Luciana Ghiotto* (@lucianaghiotto) | Los acontecimientos de Chile de estos últimos tres días han generado sorpresa, tanto en el país como en la región. La protesta de carácter nacional no tiene dirigencias evidentes, ni delegados o voceros. Una protesta que no puede ser controlada es, desde la óptica del gobierno, más peligrosa que una huelga general o una movilización llamada por organizaciones sociales previamente reconocidas. Aquí no hay cabezas, sino puro hartazgo.
La respuesta del gobierno fue volver a la imagen del 11 de septiembre de 1973, como si nunca nos hubiésemos despertado de ese día: con el toque de queda y el despliegue de los militares en las calles se avivaron los peores recuerdos de todo el Cono Sur. En las últimas 48 horas las fuerzas armadas actuaron en algunas ciudades con una notoria violencia, pero en otras se mantuvieron en una posición más pasiva. En esta última situación, los militares de a pie fueron motivo de burlas por parte de la población. Porque especialmente los jóvenes, ya no les tienen miedo.
Esto vuelve la situación mucho más compleja y peligrosa en el marco del escenario de los próximos dos meses en Chile. Porque la protesta debe ser enmarcada no sólo en el corto plazo, es decir, en las acciones recientes a partir de la suba del precio del transporte, sino en el mediano plazo: en el marco de las próximas cumbres internacionales que llegarán a Chile. La agenda internacional en las protestas es un elemento poco visible y sin embargo central para entender hacia dónde puedan derivar los hechos de los próximos días y semanas.
Este año la agenda internacional entró en la agenda chilena desde varias aristas. Por parte de las organizaciones sociales, éstas tomaron con fuerza la protesta contra el Tratado Transpacífico (TPP11) durante todo el año, lo cual generó un efecto impensable según la propia historia de Chile: detener por ya 10 meses la aprobación de un Tratado de Libre Comercio (TLC). El TPP11 encontró su primer gran escollo en Chile, el país con mayor cantidad de TLC del mundo, y que sin embargo logró instalar con un Plebiscito el rechazo al tratado, con una participación de más de 580.000 chilenos y chilenas.
Por parte del gobierno, el intento de ponerse como jugador de la agenda internacional llevó a que Sebastián Piñera ofreciera su país como huésped de dos grandes cumbres internacionales: el foro de la APEC, que reúne a los países de la cuenca del Pacífico y que tendrá lugar el 16 y 17 de noviembre; y la Conferencia de las Partes (COP25) sobre cambio climático. La realización de la cumbre de la APEC significa que Donald Trump, Xi Jinping, Vladimir Putin, además de otros líderes de los 21 países miembros, estarán presentes en Chile dentro de menos de un mes.
La llegada de Donald Trump es determinante para entender la escalada de violencia y militarización que pueda vivirse en Chile en los próximos días. Esto ya tiene precedentes. Sólo el año pasado, la cumbre del G20 que tuvo lugar en Argentina mostró un inusitado despliegue de fuerzas de seguridad. Lo que es más, el arribo de Trump a un país implica que meses antes las fuerzas nacionales son coordinadas por la CIA norteamericana en los operativos de seguridad. El gobierno chileno ya comprometió 4.000 carabineros de todo el país para los operativos. Esto significa que lo principal es la seguridad del presidente norteamericano, no de los ciudadanos del país, cuyas actividades se ven paralizadas por los operativos de seguridad.
Además de los presidentes, llegarán a Chile más de 15.000 personas para el trabajo logístico y de seguridad de la cumbre. Estos se alojarán en 15 hoteles de la ciudad, que tendrán seguridad especial. Carabineros tendrá una labor transversal: revisión de hoteles, un plan de Inteligencia, labores de emergencia, entre otras cosas. En definitiva, mantener el orden. De lo cual hoy no hay garantías en todo Chile.
Y sólo dos semanas después se realizará la COP25, que aunque no tendrá la presencia de Donald Trump, sí el protagonismo de miles de jóvenes ambientalistas que hoy protagonizan una de las movilizaciones más dinámicas a nivel global. Ya está confirmada la presencia de la joven sueca Greta Thunberg para estos eventos, lideresa espontánea de una marea internacional de jóvenes que se manifiestan con acciones directas por todo el planeta. La COP25 reunirá además a 20.000 personas de los 197 países miembro.
Los eventos internacionales de las próximas semanas en Chile son cruciales para entender la escalada de violencia que puedan tomar en las próximas horas las protestas callejeras en todo Chile. Piñera deberá mostrar un país en orden para que llegue Donald Trump. De no ser así, este podría cancelar su visita, lo cual en la agenda pro-norteamericana del gobierno sería visto como un fracaso. Esto puede implicar una escalada de militarización que tenga como resultado limpiar de manifestantes las calles de las principales ciudades con el fin de “pacificar” finalmente el país. O quizás en un rapto de cordura el gobierno comprenda que en pos de su objetivo de agenda internacional le conviene dar mayores garantías sociales y abrir el diálogo, aunque sea sólo en el plano de las promesas, para calmar las aguas internas. Según los últimos anuncios sobre el refuerzo de la seguridad, parece que el escenario va a ser el primero. De ser así, se puede esperar una fuerte presencia policial y militar en las calles por las próximas semanas, hasta que pasen ambas cumbres.
Cualquiera sea el caso, se hace cada vez más necesaria la articulación social frente a estos foros internacionales y sus impactos en el nivel nacional. Es menester que las Cumbre de los Pueblos frentes a ambos eventos se llenen de chilenos y chilenas, pero que cuente con una fuerte presencia de las organizaciones y referentes académicos de la región, con el fin de mostrar la fuerte solidaridad con el proceso de luchas en Chile.
ARTÍCULO PUBLICADO EN radio.uchile.cl
*La autora es Investigadora del CONICET/Argentina, Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Coordinadora de la Plataforma América Latina mejor sin TLC. Colaboradora de Transnational Institute (TNI)