Miguel Benasayag, ex combatiente del PRT-ERP exiliado en Francia, psicoanalista y filósofo devenido investigador en biología y neurofisiología, desarrolla un nuevo modelo orgánico como respuesta a la colonización técnica de la vida y a la ciencia como ideología y práctica del dominio sobre lo vivo y lo humano. Resistir, crear y asumir el conflicto más allá de la tecnofobia y mucho más acá de las apologías de la tecnociencia contemporánea es su apuesta científica y política.
“La revolución digital es la tercera gran ruptura antropológica vivida por la humanidad. Su violencia no reside en un proyecto de dominación, sino más bien en el desarrollo de una pura potencia operacional que conduce a la desregulación y la dislocación de todas las formas de alteridad y de identidad singular, hasta la extinción del nivel biológico mismo”, sostiene Benasayag en La singularidad de lo vivo, Red Editorial.
Algunos fragmentos destacados:
“Debemos aprender de las experiencias de Latinoamérica después del año 2000, para no repetir errores, para no canalizar la pulsión emancipadora hacia atajos. El poder es el lugar máximo de la impotencia. La idea revolucionaria de que tomo el Palacio de Invierno y después dirijo el país, esa idea es una trampa total”.
“Porque efectivamente el poder es el punto más elevado de la impotencia. Tendríamos que poder incorporar algunas de estas enseñanzas. Tendríamos que poder incorporar la idea de que si bien no hay un progreso lineal, lo que hay es lo que Deleuze llama una jurisprudencia. ¿Qué quiere decir? Que si, de repente, es posible cambiar ciertas cosas en el mundo y los cambios vienen de las mujeres, del feminismo, de las minorías, de los pueblos originarios… si algo puede cambiar ese cambio muestra que otro posible puede existir. ¿Por qué jurisprudencia? Porque la humanidad hace la prueba de que otra cosa puede existir, esto no redetermina un progreso lineal, para nada, pero permite una cierta acumulación, un cierto camino construido donde podemos integrar experiencias. Se trata de darnos cuenta de lo que cantamos hace años, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Nosotros lo cantábamos pero no lo entendíamos”.
Charla previa: Ariel Petruccelli: La revolución pendiente
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