A pesar del nombramiento de Felipe Solá como canciller, responsable político de la llamada Masacre de Avellaneda en junio del 2002, cuando fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y heridos con balas de plomo decenas de manifestantes, y que Solá, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, atribuyó a un enfrentamiento entre piqueteros; a pesar del nombramiento de un tipo como Juan Cabandié, afecto a la petulancia y la excesiva carencia de viveza, gracia e interés, al frente de algo del medio, realmente medio ambiente, algo así como no más de dos metros cuadrados de ambiente; a pesar de la sarta de intendentes y gobernadores reaccionarios y ubicuos que ahora dicen apoyar al nuevo gobierno…
A pesar de todo eso, y en un acto de absoluto atrevimiento, he resuelto ser misericordioso y obsequiarles a los Fernández, y a todos los que los acompañan, dos poesías:
El día o la noche en que por fin lleguemos
habrá que quemar las naves
pero antes habremos metido en ellas
nuestra arrogancia masoquista
nuestros escrúpulos blandengues
nuestros menosprecios por sutiles que sean
nuestra falsa modestia y la dulce homilía
de la autoconmiseración
y no sólo eso
también habrá en las naves a quemar
hipopótamos de wall street
pingüinos de la otan
cocodrilos del vaticano
cisnes de buckingham palace
murciélagos de el pardo
y otros materiales inflamables
el día o la noche en que por fin lleguemos
habrá sin duda que quemar las naves
así nadie tendrá riesgo ni tentación de volver
es bueno que se sepa desde ahora
que no habrá posibilidad de remar nocturnamente
hasta otra orilla que no sea la nuestra
ya que será abolida para siempre
la libertad de preferir lo injusto
y en ese aspecto
seremos más sectarios que dios padre
no obstante como nadie podrá negar
que aquel mundo arduamente derrotado
tuvo alguna vez rasgos dignos de mención
por no decir notables
habrá de todos modos un museo de nostalgias
donde se mostrará a las nuevas generaciones
cómo eran
parís
el whisky
claudia cardinale
(Quemar las naves, Mario Benedetti)
Y, como escribió Ernesto Cardenal, pensá, piensen en los que murieron:
Cuando recibís el nombramiento, el premio, el ascenso,
pensá en los que murieron.
Cuando estés en la recepción, en la delegación, en la comisión,
pensá en los que murieron.
Cuando te aplauden al subir a una tribuna con los dirigentes,
pensá en los que murieron.
Cuando te toca a vos el micrófono, te enfoca la televisión,
pensá en los que murieron.
Cuando sos el que da los certificados, las cédulas, el permiso,
pensá en los que murieron.