Redacción Canal Abierto | A tan sólo una semana de asumir la presidencia, la primera medida de peso de Mauricio Macri fue la eliminación y reducción de derechos de exportación sobre buena parte de los productos agroindustriales. Entre otros, los cueros bovinos salados secos que hasta entonces tributaban el 15%, pasaron a pagar un derecho del 10%.
El resultado de esta decisión impositiva y macroeconómica fue que, de 2015 hasta la fecha, se registró un 100% más de importaciones que hasta entonces. De hecho, los importadores (en 2015 eran 400) pasaron a ser más del doble.
Sólo los grandes curtidores se vieron beneficiados, mientras que industrias de confección y manufactura (las que mayor empleo y valor agregado generan) se encontraron –de la noche a la mañana- desamparadas ante la masiva competencia china o del sudeste asiático.
Como si esto no fuera suficiente, en noviembre pasado –tras una reunión entre Macri y la Mesa de Ganados y Carnes en la Casa Rosada- el Gobierno resolvió la baja del 10% de retenciones al 5%. En una demostración de poder y presión, luego los voceros del sector incluso llegaron a hablar de un compromiso de gravamen del 0%, rumor que los propios funcionarios tuvieron que salir a desmentir.
“Ya lo decía Manuel Belgrano: `no exportemos cuero, exportemos zapatos´”, recuerda Marcelo Cappiello, titular del Sindicato de Empleados, Capataces y Encargados de la Industria del Cuero (SECEIC), y aclara: “apenas asumió el macrismo sucedió lo que anticipábamos, una reprimarización de la economía a límites desconocidos”.
En “el país de las vacas”, la crisis que viene sufriendo el sector golpea sobre todo en los puestos de trabajo: en 2015, a nivel general, la industria del cuero empleaba de forma directa a 18 mil trabajadores. Hoy, a poco más de tres años de macrismo, está en 12 mil. “Y con varios miles sufriendo reducción horaria, eliminación de horas extras, diferimiento en el pago de los haberes. Para otras industrias secundarias como textil, calzado y vestimenta es mucho más duro porque dependen mucho mas del mercado interno”, cuenta el también secretario adjunto de la CTA Capital.
Sin embargo, no sólo los trabajadores sufren las consecuencias directas de esta reprimarización. En los años 2012 o 2014, por ejemplo, toda la cadena facturaba aproximadamente cerca de mil millones de dólares. En la actualidad ronda los 650 millones. “El único paralelo histórico que podemos trazar es con la Década Infame, cuando exportábamos la lana e importábamos pulóveres”, señala.
Tan sólo una muestra de la crisis fue el reciente cierre de la fábrica de pelotas Priball en la ciudad de Bell Ville, declarada «capital nacional» de la pelota de fútbol porque allí está la primera fábrica nacional -Dale Más- y una docena de Pymes que intentan sobrevivir a la competencia importada. La noticia resonó en todos los medios nacionales luego de que YPF (empresa con mayoría accionaria estatal) comprara a China 580.000 pelotas de fútbol para su promoción de verano.
Otra situación compleja que debe sortear la industria es el aumento de los costos fruto de los tarifazos. Un estudio reciente de la Comisión de Industrias de Diputados da cuenta de un aumento en el precio mayorista de la energía eléctrica del 495%. A esto se suma el incremento del 154% en los costos logísticos y del 194% a los insumos importados desde enero de 2016.
“Es una situación dramática para pequeñas y medianas empresas. Muchas, tratando de sobrellevar la situación, y otras, cerrando”, señala Cappielo. De hecho, un reciente informe de la Cámara Industrial de las Manufacturas del Cuero y Afines (CIMA) señala que “de 2015 a la fecha cerraron más de 90 fábricas de manufacturas en cuero, 300 de calzado, y 30 de curtiembres”.
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