Por Carlos Saglul | En su página de Instagram, el presidente Mauricio Macri subió esta semana dos testimonios. Un industrial admite hace cuatro meses “estoy parado”. Dice, no obstante, que continúa confiando en Cambiemos porque “si gastaba por treinta pero tenía veinte, ahora hay que devolver”.
El otro “cambiemita” es un jubilado que coincide con el industrial arruinado: “Si por setenta años se gastó más, hay que pagar”. Admite que no le “sobra nada”. Llama a no ser ansiosos ya que el Presidente está haciendo “cambios de fondo”.
De los cambios de fondo no hay duda. La economía está derrumbada hasta los cimientos. Ambos están de acuerdo que “el problema es la gente”. Los jubilados, más que ansiedad, tienen hambre y una necesidad de medicamentos sin los cuales morirán más rápidamente -para beneplácito del Fondo Monetario Internacional-. Entonces, ¿el Presidente está realmente tan preocupado por la ampliación de expectativa de vida?
¿A qué se refieren cuando dicen que derrochaban? ¿A tener un coche, aire acondicionado, a comer carne, a salir el domingo con la familia? ¿Qué pecados hacen a uno acreedor del infierno cambiemita? ¿Vivir como una persona digna cuando nunca se debió ser otra cosa que pobre?
Como buen psicópata, Macri se empeña en hacerles entender a las víctimas que son culpables de su situación. Todos repiten su cantinela: “los últimos setenta años de ruina argentina”. ¿Qué setenta años? El manejo de la matemática de Macri no es mejor que su castellano. ¿Se refieren al Rodrigazo con Isabel Perón? ¿O al 24 de marzo de 1976, cuando se impuso el modelo neoliberal que demolió el país y hace que en una nación que produce alimentos para trescientos millones de personas, más de la mitad de los hogares no tengan para comer a mitad de mes?
Para Macri la responsabilidad siempre está afuera: “pasaron cosas”, “la tormenta”, “estamos en el único camino posible”. El psicópata teje su telaraña como un gran ilusionista. Trabaja con el dolor. Dolor contra ilusión. El dolor siempre estalla y rompe la ilusión. La araña se desespera.
El problema es que “la gente de este país” sincera su discurso. El jubilado y el industrial son voceros del ideario de Macri. Hay gente que no entiende que debe sobrevivir para pagar la buena vida de su clase, viviendo de la teta del Estado, prometiendo “lluvia de dólares” desde el exterior, mientras ríos de dólares se van en sentido inverso, empobreciendo al país. O directamente se tienen que morir, porque ya no hay lugar para ellos. La consigna “Cambiemos” fue el corazón de la campaña del PRO. Este año parece que la consigna será “a sufrir que se acaba el mundo”. Convengamos que es un discurso que puede llenar la sala de algún pseudo pastor, pero no parece suficiente para volver a ganar la Presidencia de la Argentina, que si de algo está extenuada es de sufrir.