Redacción Canal Abierto | Asel Luzarraga Zarrabeitia es escritor, docente, traductor, vasco, cantante punk, anarquista, y tantas otras cosas. Integra el PEN, la reconocida asociación internacional de Poetas, Ensayistas y Novelistas, y fue miembro de la junta directiva de la Asociación de Escritores Vascos. Wikipedia denuncia que nació en Bilbao en 1971 y que se licenció en ciencias empresariales y en lengua y literatura vasca. Sin embargo, todos esos y otros títulos académicos y trabajos artísticos e intelectuales lo llevaron a figurar en la actualidad en la tristemente célebre lista negra de Interpol.
El último día del 2009 fue detenido en su casa en Padre de las Casas, en la región de la Araucanía chilena. Fue acusado de terrorismo en una causa en la que no se pudieron probar los hechos denunciados, y finalmente fue condenado. La expulsión del país ya había sido firmada antes de la finalización del proceso judicial. Su acercamiento a la causa mapuche y su marcado mensaje anti sistema le valieron pasar por la Ley Antiterrorista de Pinochet, entre otros atractivos que los gobiernos de la nación trasandina reservan para las comunidades originarias y los turistas entrometidos.
Pasó el 31 de diciembre en una comisaría. Luego, 42 días en la cárcel de Temuco y otros ocho meses en arresto domiciliario, de los cuales los primeros cuatro fueron de reclusión total. Finalmente la pena cumplida fue superior a la que le impuso la condena. Su caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En 2012 recaló en Buenos Aires, donde pasó otros cinco años desarrollando y difundiendo ideas libertarias a través de la música y la escritura.
Su historia, la de un Estado que se sacude de encima al portador de una voz crítica, tiene una inocultable relación con el resonante caso de Pablo Hasél, el rapero catalán que fue detenido en enero de este año y condenado a nueve meses de prisión por “injuriar a la monarquía y enaltecer el terrorismo” en sus canciones y redes sociales.
Desde Bermeo, donde reside desde su regreso al País Vasco en 2017, atiende a Canal Abierto para hablar de la situación política y social en España, de su recorrido y su obra, y del sistema garante del orden establecido que tanto cuestiona.
¿Con qué intensiones te decidiste a contar la historia que te tocó vivir en el libro “Los buenos no usan paraguas”?
-Para hacer trabajo social y darle voz a otra gente que pasa por situaciones similares y no tiene posibilidad de escribirlo. Para desentrañar cómo funciona el engranaje estatal y el sistema para crear enemigos.
¿Cómo se resume tu caso, la historia que contaste en ese trabajo?
-Mi caso es el de un vasco anarquista que recala en Temuco, sin conocer mucho de la realidad social de allí, a juntarme con una chica, y por el hecho de empezar a conocer lo que vive allí el pueblo mapuche, de involucrarme en el movimiento anarquista y de escribir sobre ello en algunos artículos, el Estado chileno decidió que era una persona a eliminar y me fabricó un caso, ¡un montaje policial de libro! Me querían acusar de atentados y para eso colocaron los carabineros en mi casa las pruebas pertinentes. Con el objetivo fundamental de que un extranjero no fuera un testigo incomodo y poder echarlo del país.
Y fue por motivos ideológicos, fundamentalmente se me acusaba de ser anarquista y de haber solidarizado con el pueblo mapuche, esas eran las acusaciones reales, pero como eso no es delito tenían que inventar algo, y lo que generó todo ese proceso es lo que recoge el libro, junto a reflexiones de lo que es la cárcel, el Estado y la judicatura.
¿Y cómo se desarrolló la causa judicial?
¿Y cómo se desarrolló la causa judicial?
-Fue un juicio farsa en el que los jueces tuvieron que hacer malabares para llegar a la pena que querían, me pedían 5 años, pero no pudieron aplicar la Ley Antiterrorista, y al final me dieron 255 días y yo ya había cumplido más, entonces quedaba libre pero pesaba sobre mí una orden de expulsión, lo que claramente era el objetivo final.
Entiendo que, a pesar del dolor que puede significar pasar personalmente por una experiencia así, nada de lo que te pasó te habrá sorprendido…
-¡Claro! Cuando me pasó todo esto, desde Euskal Herria toda la gente que me conoce me decía “esto es un montaje, pero esto pasa en Chile, no es el funcionamiento normal de las cosas, ha sido un error”, y eso es lo que yo quería que quede claro en el libro, que mi caso es el correcto funcionamiento de la instituciones de un Estado, el Estado está para eso. Entonces el objetivo era desnudar eso, y que quede claro que el mío es un caso totalmente normal, corriente y ni siquiera de los más graves que hay.
El triunfo de PSOE y la alianza de gobierno con Podemos y el Partido Comunista despertaron algunas expectativas en los sectores sociales de España, aunque todavía no pareciera haber cambios radicales en la situación del país. ¿Qué lectura haces de la actualidad política española?
