Redacción Canal Abierto | “Creo que todo acto, palabra o discurso es político. Ya el movernos o actuar es político y lo estoy descubriendo ahora”, relata Marian Gómez, tras haber recibido un año de prisión en suspenso por besar a su esposa en la Estación Constitución.
En una nueva entrega de Es la política, coproducción de Lavaca TV y Canal Abierto, Marian contó lo que vivió junto a su esposa Rocío ese 2 de octubre de 2017 en el que los “uniformados” la discriminaron e hicieron abuso de poder.
“Estábamos charlando y fumando. Estuvimos casi una hora, hasta que vino el empleado de Metrovías directamente a mí a decirme que apague el cigarrillo. Yo le señalé que no había ningún cartel donde estábamos y le pregunté por qué lo tenía que apagar si había más gente fumando. Entonces con la mano llama al policía que estaba con él y que nos estaban mirando. Rocío también estaba fumando y a ella no le dijeron nada”.
“Che pibe, apagá el cigarrillo”, le dijo el policía. A pesar de haberle aclarado que era mujer, la seguía tratando en masculino y la empujaba poniendo la mano en su pecho. “No pibe, quedate acá, vas a ser detenido”, le contestó cuando ella se quiso ir de Constitución.
La llevaron a Boedo. La hicieron desnudar, la requisaron, la hicieron abrir de piernas contra una pared, pararse y agacharse hasta que ellos quisieron decir basta. La tortura que comenzó poco después del mediodía terminó a las nueve de la noche cuando la dejaron salir.
Mientras todo esto pasaba, a Rocío la trataban como “la amiga”, y Jonatan Rojo, el policía que la detuvo, le pedía que compruebe que eran esposas o que se retire. Rocío, que carga siempre la libreta, se la mostró.
“No creo que haya una persona heterosexual que ande con la libreta de matrimonio encima o que sepa dónde la dejó. Nosotras hace tres años que nos casamos. Lo hicimos en Olavarría y en ese momento no había libretas, así que nos dieron un certificado donde figura que el esposo es Rocío y la esposa soy yo. Hasta los papeles están mal impresos todavía”.
Hay una ley que las ampara, y no deberían andar con la libreta a cuestas. Pero –cuenta Marian- no es la primera vez que el personal público se las pide para comprobar que lo que dicen es cierto.
Durante el juicio, Rojo declaró que se acercó a ella porque estaba actuando bajo el protocolo de violencia de género. Al tratarse de dos mujeres, esto no se aplica. En todo caso se trataba de violencia doméstica, lo cual tampoco aplicaría porque él no las reconocía como casadas.
“No desobedecí ninguna orden legítima. Yo me defendí de un acto lesbodiante y discriminatorio que tuvo el policía hacia mí y hacia mi pareja. En este caso fui yo quien fue arrestada, quien recibió los golpes, pero mi pareja también fue discriminada”.
El 28 de junio, día del Orgullo LGBTIQ, la jueza Marta Yungano -a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal N° 26 que llevó el juicio- dictó la sentencia de un año de prisión en suspenso para Marian bajo la carátula de “resistencia a la autoridad y lesiones graves”. El 5 de agosto es la fecha límite para presentar la apelación.
Para Marian, esta no es la primera vez que el Estado estuvo ausente, que la violentó, o que apoyó a quien si violenta. Desde los 3 hasta los 19 años, fue abusada sexualmente por Guillermo Osvaldo Sosa y Víctor Osvaldo Sosa (padre e hijo). Junto a ella, sus dos hermanas denunciaron a Guillermo, que las abusó mientras fue pareja de su madre.
“Denunciamos las tres y el Estado no nos dio psicólogos, abogados, nada. Solamente tuvimos un fiscal que llevó solo un juicio abreviado con los dos pedófilos y le dieron 8 años a cada uno. Uno en prisión domiciliaria porque tiene diabetes. Él tenía diabetes cuando me violaba y eso no le impedía hacerlo, pero si le impide estar en la cárcel. El otro está preso y sale ahora en septiembre. No cumplió los 8 años. A mí por un beso, legal porque estoy casada, me dieron un año de prisión en suspenso”.
Esta ausencia por parte del sistema, hizo que Marian y Rocío tengan que hacer públicas sus historias de vida para poder tener respuestas. “Yo recién estoy empezando a entender cómo se mueve todo. Yo y mi pareja no somos las únicas que sufrimos esto. Nuestras compañeras trans lo padecen todos los días, las arrestan, las gastan, las muelen a palos, es terrible. Es un abuso legitimado y tiene el apoyo del Estado”.