Redacción Canal Abierto | El documental Al filo de la democracia (Democracia en vertigem) -dirigido por Petra Costa y producido por Netflix- no sólo resulta esclarecedor y sumamente didáctico para quienes no conocemos en profundidad los vaivenes de las política brasileña de las últimas décadas.
Esta mirada personal de dos horas cuenta no sólo la llegada al gobierno del ex obrero metalúrgico y líder sindical Luiz Inácio Lula da Silva, sus políticas económicas, el entramado de alianzas que debió tejer el Partido de los Trabajadores (PT), la operación Lava Jato y el juicio político y la posterior destitución de Dilma. Hija de un matrimonio de activistas perseguidos en las décadas del 60 y el 70, Petra Costa no esconde sus opiniones ni deja cabo suelto en la historia reciente del gigante latinoamericano, desde la dictadura militar que azoló Brasil entre 1964 y 1985, hasta el ascenso de Jair Bolsonaro.
Este lunes salió a la luz la nominación de Al filo de la democracia como mejor película documental en los premios Oscar, casualmente a pocos días de que se difundiera una encuesta con resultados que estremecen: el apoyo a la democracia entre los brasileños cayó siete puntos (al 62%) desde la llegada del ultraderechista al poder. Más grave, el sondeo Datafolha arroja que el 12% cree que -en ciertas circunstancias- es mejor la dictadura.
Con un discurso de odio, amenazas a opositores y medios críticos, y una apuesta a la constante polarización, Bolsonaro es sin lugar a dudas un partícipe necesario y protagonista de esta obra. Según una encuesta publicada por la consultora Ibope el 20 de diciembre, solo el 29% de los brasileños consideran que la gestión del gobierno es buena, mientras que el 38% la califica de pésima o ruinosa.
Sin embargo, no se trata de un unipersonal. Aunque la familia y el entorno presidencial tampoco salgan indemne de escándalos, las múltiples acusaciones por corrupción y las rencillas personales por poder al interior del Congreso son otro de los factores que minan la política brasileña.
Este deterioro de las democracias tampoco es un carácter exclusivo de Brasil. La región vive momentos convulsos, con numerosas revueltas en contra de las políticas de ajuste que profundizan la desigualdad, las manipulaciones judiciales con el objeto de desprestigiar y perseguir a dirigentes opositores, asesinatos de militantes ambientales y sociales, e incluso golpes de Estado.
De hecho, una encuesta de 2018 de la consultora Latinobarómetro -que desde 1995 realiza anualmente unas 20.000 entrevistas en 18 países latinoamericanos- da cuenta de una merma general en la confianza y satisfacción ciudadana respecto de la democracia. En este caso, la respalda un promedio del 48%, mientras que en Argentina tiene el apoyo del 59% y en Brasil, del 34%. Llamativamente, el país donde existe más apoyo por la democracia es Venezuela (un régimen definido como «autoritario» por varios países de la región), donde el 75% la considera el mejor sistema de gobierno.