Por Rosario Hasperué* / Edición Canal Abierto | “Soy senegales, tengo 25 años, estoy viviendo acá desde hace 5 años ya. Me gusta La Plata, por eso me quedé”. Djiby es inquieto, no deja de moverse mientras habla. Tiene un español impecable y una cabeza tan inquieta como sus manos cuando gesticula al hablar de sus penurias, sus derechos y sus deseos de estudiar filosofía. Ya se leyó varios clásicos, tiene en la mesa de luz “La duda como punto de partida de la reflexión” de Descartes que ojea cuando puede.
Nació en un pueblo a hora y media de Dakar, la capital de Senegal. “Mi pueblo es chiquito, viven de la agricultura, de gente que les envía dinero, de la ganadería”. Allí quedaron su papá, mamá, hermanos, sobrinos, primos, a quienes ayuda económicamente.
“Vine porque quise y porque quería ayudar. Antes estudiaba y a los 19 decidí salir del país. Primero estuve en Brasil y luego vine a La Plata, donde estaba mi hermano mayor”. Llegó en avión a Ecuador, de allí pasó a Brasil, donde trabajó un año en una empresa alimenticia y luego llegó a la ciudad de las diagonales. Lamenta que aquí no consigue trabajo registrado.
“Acá se me complicó, no tengo documento. Es como estar en la casa pero no tener las llaves de la casa”, comenta Djiby y comienza a enojarse: “Eso es lo que me falta, el documento, para poder hacer mi currículum, mandarlo a empresas en donde me puedan necesitar, o para poder inscribirme en algo. Nada puedo hacer sin el documento, no puedo hacer cursos para poder salir a trabajar mejor”.
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“Yo quiero estudiar, pero ya tengo 25 años”, dice como si la vida ya se le hubiera pasado. “Primero hay que tener algo bien puesto, tener fondo, porque si decido ir a la Universidad duro dos horas. Yo trabajo todo el día de las 9 de la mañana a las 9 de la noche, así no hay tiempo, tengo que hacerlo para que me alcance la plata. Si tuviera un trabajo que pudiera ir a estudiar, yo lo haría”.
A Djiby le gustaría ser profesor de educación física, y sino lo que más me gusta es la filosofía, “hay muchas opciones que me gustan, pero se complica con esta manera de estar trabajando todo el día”.
El sol se va poniendo y cae una llovizna tenue. Djiby se apresura a proteger su mercadería desplegada en la vereda. Tira de una soga que levanta en un movimiento las cuatro puntas de una manta que se convierte en una suerte de bolsa donde guarda los cargadores de celular, auriculares, linternas, gorros y medias que hace segundos se encontraban perfectamente acomodados en la vereda.
“No es fácil ser un inmigrante, cuando no tenés apoyo. Sería bueno que el gobierno nos apoye, que nos dé el documento, pero van cinco años que estoy acá y no puedo tener documento. Es difícil. Y no hice nada mal: no robé, no maté, no hice nada mal ¿y no me pueden dar la residencia?”.
“No hay que negar un documento, es un derecho, tengo derecho de refugiarme en cualquier lado del mundo”, se irrita. “Si no lo tenemos no podemos hacer nada, hasta para comprar un chip de celular en un kiosco te piden un documento”.
Ganarse la vida en la calle
“Ahora es más difícil, estamos hace cuatro meses sin trabajar. Volvimos a la calle 2 o 3 horas y nos vamos. A cada rato hay operativos. Tres, cuatro patrullas para un muchacho que se la está rebuscando para sobrevivir”, narra Djiby las desventuras del vendedor ambulante en cuarentena.
“¿Y si tuviéramos algo mejor que esto? ¿A quién le gusta estar en la calle todo el día? ¿Doce horas en pleno frío, temblando? Ellos saben que a vos no te gusta esto, pero no te quieren brindar ayuda para salir adelante, te quieren humillar. Eso no lo vamos a aceptar, yo prefiero dar mi vida que aceptar eso. Los compañeros saben hacer edificios, saben hacer construcción, los chicos tienen algo en la cabeza. La gente que está trabajando con “El Pata” saben que trabajamos, que sabemos trabajar. Queremos la oportunidad de poder trabajar”, concluye, refiriéndose al dirigente gremial de la UOCRA platense actualmente preso.
Miedo al hambre, no al coronavirus
“Hay que tenerle miedo al hambre. Si tenés hambre estás muerto, menos saludable. Si no sabes lo que es el hambre es que nunca lo viviste. El hambre es peor que el coronavirus. Y fijate, ¿cuánta gente está muriendo de hambre ahora en el mundo? Hablan del coronavirus pero hay más gente muriendo de hambre que de coronavirus”.
“Yo aprecio a la gente de Argentina. Siempre que hay kilombo acá, viene la gente a apoyar. Acá tienen la mejor gente en lo social. Cuando viene la patrulla con los milicos para sacarte las cosas ¿sabes cómo se para la gente para defenderte? A veces, prefiero darles las cosas y que se las lleven antes que traer este kilombo entre hermanos, te juro, porque veo que la gente se detiene para defender. Dicen ‘no les lleven las cosas’, ‘por qué le están maltratando’, ‘está trabajando’, ‘no está robando’. Son las palabras que escuchas de la gente en la calle cuando nos viene a buscar la policía, eso lo escucho y lo siento por dentro”.
La comunidad senegalesa viene sufriendo hostigamiento policial y hechos de violencia institucional, se han convertido en una especie de “chivo expiatorio” para políticos conservadores y algunos progresistas de derecha –si esto no fuera un oxímoron.
“Nosotros no somos gente sin cabeza, yo no soy un boludo por estar así en la calle, estoy ganando algo para poder sobrevivir. Necesitamos que nos brinden oportunidades para poder trabajar. Y les pido: dejen de hablar sin saber, que cualquier persona que quiera saber venga a hablar con nosotros. Que por qué estamos haciendo ésto, cuánto estamos ganando, los motivos. Somos humanos y tenemos derechos como todos, que nos brinden oportunidades para poder vivir en esta tierra”.
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Esta es la segunda entrega de una serie de entrevistas a trabajadores senegaleses -una de las comunidades migrantes más relegadas en nuestro país- que comienzan a afiliarse a la CTA Autónoma La Plata-Ensenada con el acompañamiento del equipo de migraciones del Sindicato Joven CIS-CTA.
La entrevista termina. Sergio, un joven migrante colombiano y activista sindical del CIS-CTA, les alcanza una planilla de afiliación a la CTA-A que Cheick y Djiby van completando. La charla redunda en la importancia de la organización para la conquista de derechos. “No hay fronteras para quienes tenemos conciencia de clase, y los trabajadores y trabajadoras tenemos que unirnos”.
*Secretaria de Comunicación y Difusión de la CTAA de la provincia de Buenos Aires.
*Fotos: AG La Plata