-Es una profecía autocumplida, confirmar las expectativas. El fenómeno Podemos era algo de manual, que ya se veía desde el Movimiento 15M, que me agarró estando aquí y fui a las asambleas en Bilbao, estuve participando y ya en ese ambiente se sentía esa sospecha de que había un grupo que, de todo ese movimiento de disgusto social y de estallido, quería formar un nuevo partido y pasar a ser parte del sistema, y que era también un muy buen instrumento para vaciar las calles diciendo: “Vuestra falta de fe en las instituciones proviene de que no hay nadie que os represente, así que volvamos a la representatividad de las instituciones y olvidemos las plazas, la horizontalidad, la calle. Volvamos al voto, pero al voto que ahora sí os va a representar”.
Fue una jugada de manual, que es lo mismo para lo que sirvió el PSOE en la llamada “Transición” del franquismo al nuevo franquismo, y con Podemos se repite la misma historia, un partido creado con apoyo de sectores de la policía, del ejército y de la banca, desde los comienzos con una apariencia de horizontalidad pero con un personalismo absoluto y una dirigencia sumamente vertical, desactiva el descontento y lo lleva a las instituciones para que todo siga igual.
¿Qué reflexión te genera el caso de Pablo Hasél? Se puede identificar un hilo conductor entre su historia y la tuya.
-Sin dudas. Fíjate, en 2019, en la fiesta Sorgin Gaua que organiza un colectivo anarquista de Navarra, hicieron una mesa redonda en la que nos invitaron a Pablo Hasél y a mí, junto a los Titiriteros de Madrid, que fueron detenidos durante una obra de teatro para chicos, eran anarquistas y les hicieron un montaje mediático-judicial por hacer una obra de títeres (NdA: Los dos integrantes de la compañía Títeres desde Abajo fueron detenidos durante un carnaval organizado por el ayuntamiento en 2016, acusados por el delito de Enaltecimiento del Terrorismo por el contenido de su obra. Permanecieron encarcelados durante cinco días y finalmente fueron absueltos en 2017). Estuvimos compartiendo varios temas y uno era la persecución de las ideas y de la palabra. Así que sí, sin duda ambos casos provienen de lo mismo, ideológicamente estamos bastante distanciados, pero en la práctica lo que hemos sufrido es muy parecido, con una cosa aquí mas grave, y es que a Hasél no le han tenido que inventar pruebas para acusarlo de fabricar bombas, al él directamente lo están encarcelando por cantar, no hay un disfraz del ataque a las ideas, ni siquiera lo disimulan, es abiertamente un juicio político. A mí por lo menos me inventaron la excusa del delito que supuestamente había cometido, aunque el delito lo hubieran inventado ellos, pero aquí directamente le están encarcelando por decir lo que piensa en sus canciones.
Causa escalofríos la crudeza del planteo…
-Desde su propio punto de vista, hasta mi caso en Chile fue más democrático, aunque en realidad fue a través de que los propios policías cometieron un delito para darle apariencia de institucionalidad. Pero lo que pasa en el Estado español es tremendo, la ley mordaza que se sufre es impresionante, y el blindaje que se hace de la Familia Real por parte del PSOE, con la voz discordante en teoría pero en la práctica confluyente de Podemos.
Las manifestaciones y la reacción popular fueron contundentes…
-Para mí si ha sido grato ver que la gente ha salido a la calle y durante muchos días ha aguantado protestando de muchas formas. Todavía hay capacidad de reacción, aunque eso no va a cambiar nada, Hasél sigue en la cárcel y seguirá por una buena temporada, salvo que les sirva políticamente liberarlo en algún momento, pero existe fuerza de respuesta.
¿Qué sensaciones te genera todo esto?
-Aunque no me hubiera tocado pasar por algo así, ya el que alguien se le detenga por sus ideas y por expresarse, a mí que soy escritor y he hecho música punk y he difundido los mensajes que obviamente no son del gusto del sistema, pues esto te remueve todo, porque cualquiera puede ser un objetivo en cualquier momento. Y por otro lado echas la vista atrás y piensas lo que supone pasar por la cárcel, todo lo que esa situación te genera gratuitamente, pues claro, te lleva devuelta ahí…
[mks_toggle title=»Arte y parte» state=»open»]Asel Luzarraga tiene 10 libros escritos en euskera entre novelas y ensayos, y publicados en varios países e idiomas, y unos cuantos discos grabados en algunas aventuras musicales que vale la pena explorar: Fue cantante del grupo punk Punkamine; en Buenos Aires integró el Trío Ternura, y en la actualidad se muestra con el proyecto unipersonal GorriBaltz, sobre el que explica: “Es una locura total, bautice el género como psycho-electro-punk, y tuve la desfachatez de grabarlo, subirlo a internet y hasta dar conciertos”.
Su libro “Los buenos no usan paraguas. Desmontando un montaje; desnudando al Estado”, lo terminó de escribir ya estando en Buenos Aires. Justamente sobre su paso por este país versa su última novela de 2020, Bahiketa (Secuestro).
En Argentina, algunos de sus trabajos fueron publicados por la editorial Tren en Movimiento, entre ellos “La mentira en la Sangre”, la novela que empezó a escribir estando en la cárcel, una versión ficcionada de su propia historia en Chile.
Su obra, sus ideas, material para descargar y toda la info, en Aselluzarraga.com[/mks_toggle]
Por Leo Vázquez (@LeoVaz2020)
Foto principal: Protestas en España por la detención de Pablo Hasél, marzo 2021.