Por Federico Chechele | ¿Ayer se definió que Mauricio Macri dejará de ser presidente de la Nación el próximo 10 de diciembre o que Alberto Fernández junto a Cristina Kirchner lo sucederán en la Casa Rosada? Hoy, la mayoría de los argentinos siente alivio, por eso la respuesta es la primera opción.
El daño económico y social que produjo el gobierno de Cambiemos logró que la mayor parte del campo popular entienda la necesidad de unirse para sacar al gobierno con más odio de clase que se recuerde. Por eso, los sectores que conforman el Frente de Todos aportaron lo suyo para, en primer lugar derrotar a Macri, y luego gobernar para retomar derechos y enderezar la economía.
Para que eso sucediera, durante los últimos cuatro años se dio un debate entre las distintas fuerzas opositoras y prevaleció un axioma que tuvo su fruto: sin el kirchnerismo no se puede derrotar a Macri, pero con el kirchnerismo sólo no alcanza. La experiencia electoral de 2015 fue un aviso y las elecciones de 2017 la secuela. Con debate militante y en las calles se fueron dirimiendo las diferencias para desterrar a este modelo neoliberal.
El anuncio de la candidatura de Alberto Fernández logró que varios sectores alejados del kirchnerismo acepten el desafío de disputar el poder dejando a un lado los matices. El kirchnerismo también hizo lo propio. Fue un aprendizaje político para que el peronismo regrese a su vocación frentista y, con paciencia y amplitud, ayer se logró el objetivo. Por eso sobran motivos para festejar.
Pero ahora se viene la tarea más difícil, que no se trata sólo de encauzar la economía y fortalecer los derechos de los trabajadores. Para que esto funcione el Frente de Todos tiene que interpelar a muchos más de los 12 millones que lo votaron ayer. Porque del otro lado quedaron con vida. Los abultados números de las elecciones de agosto se agitaron para su lado y se terminó festejando con la bronca de no poder lograr mayor diferencia y más territorialidad.
Porque el peor gobierno de los últimos 36 años se va con el 40% de los votos. Suena a esquizofrenia pero, como dijo el Presidente, pasaron cosas: gobernaron con el respaldo de Estados Unidos que les financió la campaña con el préstamo más grande de la historia del FMI, fue la gestión menos investigada por los grandes medios de comunicación que se recuerde en democracia, hicieron política desde Comodoro PY y contaron con la complicidad de un gran sector de la población que es hostil, racista y homofóbica.
Con esos apoyos, Macri y sus candidatos jugaron sus últimas fichas y tras los resultados de agosto apostaron por lo que realmente sienten: exponerse como un partido de derecha, así recuperaron 9 puntos y se fueron a dormir con una derrota menos dolorosa. Pero hay que estar atentos, porque ese 30% duro que acompaña cualquier ensayo electoral liberal más el 10% que se sumó ayer seguirá existiendo y dependerá de la política que ese acumulado se vaya eclipsando.
Habrá que ver cómo procesa Macri la derrota, ya que anoche hizo el discurso más suelto de sus cuatro años de gobierno dejando en claro que se siente más cómodo como líder de la oposición que como el mayor responsable de la nación. El planteo será si se aferra al respaldo que recibió ayer o entrega el liderazgo a Horacio Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal, aunque la gobernadora terminó siendo la abanderada de la derrota. Con los 14 puntos que le terminó sacando Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires le rompió parte de la estructura que diseñó el jueves pasado en el cierre de campaña con el «ahora nosotros», lanzando el postmacrismo. Sus propias internas lo resolverán y tienen con qué porque acumularon más de lo que ellos imaginaron tras las PASO: con los resultados de ayer, van a tener alrededor de 120 diputados y 24 bancas en el Senado.
Una vez más el peronismo y sus frentes electorales deberán asumir la presidencia con un país incendiado. El triunfo de Alberto Fernández en primera vuelta con un 48% es un buen respaldo pero que deja varias lecturas. Es menor a lo que se proyectaba tras las Primarias pero enorme si se tiene en cuenta que Macri llegó a la presidencia ganando por tres puntos un balotaje y armó y desarmó lo que todos ya sabemos.
Ayer ganó la política frentista y perdió la política de entrega. Se deberá afrontar un país con 35% de pobreza, 10.6% de desocupación y con deudas impagables por eso será vital no planchar las movilizaciones porque de ahí surge lo más creativo del campo popular. Hasta altas horas de la noche la gente seguía en la calle, con banderas y a los bocinazos, porque derrotó a Macri, porque va a exigir mejor calidad de vida y, como siempre, retomará la senda de la esperanza.
Fotos: Guillermo Fernández