Por Federico Chechele | El 24 de julio es la fecha para que los frentes electorales den a conocer las listas que competirán en primer lugar en las PASO y luego en las elecciones generales. A semanas de concretarse, el avispero está que arde, nadie quiere quedar afuera y sin embargo otros prefieren no ser nominados y permanecer donde están.
En el Frente de Todos se intentará replicar el mismo formato que lo llevó al triunfo en 2019: todos los partidos adentro e incluso los más descontentos, y la premisa es ir a las PASO sin interna, con una solo lista ordenada y que deje a todos conformes.
A pesar de las elecciones realizadas en Misiones y Jujuy, cuyos ganadores no generaron ninguna sorpresa, los números que maneja el Gobierno no son muy alentadores. El oficialismo estaría perdiendo en Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y la Capital Federal; pero fundamentalmente, el triunfo en la provincia de Buenos Aires no sería por el margen que se esperaba meses atrás.
Explicaciones hay muchas. En las elecciones legislativas o de medio término, el votante que está por fuera de las estructuras suele descomprimir el voto y utilizarlo como escarmiento. Otro componente que jugará fuerte es que el gobierno no termina de arrancar nunca, más allá de la pandemia.
A fines del año pasado, la vicepresidenta Cristina Kirchner utilizó la frase “los que tengan miedo o no se animen, que se busquen otro laburo” para fustigar a aquellos ministros o funcionarios que no terminan de orientar la política del gobierno hacia un destino concreto y que hoy no quieren ser castigados para engrosar ninguna lista legislativa. En otras palabras, les decía que no le tengan miedo al Grupo Clarín o a la Justicia para cuando dentro de dos años se vayan a sus casas. Algo de razón tiene, al Gobierno le cuesta asimilar que en todo el mundo hay oposición política y mediática, y que los reclamos derechistas son de, apenas, una minoría intensa.
Lo cierto es que el 33% de la población con empleo estable y en blanco son pobres, por lo que el trabajo hoy no es garantía para resolver la pobreza. De ahí para abajo la situación es más crítica de lo que se esperaba. Los cuatro años de macrismo y la pandemia golpean fuerte y la falta de decisiones firmes, también. Además, como nunca, los formadores de precios han modificado la vida del pueblo y el Gobierno debe y tiene que enfrentarlos.
Mientras todo esto sucede, la lapicera de la Casa Rosada, en concordancia con el Instituto Patria, ubicó en el primer casillero a Daniel Scioli para disputar la provincia de Buenos Aires. Un moderado en un gobierno moderado. Era el ideal para los dos sectores que más friccionan en el gobierno pero el actual embajador de Brasil rechazó la oferta, aunque todavía su candidatura sigue braceando. Victoria Tolosa Paz, Daniel Arroyo, Fernanda Raverta son varios de los nombres que van y vienen para ocupar los primeros puestos. Y ahora se sumó Martín Insaurralde, a quien Cristina pareciera haber bautizado en el acto del jueves pasado, tal como sucediera allá por el 2013.
El hermetismo sigue siendo una figura fuerte, de lo que nadie duda es que será una sola lista en la región que acumula casi el 40% del electorado nacional.
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La interna en Juntos por el Cambio no pudo ni cambiar el nombre
Días atrás, se reunió la plana mayor de Juntos por el Cambio para empezar a definir los acuerdos de cara a las elecciones legislativas. Lo primero que se intentó fue cambiar la marca de “Juntos por el Cambio”, ya que con “Cambiemos” se lograron los triunfos de 2015 y de 2017. En 2019 se rebautizaron y perdieron. De todos modos, no lograron ponerse de acuerdo y seguirán con el mismo nombre. Así de disputado está el frente opositor más amplio que tiene el gobierno.
Mauricio Macri se fue a pasear por el Mediterráneo mientras que los diferentes espacios definen las candidaturas, o lo terminen reivindicando. Antes de irse presionó a Horacio Rodríguez Larreta para que baje a Diego Santilli y a María Eugenia Vidal, sus candidatos en territorio bonaerense y la Capital Federal. Santilli recorre la provincia explicando que Larreta será el presidenciable en el 2023 y que Macri es un piantavotos. Vidal dejó de ser “orgullosamente bonaerense” y será quien encabece la lista en el territorio amarillo por excelencia, relegando a Patricia Bullrich unos escalones más abajo.
Mientras tanto, en el otro rincón de Juntos por el Cambio, los radicales se golpean el pecho porque por primera vez en muchos años tienen un candidato para disputar internamente: es Facundo Manes, y se regodean para que encabece la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires. Con la candidatura del neurocirujano, la UCR pone en escena a un outsider que no está ligado al terremoto que atravesó el país durante los cuatro años del macrismo. Dicen que está “limpio”, aunque no pueden decir lo mismo de ellos mismos.
El problema que ven algunos es que Manes quiere ser diputado porque su objetivo real es ser presidente o algo mucho más atractivo, emperador. Quienes lo conocen de cerca se agitan para explicar que el neurólogo “está muy en estrella” y que mira a la política desde un costado sobrador. Manes asegura en la intimidad que trabajar con el cerebro es más difícil que bajar la inflación.
El último eslabón es la pata peronista de Juntos por el Cambio. Miguel Ángel Pichetto será candidato en la provincia de Buenos Aires ya que radicó su domicilio en Vicente López. Irá junto con el PRO, pero el que pegó el portazo fue Joaquín De la Torre, intendente de San Miguel. El exministro bonaerense de Vidal volvería a sus raíces peronistas pero al lado de Florencio Randazzo, quien regresa para asaltar votos de unos y de otros.