Sí, no caben dudas. Hemos llegado al momento oportuno para destruir por siempre al capitalismo y a su magnífico artilugio, la democracia. ¿Los dueños de la voz y autores de la hechicería del dólar no han considerado siquiera un minuto lo conveniente que sería para ellos echarnos una mano? Al menos oírnos, si les parece una pérdida de atención y tiempo escucharnos. Al menos oírnos. ¿Nunca les ha pasado por la cabeza caer en la cortesía de tenernos en cuenta al menos una vez? Todo bien. Nos las arreglaremos entre nosotros. Porque estamos hambrientos, en el sentido más vasto de la palabra hambriento. Pese a todo lo que ha pasado, todo lo que han hecho por años para marchitarnos y desvanecernos, todavía tenemos la capacidad de imaginar y crear cosas, con nuestro conocimiento de las cosas, la habilidad para sacar provecho de las cosas con los pocos medios que tenemos. Tenemos la capacidad de resolver un problema porque somos expertos en resolución de problemas. Nos contamos chistes y nos reímos. Vaya uno a saber por qué, a veces bailamos y cantamos. Y nos sobran opiniones, y ni hablar de argumentos. Somos expertos en todas esas cosas. Somos los creadores de la ingeniocracia. Entonces, ¿cómo vamos a resolver este entuerto, señores? Sin nosotros ustedes no existen. Y apuesto que sin ustedes nosotros podríamos pasarla mucho mejor.