra Labrada hacia Tupac Yupanqui. Varios recibieron balazos en sus espaldas, David cayó de boca al suelo con su rostro bañado de sangre. A metros cayeron una mujer y otro hombre. Él quedó tirado solo en la calle. Un policía con una escopeta se acercó y lo pateó en el hombro para que se levantara. Pero lo que pateaba ya no era David. Recibió una bala mortal en la nuca, entre otros cuatro impactos de goma y plomo. De la nuca le extrajeron una posta de plomo que pertenecía a un cartucho disparado por una escopeta calibre 12/70, que usa la policía. El cuerpo de David fue llevado a un dispensario. Las cámaras de televisión registraron el momento, su hermana miraba cómo sacaba ese cuerpo envuelto en una sábana manchada de sangre sin saber de quien se trataba. Su padre, empleado de Vialidad Nacional, estaba internado con hipertensión. A medianoche su madre fue hasta la Jefatura de Policía y reconoció a su hijo. El responsable del operativo era el comisario Luis Farías. La Justicia no encontró en los meses posteriores ningún responsable del hecho y sigue investigando desde la fiscalía a cargo del Dr. Eduardo Soria.
Tucumán
Luis Alberto Fernández tenía 27 años. El 20 de diciembre recibió un balazo de 9 mm en la cabeza que lo dejó primero en vida vegetativa en el hospital Padilla de San Miguel de Tucumán, y luego le produjo la muerte. El hecho ocurrió frente al hipermercado Libertad, ubicado en avenida Roca 3400, mientras se producían los saqueos.