Van de uno a otro lado. En bicicleta estropeada, o en moto estropeada los que pueden. Llevan comida, o bebida, o preservativos, medicamentos, flores, cerveza, desayunos, zapatillas, cigarrillos, desodorante, pañuelitos de papel tissue, bronceador, un par de medias, una revista, una lata de pintura, escarbadientes, helado. Traen y dejan en tus manos lo que a uno le venga en gana. A cualquier hora del día y de la noche. Basta levantar el tubo, o echar mano de la aplicación EaeAPP (invención de Carlitos Balá, protagonista de películas milicas), y pedir. A cualquier hora del día y de la noche. El siervo va. Porque a su patrón le han hecho un pedido ya, de modo que va rapi, a veces en glovo. Y el buen pequebú, progre, desde luego, sale a las corridas cuando el siervo toca el timbre del portero eléctrico, mientras medita acerca de la propina que debe dejarle al moderno chasque del consumo y a los gritos ordena a su familia o a sus amigos que pongan la mesa ya, rapi, rapi. A la mañana siguiente suelta puteadas rabiosas porque a esos chicos Ya y Rapis y Glovalizados los explotan de manera impía. “Esto es terrible”, dice y se dice. “¿Sabías que esos pibes tienen que bancarse la mochila y la pechera y no sé qué otras mierdas más para laburar por dos mangos?”. Lo ataca una congoja de minutos, y para aplacarla pide por teléfono algo para comer y tomar. Y cuando suena el timbre del portero eléctrico de inmediato se pone a meditar acerca de la propina que debe darle al siervo.
El problema es doméstico. Y de conciencia, o, mejor, del entendimiento, aunque no sea más que minúsculo, del sentido de cierto sentido de la conciencia de susceptibilidad.
Todos tenemos hambre. De toda naturaleza. Pero hay modos y modos de satisfacerla, o, al menos, de engañarla.
Se me hace que no es la manera más apropiada colaborar activamente, ser cómplices, digamos, de la construcción de una sociedad compuesta de sirvientes.
Todos los noticieros de la tevé, incluso los noticieros de un par de canales que a veces parecen tener una cuota de amabilidad y comprensión con la malaria que nos devora, cada viernes se ponen a hablar del tiempo ideal que se viene para pasar el finde en la pile y mandarse un asado. Eso después de haber entrevistado a un carnicero de Rosario que resolvió vender en cuotas la carne, en tres cuotas sin interés; luego, en plazo más largo, con un seis por ciento de interés.
Hay siervos periodistas, siervos escritores, siervos legisladores, siervos sindicalistas, siervos empresarios, siervos presidentes, siervos muy siervos. La gran diferencia entre estos siervos y los siervos que no tienen más remedio que servir para mandarse un bocado a la boca, es que los siervos periodistas, siervos escritores, siervos legisladores, siervos sindicalistas, siervos empresarios, siervos presidentes, siervos muy siervos, son los hacedores de la servidumbre.