Por Sergio Alvez | Este año se cumple el 50° aniversario de la publicación de ¿Quién mató a Rosendo?, una de las obras fundamentales de Rodolfo Walsh, y referencia ineludible del género que supo construir con singular virtud: la crónica novelada. Mixturando la rigurosidad periodística basada en una investigación sin fisuras, con un estilo literario punzante y de cuidados detalles estéticos, Walsh hizo de este libro un texto antológico tanto para la narrativa como para el periodismo latinoamericano.
Fue la editorial Tiempo Contemporáneo la que en 1969 publicó por primera vez esta obra basada en una serie de notas publicadas originalmente durante 1968 en el semanario de la CGT de los Argentinos, dirigida por el propio Walsh entre 1968 y 1969. En total, fueron 7 las notas publicadas, entre el 16 de mayo y el 27 de junio de 1968. Las mismas serían adaptadas y entrelazadas para la construcción de ¿Quién mató a Rosendo?
“Su tema superficial es la muerte del simpático matón y capitalista de juego que se llamó Rosendo García, su tema profundo es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955, sus destinatarios naturales son los trabajadores de mi país”, anuncia el autor en la Noticia preliminar (prólogo) de la primera edición del libro.
En esas palabras introductorias, Walsh se refiera al hecho que desencadenó su investigación: “En el llamado tiroteo de La Real de Avellaneda, en mayo de 1966, resultó asesinado alguien mucho más valioso que Rosendo. Ese hombre, el Griego Blajaquis, era un auténtico héroe de su clase. A mansalva fue baleado otro hombre, Zalazar, cuya humildad y cuya desesperanza eran tan insondables que resulta como un espejo de la desgracia obrera. Para los diarios, para la policía, para los jueces, esta gente no tiene historia, tiene prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas; la justicia y el honor que se les debe no cabe en estas líneas; algún día sin embargo resplandecerá la hermosura de sus hechos, y la de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el fin”.
Así mismo, advierte que “la publicación de mis notas en CGT mereció algunas objeciones, en particular de ciertos intelectuales vinculados al peronismo. Existía según ellos el peligro de que la denuncia-contra un sector sindical fuese instrumentada por la propaganda del régimen contra todo el movimiento obrero”.
En su investigacion Rodolfo Walsh y el Semanario de la CGT de los Argentinos, el investigador y docente en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata, Carlos Leavi, propone pensar a Walsh “en su integralidad política, como valoración de una práctica donde se articulan el periodismo, la literatura, la investigación y la militancia”.
Leavi observa que en el desarrollo de su trabajo en el semanario sindical, en Walsh “los planos literarios, los periodísticos, los artísticos y los sociales no se presentaban escindidos, sino yuxtapuestos, entremezclados, enriqueciendo el lenguaje sindical y proponiendo un discurso para el conjunto de la población”.
A lo largo de su efímero pero intenso itinerario laboral y político en este periódico, Walsh publicó varias investigaciones de su autoría, siendo claramente la más importante, aquella que dio a origen a lo que un año más tarde se convertiría en ¿Quién mató a Rosendo?
“En sus conversaciones y en sus entrevistas a los sobrevivientes se vuelve a encontrar con víctimas directas, como cuando encontró a «un fusilado que vive» para armar la trama de Operación masacre (1957). La diferencia es que en esta ocasión deambula en-tre reuniones sindicales y dialoga con militantes peronistas orgullosos de su identidad. Esta circunstancia fascinó a Walsh y enriqueció su mirada, su pensamiento y su acción, al reconocer estas nuevas prácticas del sindicalismo de base enfrentado con una buro-cracia que, como él mismo demostró, podía ser letal”, aporta Leavi.
En paralelo a la publicación de los capítulos de lo que luego sería ¿Quién mato a Rosendo?, el semanario obrero también difundía denuncias sobre las prácticas represivas ilegales, torturas y fusilamientos encubiertos ejecutados –en su maroría- por la Policía Bonaerense. De este modo, sostiene Leavi, estas investigaciones “se adelantaron varios años a lo que sería el accionar de esta fuerza durante la Dictadura cívico militar que comenzó en 1976, pero también a lo que durante la década del noventa se llamara la «maldita policía». Cambió el enemigo de estas fuerzas de segurdad en su accionar cotidiano, pasando del «subversivo» al «joven pobre del conurbano», y fue Walsh el que adelantó con su pluma certera un modo de acción de la policía que se sintetiza en la zaga de notas tituladas «Sectas del gatillo y la picana».
Pero volviendo a ¿Quién mató a Rosendo?, el periodista de investigación y escritor Ricardo Ragendorfer, señala que “Walsh cruzó los datos que obtuvo de los testigos presenciales cuyos dichos le permitieron trazar un croquis del salón con los peritajes judiciales obrantes en el expediente. Así pudo advertir su no correspondencia con el diagrama del informe balístico sobre la posición de los involucrados y la trayectoria de los proyectiles. Él estaba en pareja con Lilia Ferreyra, y en el departamento de un ambiente que compartían en la calle Cangallo al 1600 efectuó junto a ella sus propias pericias. Durante horas revivieron el momento del disparo fatal, escenificando los dos sitios clave del hecho, el del victimario y el del hombre que moría. Walsh, desde el lado del tirador, sostenía entre los dedos la punta de un hilo. El otro extremo estaba adherido a la espalda de Lilia, y ella pasaba de la silla al suelo infinidad de veces. De tal modo quedó establecida la autoría de Vandor en el asesinato de García”.
Con el paso del tiempo y de las sucesivas ediciones, el libro de Walsh fue ganando vigencia y conquistando a lectoras y lectores de todo el mundo. Para la escritora y editora española, Elisabeth Falomir Archambault, “Walsh logra imponer la verdad denunciando la compra de testigos y la campaña de desprestigio de la prensa, que quiso hacer pasar a las víctimas por verdugos. En ¿Quién mató a Rosendo?, Walsh, lejos de ser sólo un militante, es un autor comprometido con la veracidad, un testigo que no sólo reporta la historia sino que carga con ella, y se acaba convirtiendo en parte de la misma”
A 50 años de su primera edición, resulta evidente que ¿Quién mató a Rosendo? no sólo fue una investigación brillante sobre un crimen complejo, sino que puso en superficie la putrefacción de una burocracia sindical vinculada a negociados empresariales y acuerdos con las fuerzas de seguridad.