Es el momento más apropiado para llevar adelante una revolución, en el sentido más noble del término revolución. Es decir: acabar de una buena vez con las regalías y el regocijo de los empresarios especuladores y ambiciosos y negreros; de hacer a un lado a los periodistas venales, que son manada y caminan hacia adelante o hacia atrás según los vientos, y vociferan casi con alegría el drama, todo drama, desde el muerto de peste hasta un femicidio. De acabar con los privilegios de los hacedores de un país sojero y continuamente fumigado. De los que extraen y extraen y extraen y, cosa de locos, además reciben subsidios para extraer, extraer y extraer. Para deshacernos de una buena vez por todas de esos parásitos en extremo virulentos.
¿Nos quieren en casa? Desde luego. Estaremos en casa. Por ahora, Pero ya saldremos. Y entonces otra será la historia. Al menos eso espero y deseo.