Por Mariana Aquino / Revista Cítrica | “La calle era una locura. El caos de Congreso se sentía en todos lados y yo no podía ni viajar. Estaba desesperada, Aníbal me decía que lo iban a deportar y yo en medio de un caos”. Era 18 de diciembre de 2017, en el Congreso, Diputados trataba la Reforma Previsional y después de las balas de goma, la represión y las detenciones del 14, el operativo de seguridad era más grande (y violento) que el anterior. Mientras miles de personas rechazaban con sus cuerpos en las calles la reforma, Laura vivía su propia pesadilla. Diferente pero parecida.
Aníbal es paraguayo y se pasó 20 años en la Argentina. Trabajaba de albañil y vivía con Laura en El Jagüel, al sur del conurbano bonaerense, en la tranquilidad de una calle lindera a la autopista Buenos Aires-Ezeiza; vivía con ella y sus tres hijes: Julio, Facundo y Mía. Anibal vivió en Argentina hasta el 25 de diciembre de 2017, cuando fue deportado del país.
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Ese día, el último que pasó en su casa, Aníbal le dio un beso en la frente a Mía, la menor de la familia; saludó a Laura, se subió a la moto y se fue a la estación a tomarse el tren hasta Burzaco para llegar temprano a Migraciones. Quería regularizar su situación como ciudadano paraguayo con 20 años de residencia en el país pero no lo dejaron. “Me llamó de Migraciones y me dijo: ‘Me quieren llevar detenido’. ‘¿Cómo es eso?’, le dije yo. Y él estaba desesperado: ‘Sí, me llevan, Laura, vení’”.
Ocho días estuvo detenido en la comisaría de Lugano. Allí Laura lo visitaba con la esperanza de que lo liberaran lo antes posible, pero el 25 de diciembre finalmente lo deportaron. “Aníbal me llamó y me contó que lo estaban llevando a Aeroparque. Yo justo estaba viajando para verlo y de la locura me bajé del colectivo llorando, no sabía qué hacer. Me fui igual hasta Capital pero no llegué a verlo. ‘Dentro de una hora sale el vuelo con destino a Paraguay’, me dijo por teléfono una empleada de Migraciones. Sufrí un destrato total. Se lo llevaron, no me permitieron ni verlo. Lo que me da más bronca es que con una sola firma, Macri arruinó la vida de nuestra familia. Y ni siquiera sabe lo que nos hizo”, sentencia Laura.
Porque fue así: literalmente expulsado. Lo subieron a un avión, lo dejaron en el aeropuerto de Asunción con lo puesto. Sin familia, ni trabajo ni casa. Solo con la certeza de que en Argentina ya no era bienvenido.
Las consecuencias de un decreto
Un año y diez meses después, Laura lleva una larga batalla contra las injusticias. De idas y vueltas con diferentes abogados que no avanzaron en la causa, con deudas y urgencias que no la dejan dormir. Extraña a Aníbal y extraña su vida anterior, antes del DNU. Cuenta que se quedó sola, la familia y los amigos se fueron alejando. Solo tiene a sus hijes como único y potente sostén: “Nosotros estamos re mal. Intentamos recuperarnos pero no podemos. Yo tenía un kiosco completito, vendía empanadas, milanesas de pollo, hasta verdura vendía. Ahora tengo tres paquetes de galletitas, dos cervezas y dos gaseosas. Mi hijo mayor empezó a trabajar en una parrilla pero le pagaban dos mangos y no nos servían. Prefiero que trabaje conmigo».
«Me quede endeudada y la economía familiar se destrozó. Ahora nos vamos a vender en el trueque y a veces llevamos la mitad del kiosco a la feria, ropa usada vendemos, cualquier cosa. La moto de Aníbal está ahí tirada en el galpón juntando deudas, y no pudimos terminar la casita que estábamos haciendo para alquilar. Imagínate, a la noche no duermo pensando: ¿Qué voy a hacer con esto o con aquello?¿Qué vamos a comer mañana?, ¿Cómo vamos a hacer?”, se pregunta.
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“Es difícil todo”, dice Laura, que entre mate y mate nos cuenta la historia que la une a Aníbal y recupera por unos minutos la sonrisa. Se conocieron en 2006, en una visita de ella al penal de Olmos, donde Aníbal cumplía una condena de seis años por exceso en la legítima defensa. La cumplió y cuando salió de la cárcel fue directo a la casa de Laura, y formaron la familia que hoy tienen. Nos habla de Aníbal a través de sus cartas y las fotos del casamiento, nos habla de un tiempo donde fueron más felices.
“Él salió de preso y consiguió trabajo, porque siempre trabajó. Y a mis hijos le dio la posibilidad de tener un papá presente, amoroso. Fuimos muy felices en esta casa. Acá tenés lo que se dice una familia hermosa pero que ahora está destrozada”. A Laura no le gusta llorar delante de Mía. Por eso Julio, el mayor, le da respiro y sigue con el relato: “Cuesta mucho todo. Yo la trato de contener y apoyar pero cuesta porque ella está muy triste. Y nosotros también”.
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“‘¿Sabés lo que es que te saquen con lo puesto y te tiren en otro país, en el que no estás hace más de 20 años, en el que ya no conocés a nadie? ¡Sabés lo que es eso, Laura!”, me dice por teléfono Aníbal y me rompe el corazón. Mi marido sufrió una doble condena, y es injusto porque es una buena persona, porque cumplió con sus años en la cárcel, porque no lo merece. Nadie merece lo que nos hicieron”, asegura Laura.
Un decreto cuestionado internacionalmente
A dos años del decreto que le cambió la vida a cientos de familias, el gobierno de Mauricio Macri no dio ninguna señal de revisar su decisión política, a pesar de que distintos organismos internacionales, como la ONU –que exigió la derogación y suspensión del DNU que modifica la Ley de Migraciones-, cuestionaron al Estado argentino por el riesgo que implica para los derechos humanos de les migrantes.
La ONU exigió que el Estado revise todos los casos de expulsiones realizados desde la sanción del DNU y los que aún están pendientes de resolución: «Existen al menos 125 casos de expulsión que afectan el derecho a la unidad familiar y deben ser revisados».
Actualmente, son más de 2 mil los casos de personas expulsadas gracias al DNU que le da la espalda a migrantes radicades en el país y despierta un espíritu xenófobo en gran parte de la sociedad. Este decreto prioriza el delito cometido (aún cuando ya se cumplió una condena efectiva) por sobre los derechos de las personas, invisibiliza sus historias, el arraigo, sus situaciones personales y solo pone el foco en el delito. Pero detrás de la frialdad de una firma, hay familias. Como la de Aníbal y Laura, familias separadas por decreto que merecen ser escuchadas.
Fotos: Vicky Cuomo