Lo que más le molestaba, hasta podría decirse que lo perturbaba, que lo conducía a un estado de terrible inquietud, que por detrás, mientras él estaba por ahí, como que meditando, como que contemplando el paisaje, alguien le pinchara el hombro con la punta del dedo índice, o cualquier otro dedo, claro. Un aguijonazo. La cabeza que ladea hacia el lado del hombro del dedo. Y los ojos no ven a nadie. Mejor dicho: ven a nadie. ¿Habrá sido alguien que abandonaste? ¿Alguien que te busca? La única certeza es que nadie te busca. Nadie nunca volverá a buscarte. Mucho menos los que abandonaste.