Por Carlos Fanjul | EL PELO DEL HUEVO
Hace un par de años, en la previa del Mundial de Rusia, contábamos en Canal Abierto detalles de aquella historia ocurrida durante la inolvidable edición de Méjico 1986, cuando varios futbolistas con Diego Maradona y Jorge Valdano a la cabeza cuestionaban los horarios de los cotejos.
“El sol abrasador de Méjico había llevado a rebelarse a muchos jugadores. La respuesta de Joao Havelange y compañía fue durísima y a punto estuvieron de sancionar a los rebeldes. Hasta se evaluó la expulsión de ellos del certamen. “Nosotros no comprendíamos el por qué de tanto enfado –recordaba Valdano ya en este siglo-. Mientras los jugadores actuábamos, hasta con ingenuidad, defendiendo cuestiones humanas y de principios, Havelange defendía el negocio. Hoy debemos entender que el hombre apenas nos estaba alertando sobre lo que se venía”.
Cuando el entrañable Jorge recordaba aquella historia, la cosa no estaba ni cerca de lo que se vivió la semana anterior alrededor de la pelotita.
Hoy podemos garantizarle al formidable goleador albiceleste que tenía razón, pero se quedaba corto: al negocio del fútbol no lo detiene ni la pandemia y sus muertos, ni tampoco las balas y sus muertos generados por la más que comprensible revuelta social que hoy protagoniza el pueblo colombiano.
La síntesis podría ser: ni la muerte es capaz de frenar el giro de la calesita de intereses económicos que hoy ya se ha hecho dueña absoluta de la cosa.
Los argumentos para que nada frene están básicamente referidos a lo apretado del calendario de partidos -no, de televisación de partidos- que enfrenta el 2021. La inminente llegada de la nueva fecha de Eliminatorias, una semana antes de que comience la Copa América y apenas un mes antes de que arranquen las Olimpíadas de Tokio, “obliga” a la Conmebol a que nada detenga a los torneos locales y a las Copas Libertadores y Sudamericana.
Los contratos televisivos, verdaderos dueños de la redonda, están recontra calculados por sus popes y sus empleados vestidos de dirigentes deportivos, y no es cuestión de andar buscando excusas menores como algunos miles de muertos, para entorpecerlos.
En el circo doméstico, los 15 contagiados de River no alcanzaron para que se alteren los Cuartos de Final del torneo argentino. Y tampoco bastarán para que le suspendan sus compromisos internacionales (ahora ya son más de 20 los jugadores infectados) que, algo que nadie observa, serán afrontados por los pocos que queden en pie, cuando todos deberían estar aislados por ser contactos estrechos de los afectados. El fútbol tiene un protocolo aparte, como si se estuviera esperando una primera muerte por covid.
Recuerden que Gallardo se negó a extender a 50 jugadores su lista de buena fé en ‘digna defensa para no exponer a sus juveniles’ y prefirió quedarse con los 32 iniciales. Marche preso.
Vale destacar en este punto, que varios columnistas de firma importante presionaron todo lo que pudieron para que se suspenda el superclásico, cosa que ni se les había pasado por la cabeza cuando la pandemia envolvió a clubes como Gimnasia, Banfield, Sarmiento o Patronato, que tuvieron que apelar a sus alcanzapelotas y hasta algunos porteros para juntar sus 11. En aquellos casos, reinó un ‘que se jodan, no vamos a detener todo por ellos’.
Resultaba pueril el intento de esos destacados prohombres de los medios, a poco de observar lo ocurrido la semana anterior cuando la Libertadores siguió adelante sin despeinarse en medio de los gases lacrimógenos, las balas y las muertes provocadas por la represión asesina del gobierno colombiano de Duque, que hace semanas que no puede controlar la pueblada de los trabajadores de aquel país por sus medidas ultraconservadoras y neoliberales en materia social y económica.
Gallardo lloraba por los gases que tiraban en la puerta del estadio en medio de la visita de River al Juniors de Barranquilla (foto principal), el Mineiro jugó su partido de a pedacitos porque no se podía respirar en su encuentro contra el América de Cali, y, peor aún, Nacional de Montevideo ni siquiera podía salir de su hotel para ir a jugar el cotejo contra Atlético Nacional, en Medellín.
¡Pequeñeces, muchachada!
¡Sean hombres, y no jodan. Que estamos televisando fobal!
Atenti. Como decíamos, se vienen la 7ma y 8va fechas de las Eliminatorias -3/6 recibiendo a Chile y 8/6 visitante justamente a la convulsionada Colombia- y al toque, desde el viernes 11, el comienzo de la Copa América que Argentina organiza junto a, precisamente, Colombia.
Aunque nada se detendrá, hay bolonqui y muchas dudas sobre cómo hacer para que ello ocurra. Se dice que la Conmebol tomaría esta misma semana alguna definición. O deja que todo quede igual, y la pelotita gire en medio de los gases si es que conflicto continúa. O corre los partidos en aquella tierra, para que se jueguen en Paraguay, ponele. O manda todo torneo a tierras argentas.
Ya Alberto Fernández, que no tiene nada mejor en que preocuparse, adelantó que Argentina está en condiciones de que nada se altere. “La vamos a hacer con las restricciones del caso. Estamos preparados. Será una Copa para la TV, sin público en los estadios, eso hay que dejarlo claro. El resto depende de cómo evoluciona todo y ver qué va a hacer Colombia”, tranquilizó el presi a Alejandro Domínguez.
Se dice que el capo de Conmebol está un poquito intranquilo. No porque corra el riesgo la Copa. Si, en cambio, porque su entidad tenga que terminar cargando con algún muertito, por covid o por una bala perdida.
Dos perlitas del finde
Hoy Edwin Cardona es el salame más grande del planeta. ¿Porque picó el penal? No, porque se lo atajaron. Si lo hubiera convertido, ahora era un loco lindo, desfachatado y al que le sobraba calidad como Sebastián Abreu, que definió igualito un partido mundialista. Ganar o perder, te define para la gilada.
El martes pasado se supo que Gonzalo Montiel no iba a jugar el Superclásico porque había sufrido un “desgarro, de grado 1” (casi imperceptible, pero de no menos de 10 días de recuperación; imposible antes). El jueves ya se empezó a decir que Gallardo, que todo lo puede, capaz que lo metía en el equipo. El domingo, Montiel jugó los ’90 minutos y ni le dolió.
Conclusión: Montiel nunca estuvo desgarrado. River se apuró en aclarar que nunca había emitido un comunicado oficial hablando de desgarro. Y es cierto. Lo hicieron sus periodistas “oficiales” de cada medio, que no es lo mismo, pero que sí es lo mismo hoy en día.