Por Sergio Alvez | Con casi 400 mil habitantes, la ciudad de Posadas es una de las capitales provinciales más importantes y a la vez más empobrecidas del NEA. Según el informe “Pobreza e Indigencia Multicausal del 4° Trimestre 2018”, difundido en junio por el Instituto Provincial de Estadísticas y Censos (IPEC), en Posadas un 33,1% de los hogares están sumidos en la pobreza (2,4% más que en mismo periodo el año anterior), mientras que un 16,6% se encuentra en la indigencia (0,8% más que el mismo periodo el año anterior).
Es decir que 39.217 hogares se encuentran en la pobreza y 19.612 en la indigencia. En tanto, si miramos las estadísticas recientes del Instituto de Pensamientos y Políticas Públicas (IPYPP), encontramos que hay 229.365 personas en situación de pobreza en la capital misionera.
En este distrito, unido a la ciudad de Encarnación (Paraguay) a través del río Paraná, la demanda de mercadería en comedores comunitarios y de manera directa aumentó un 60% en los últimos seis meses, según la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad de Posadas.
En Posadas, el 2018 dejó un total de 500 comercios cerrados, y en lo que va del año ya son 200 las casas comerciales de distintos rubros que tuvieron que cerrar sus puertas y dejar personal en la calle.
Estas son algunas cifras que explican lo que a simple vista se ve en las calles, lo que se respira en los barrios. La brutal crisis provocada por las políticas económicas de un gobierno nacional neoliberal, acompañadas orgánicamente en Misiones -tanto por el gobierno provincial como por los diputados nacionales que tiene esta provincia-, provocan un derrumbe social que día a día no hace más que agravarse.
Detrás de los números están las historias de las personas atravesadas por una malaria económica que sólo pueden soportar quienes tienen algún tipo de respaldo, pero que a quienes ya vivían con poco hoy los obliga a revisar la basura en busca de alimento o a tener que buscar el mango 15 horas por día para poder apenas pagar el alquiler, la comida, los remedios y los servicios.
Mateo
Casi 20 kilómetros separan al barrio Ñu Porá (Garupá) del centro de Posadas. Todos los días, este es el recorrido que hace Mateo, un pibe de 12 años, para vender bombones, alfajores y chocolates, una de las estrategias de supervivencia de su familia para poder sostenerse. “Empecé a trabajar el año pasado cuando a mi viejo lo echaron de la empresa constructora donde trabajaba. Era albañil con empleo fijo. En casa somos seis hermanos. Mamá está enferma y papá sólo consigue changas. Por eso los dos hermanos que ya somos grandes salimos a trabajar, sino no podemos pagar la luz ni el agua. Ya nos cortaron varias veces. Entre todos juntamos para la comida y las cuentas, no sobra nada”, cuenta Mateo, quien suele permanecer en la ciudad hasta la medianoche, cuando el último colectivo del día lo devuelve a su barrio.
“Ya no voy a la escuela. Me quedé en cuarto grado. A la mañana antes de salir mi viejo hace reviro o torta fritas con cocido. Al mediodía como una chipa o un sándwich. A veces me regalan comida. Y a la noche cuando llego hay fideos o polenta. A veces se termina la garrafa y no hay plata para comprar, entonces tengo que comer alguna galletita o algo que sobró de mis hermanitos” añade el niño, dando cuenta de la difícil situación que lo obliga a experimentar la explotación laboral infantil.
Guadalupe
Nació en Bonpland hace 72 años. La bautizaron Ramona Guadalupe, pero ella prefiere su segundo nombre. Creció en la chacra. “Éramos pobres pero comida jamás faltaba”, cuenta la mujer, mientras con un cuchillo corta las partes podridas de un tomate del cual logra rescatar menos de la mitad, como el resto de las verduras que extrae de uno de los contenderos del Mercado Central de Posadas, donde cada día que pasa hay más personas hurgando entre los restos.
“Yo empecé a venir hace poco. Conocía gente que venía de antes. Yo vivo acá en el barrio A4 y tengo mi casita y mi jubilación de ama de casa, pero se me va todo en la luz y los remedios que aumentaron muchísimo. Antes me alcanzaba y mi hijo me ayudaba un poco, pero ahora no le alcanza ni a él ni a mí. Entonces vengo acá, y me llevo las verduras para la semana. Si se limpia bien es verdura buena para sopa. No quiero pasar hambre. A veces vienen mis nietos y no tengo nada que ofrecerles”, dice Guadalupe, quien fue una de las más de 80 mil personas relocalizadas por la Entidad Binacional Yacyretá bajo el pretexto del aumento de la cota de la represa instalada en Ituzaingó (Corrientes). “Soy afectada por la represa. Nos prometieron luz barata y hoy no podemos pagarla. Yacyretá solo nos trajo pobreza”, expresa la doña.
