Por Pablo Bassi* | “¿Qué tengo que ver yo con el matrimonio igualitario?”, dicen que se preguntó en la intimidad del Congreso el senador Miguel Pichetto aquella noche de 2015 en que fue aprobado. Así y todo lo defendió, a capa y espada. Como la resolución 125, cuando tenso escuchaba el preludio del voto no positivo de Julio Cobos.
Siempre se refirió a Cristina Kirchner como la señora, con distancia a pesar de la confianza otorgada como presidente del bloque del Frente para la Victoria. Mejor relación tejió con Alicia Kirchner, ministra de Desarrollo Social. Dicen que la hermana de Néstor lo tenía en un altar. Pichetto construyó la personería nacional de Kolina en territorio rionegrino. La decisión adoptada ayer, dicen, podría ser el reaseguro para evitar eventuales carpetazos por la distribución territorial de planes sociales.
El anuncio que impactó en todo el espectro político puede entenderse como un modo elegante de retirarse de la política. Pichetto cumplirá en octubre 69 años y es posible que sea expulsado del Partido Justicialista. Pasará a la historia, dicen, como un monje negro y mal necesario.
No importa para el caso su derrota de 2015, cuando quedó a 20 puntos de Alberto Weretilneck. Importa más bien la fidelidad que le permitió a Casa Rosada aprobar el endeudamiento externo, el blanqueo de capitales, el pacto fiscal y las leyes de presupuesto
No obstante, reconocen su organicidad. “Quien gana conduce y el resto acompaña” es ley en el peronismo. Aquellos que traicionan el mandato son para Pichetto “librepensadores”. El senador fue un distinguido menemista, activo duhaldista, encumbrado kirchnerista y, cuando la conducción del movimiento quedó huérfana tras la derrota electoral de 2015, buscó disputar la conducción desde Alternativa Federal.
Nació en Banfield, se mudó a Río Negro, fue concejal de Sierra Grande, intendente, legislador provincial, diputado nacional. Se inició bajo el ala del renovador cafierista Remo Constanzo, acusado luego de recibir sobornos por la ley Banelco, durante la presidencia de Fernando De la Rúa.
Pichetto nunca construyó tropa propia, aunque apadrinó a varios dirigentes, entre ellos Silvina García Larraburu. Sus adversarios en el justicialismo rionegrino explican que esta bendición podría costarle a la senadora su candidatura en agosto. “En política todo se paga”, aducen.
El senador podría convertirse el 10 de diciembre próximo en vicepresidente de la república, lo que coronaría la estrategia del ala política de Cambiemos. No importa para el caso su derrota de 2015, cuando quedó a 20 puntos de Alberto Weretilneck. Importa más bien la fidelidad que le permitió a Casa Rosada aprobar el endeudamiento externo, el blanqueo de capitales, el pacto fiscal y las leyes de presupuesto.
Hay una anécdota que tuvo lugar en aquella campaña, muy recordada. Sucedió en Bariloche. Dicen que ante la presidenta de una junta vecinal deslizó que los edificios del IPV tenían que ser implosionados, para hacer espacios verdes. Que había que militarizar los barrios con chorros. Y dirigiéndose a una madre amamantando que pedía trabajo, que mejor buscara a su marido.
(*) Desde Bariloche
Publicado en Colectivo Al Margen