Redacción Canal Abierto | El canto del río es el proyecto de cortometraje en el que se cuenta la historia de Amelia, una niña que vive en Punta Indio en los 70 y va a travesando un proceso en el que se va rompiendo la inocencia al tener cercanía con la historia de los vuelos de la muerte. Eso la afecta a través de la relación que tiene con la maestra jardinera en su pueblo.
La idea fue escrita por la directora Sol Arias Landa a partir de un secreto a voces en Punta Indio. “Cuando yo era un poco más chica mi papá, que vivió en Punta Indio en esos años, me hablaba de la época de la dictadura, cosa que yo no entendía. Entonces los peones de campo contaban que de las orillas de los campos que daban al río se cansaron de sacar cuerpos que llegaban a la playa traídos por la corriente. Entonces no lo comprendía, lo hice cuando crecí un poco más y conocí la historia argentina”, cuenta la realizadora a Canal Abierto.
Al igual que en historias como Kamchatcka (en el libro de Marcelo Figueras y en su adaptación cinematográfica a cargo de Enrique Piñeyro) o La casa de los conejos de Laura Alcoba, el recurso elegido pasa por interpretar los sucesos dramáticos vividos durante la última dictadura cívico militar desde la mirada de la infancia. Para la directora «es tratar de contarlo como un cuentito. Porque no se nombran nunca los vuelos de la muerte ni aparece como una cosa explícita, sino que el espectador que conozca la historia lo pueda comprender”.
“Está narrado como un cuento infantil y ese personaje no sabe qué está pasando en ese campo en el que vive con su papá. Ella escucha aviones todo el tiempo. Lo va descubriendo a medida que va leyendo el cuento y al mismo tiempo el espectador lo va a ir descubriendo. La idea era dar una mirada distinta de la dictadura, porque los niños también estuvieron involucrados”, agrega.
El cortometraje es realizado a partir del programa Laboratorio Bellas Artes Filma (LABAF), que impulsa la Facultad de Artes de la UNLP y fue declarado de Interés Municipal por el Concejo Deliberante de Punta Indio. Es la primera vez que se cuenta la dictadura en la localidad de la costa ribereña bonaerense y, además de la directora, que es oriunda de Verónica, gran parte del equipo de realización son habitantes del lugar.
En Punta Indio hay una base aeronaval. Si bien no era el lugar del que salían los vuelos que arrojaban cuerpos de desaparecidos, sí era utilizado como punto intermedio para el reabastecimiento de combustible en aviones sin tanta autonomía.
“Supuestamente esas atrocidades pasaban en las grandes ciudades. En Punta Indio no hubo desapariciones. El peligro estaba en la ciudad y en el campo no pasaba nada. Ahí aparece el contraste del universo en el que nos estamos moviendo, que es naturaleza pura, está el río. Es pensar también en el silencio que se puede guardar en una localidad tan chica de esas en las que se conoce todo el mundo. Se supone que todos saben todos y resulta que de pronto nadie sabía nada. También pensar como esto atenta contra la misma naturaleza. Y lo interesante es contarlo ahí”, plantea Arias Landa.
¿Cuál es la relación del pueblo con esa historia?¿Y qué pasa cuando décadas después nuevas generaciones quieren indagar y contar al respecto? La realizadora explica que “hay como dos bandos. Están los que se alegran porque se hable de esto y se plasme en una historia, que es importante que sea un audiovisual porque llega a todo público y se puede usar como material didáctico. Entonces hay quienes celebran eso y quienes todavía prefieren no hablar del tema. De hecho hablando con mi abuelo me dijo `¿por qué no haces otra cosa?, hay gente a la que no le va a gustar que se haga esto’ . Algunos a los que fuimos a pedirle alguna cosa no lo recibió de la mejor manera”.
“Hay una cosa de todavía no querer mirar eso que pasó. Pero es la historia de las personas que vivimos ahí. Si a mí no me lo contaba mi papá no me lo contaba nadie y si yo no se lo contaba a mi hermana que es la protagonista no se lo va a contar nadie. Entonces también nos planteamos saldar una deuda generacional de mantener eso vivo. Porque hay gente que no tenía ni idea de que venían esos cuerpos a las playas”, agrega.
El rodaje está previsto para mediados de marzo y la última jornada será el 24 de marzo, aniversario del golpe cívico militar y Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Además de lo obtenido a partir del LABALF, el cortometraje tendrá una instancia de financiamiento colectivo, abriendo la posibilidad a que cualquier persona pueda colaborar, ya sea con donaciones monetarias o aportes de otra índole. A tal efecto subieron una página de contacto.
“Buscamos una apropiación”, explica la cineasta. “Que no sea la historia que quiere contar una piba de la facultad y le dan una mano. Lo que quiero y espero es que sea una obra de la que todos se apropien. Me parece que esa actitud de colaborar con lo que sea, ya sea un aporte económico mínimo o de materiales o insumos que puedan ser necesarios, es una cuestión de postura con respecto a la memoria. Que se planteen que es su historia, no una cosa cualquiera. Cuando se apropian así, significa que hay un compromiso”, agrega.
«Que lo hagan personas que no conozco y que mandan el mensaje ´gracias por estar contando esta historia´, eso marca que hay una conciencia real del Nunca Más, y eso es todo lo que una necesita«, concluye.