“Cada vez más gente buscando descartes”
Juan es estatal. Trabaja en el Mercado Central hace varios años, donde es delegado de ATE. “En los últimos meses, aumentó mucho la cantidad de gente que viene a buscar descartes en el conteiner de basura del Mercado. Es la mercadería que los puesteros tiran porque no está en condiciones o está podrida. Pero la gente lleva igual. Antes venía mucho menos cantidad y lo hacían a las 5 de la mañana. Ahora son muchos más y vienen ya a las diez de la noche. Se nota el hambre”, refleja el trabajador.
La búsqueda de alimentos en los contendedores de basura se volvió una constante en todos los barrios de la ciudad. A toda hora, algo que no ocurría en esta dimensión hace un tiempo atrás, es posible hallar a personas que hurgan por algún resto comestible entre lo que otros desechan.
Silvana trabaja en una parrilla-restaurante de una de las avenidas principales de Posadas. “Todos los días tenemos entre 20 y 30 personas que pasan a pedir comida, las sobras. Les damos lo que podemos. Y aún así, hay otras personas que revuelven la basura que tiramos en busca de restos que para nosotros ya no pueden comerse, pero cuando hay hambre la desesperación te lleva a eso. Nunca vivimos esto en Posadas”, señala Silvana.
Hay limones
A cada paso en la ciudad de Posadas el visitante podrá encontrar personas vendiendo bolsitas de limones. Se trata de una especie que crece en abundancia en la zona, vulgarmente conocida como “limón mandarina”. Es un fruto que llega a almacenar una gran cantidad de jugo, y que tiene la singularidad de poder ser utilizado desde que es verde y pequeño, hasta su punto máximo de madurez, cuando luce anaranjado y del tamaño de una pelota de tenis. Niños, mujeres, hombres y ancianos venden – a 30 pesos- las bolsitas en semáforos y afuera de los principales supermercados de la ciudad.
Santiago tiene 49 años y sale a vender con toda su familia en cercanías de Villa Cabello. “Soy plomero y electricista. Toda la vida trabajé independiente. Tengo cuatro hijos. Desde hace dos años que cada vez tengo menos trabajo. Antes no me alcanzaba el tiempo. Ahora no me alcanza la plata. Llega fin de mes y se acumulan las cuentas. De noche tengo pesadillas, que no puedo pagar el alquiler y nos quedamos en la calle como les pasa a tantas familias que conocemos. Por eso conocimos a un hombre que tiene limoneros en el barrio San Isidro, vamos con bolsas de arpillera, cosechamos y venimos a vender a la ciudad. Cada pesito suma para poder pagar las cuentas y la comida de los chicos”, afirma el hombre.
Cerrado por ajuste
Locales vacíos y con carteles de alquiler se volvieron una postal en cada cuadra de la ciudad. Verdulerías, casas de electrodomésticos, peluquerías, cervecerías, kioscos. La crisis no hace distinción. Como se consignó anteriormente, en un año y medios son 700 los comercios que bajaron sus persianas. Tarifazos, caída estrepitosa del consumo y presión fiscal figuran entre las razones mayormente esgrimidas por los comerciantes a la hora de explicar la debacle.
Uno de los casos recientes es el cierre de la Casa Arhndt, una mueblería con 40 años en el circuito comercial de Posadas. “Tenemos un apriete económico como nunca antes. Tuvimos un ahogo fiscal durante todo el 2017 y todo lo que va del año. Nos destruyeron”, manifestaron desde la firma.
Código Cerveza, un local de cervezas importadas ubicado en un lugar privilegiado de Posadas, también bajó las persianas hace unas semanas atrás. “El consumo interno se cayó a pedazos y en nuestro caso, como toda micro pyme, necesitamos espalda financiera para soportar momentos tan duros. Las víctimas somos todos, mi equipo y yo, que también tengo que reinventarme a mis casi 50 años después de haber instalado una marca, posicionado no solamente en Posadas, sino a nivel regional y con un potencial invaluable. Cerramos por las mismas causas que están cerrando muchas Pymes del país”, indicó el responsable del comercio.
Ajuste, desempleo, precarización y pauperización salarial
Para la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) de Misiones, el marcado desmejoramiento social motivado por las medidas económicas, “se observa con claridad en Posadas pero se da en todos los municipios” y tiene un impacto “directo y tremendo” sobre aquellas familias que tienen menos recursos. “El ajuste es dramático para las y los trabajadores estatales de la provincia, ya que en la administración provincial como en los municipios, los salarios están pauperizados y ante ello la inflación devora el poder adquisitivo. Los sucesivos aumentos van licuando los salarios, y si a esto le sumamos la fuerte precarización laboral en la provincia, que priva a miles de familias de por ejemplo el aguinaldo y otros beneficios, la situación se torna muy complicada. Vemos los estragos del ajuste día a día, y luchamos con el flagelo de estas políticas criminales”.