Redacción Canal Abierto | Aumento en los combustibles, baja en los impuestos a la riqueza, quita de subsidios y una avanzada privatizadora sobre servicios públicos fueron algunos de los disparadores que en noviembre pasado llevaron a un estallido social en toda Francia.
A dos meses del inicio de las protestas y tras las tibias respuestas gubernamentales, el colectivo chalecos amarillos continúa con asambleas en rotondas y carreteras. De hecho, este sábado 19 de enero protagonizó la décima marcha por las calles de París.
“Pensábamos que con las fiestas de Navidad y Año Nuevo, o el invierno, iba a caer la movilización y actividades. Sin embargo, vimos que no, que incluso recuperan fuerza”, cuenta Arthur Moreau, secretario de un sindicato en la central sindical francesa Solidaires y asesor de Francia Insumisa, espacio político que en 2017 llevó a Jean-Luc Mélenchon como candidato a la presidencia.
“Una de las características novedosas del movimiento es que muchos de sus protagonistas no provienen de espacios que tradicionalmente protestan en las calles. Es más: las marchas comenzaron en zonas rurales de Francia, en los pueblos, con fuerte presencia de jóvenes, mujeres y jubilados. Es decir, sectores vulnerables de la población, muchas veces marginados del mercado laboral formal”, explica el dirigente.
Los gremios y partidos políticos, interpelados
Desde un primer momento los medios de comunicación mostraron a los chalecos amarillos como una revuelta espontánea, sin programa político o conducción, e incluso con el riesgo latente de una posible cooptación por parte de la ultraderecha nacionalista francesa. “Es cierto que hubo intentos para sacar provecho por parte del Frente Nacional (que conduce la xenófoba Marine de Le Pen), pero fue nuestro espacio (Francia Insumisa) el que inmediatamente respaldó la movilización. En particular porque las reivindicaciones eran muy similares a las propuestas programáticas. Todo lo contrario sucedió con el frente de Le Pen que, por ejemplo, no comparte propuestas de base de los chalecos, como el aumento del salario mínimo”.
En relación al apoyo por parte de los gremios, Moreau recuerda: “Solidaires está conformada por varios espacios, y eso en un principio dilató el respaldo. Sin embargo, a mediados de diciembre llamamos a una huelga inter sindical en apoyo a los chalecos amarillos. Por su parte, la CGT –otra de las centrales combativas- primero se mostró cauteloso, pero luego se vio empujado a lanzar mensajes a favor de la protesta. Por otro lado, hay un sector que caracterizamos como “reformista” que directamente se expresó en contra del movimiento”.
Macri-Macron
“No sólo sus apellidos son similares, comparten un perfil de gobernante. Macron proviene del empresariado, fue banquero antes que ministro de Economía del presidente François Hollande. Pero fundamentalmente coinciden en sus políticas de corte neoliberal, como son la baja de impuestos a los ricos y el encarecimiento de la vida para los trabajadores”, señala el joven sindicalista en relación a las similitudes entre el gobierno francés y el de Macri.
Y aclara: “De todas formas, no tengo claro si lo que está ocurriendo en Francia se parece más a la Argentina actual o a la del 2001, sobre todo por esa idea de ‘que se vayan todos’”.
Perspectivas…
“Con un Estado que sólo tiene como respuesta la represión, están dadas las condiciones para que el movimiento siga -opina el asesor de Francia Insumisa-. Además, el gobierno no está respondiendo a la altura de los reclamos. Es más, en los últimos días envió una ‘Carta a los franceses’, muy al estilo Luis XVI (último rey de Francia, derrocado y ejecutado por la Revolución Francesa), en la que habla de un gran debate nacional pero limita los puntos a debatir”.
Emmanuel Macron instó el martes pasado a los franceses a “transformar en oportunidad” el periodo al lanzar el “gran debate nacional”, un proyecto de consulta ciudadana con el que el presidente francés espera canalizar la cólera de los chalecos amarillos y crear un “nuevo contrato para la nación”. En su “Carta a los franceses”, Macron puso algunos límites a estas discusiones, como sus reformas fiscales o la eliminación del impuesto sobre la fortuna (ISF) que se niega a revertir pese a las críticas de los chalecos amarillos y parte de la oposición.
“Como sucedió en la Revolución Francesa o en mayo de 1968, vemos a los poderosos con miedo de ver al pueblo que lucha y se organiza”, lanza Moreau.