Redacción Canal Abierto | La regla, el período, Andrés (el que viene una vez por mes), estar indispuesta, inhabilitada, cosa de mujeres, me bajó, me vino, estar enferma, estar del tomate, descongelar el bistec, Caperucita Roja, estar mala, estar sonada, la colorada, el ejército rojo, los diablos, la prima roja, pancho, la luna, semáforo rojo, chapulín colorado, el vampiro. Estos son algunos de los tantos eufemismos para llamar al sangrado que todos los meses las mujeres y cuerpos menstruantes tienen y que aún hoy sigue siendo tabú.
Tratarlo así hizo que no se atienda el costo que tiene su gestión (más de $4.000 anuales), que toallitas y tampones sean considerados cosméticos, y que la desinformación sea peligrosa para la salud. Por suerte, la agenda feminista puso y pone en foco la necesidad de un debate sobre cómo se gestiona este sangrado y qué factores intervienen en ello.
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Para abordar el tema, Canal Abierto dialogó con Florencia Carbajal, activista menstrual. Como primer punto, explicó qué es la gestión menstrual. “Implica no sólo hablar de educación, salud, ambiente, economía, sino también de qué forma gestionamos nuestro sangrado menstrual, qué productos usamos, qué consecuencias tiene eso para la salud, cómo nos llega, con qué información recibimos esos productos. La gestión sería la pata más amplia para abordar la menstruación como un hecho fisiológico que sucede en los cuerpos menstruantes”.
La desigualdad
Los artículos de gestión menstrual no están incluidos en la lista de primera necesidad y, por esto, los datos oficiales sobre estos productos son difíciles de encontrar. Además, en Argentina la brecha salarial es muy marcada: las mujeres ganan un 29% menos que sus pares varones y en la informalidad esta cifra asciende al 35,6%2.
En líneas generales, las mujeres sufren mayores niveles de desempleo y precarización laboral. Ante esta situación, la discusión sobre el factor socioeconómico en la gestión menstrual toma especial relevancia, sobre todo porque se estima que el costo promedio por año por persona, si se utilizan toallitas descartables, es de $3.233; mientras que, si se utilizan tampones, la cifra asciende a $4172.
“La menstruación no genera desigualdad social, sí las condiciones en las que los cuerpos menstruantes atraviesan el proceso de menstruar”, sostiene la activista.
El impacto ambiental y en la salud de los productos descartables
La perspectiva de ambiente se sumó a la gestión menstrual recién en 2019, luego de la irrupción de la copa menstrual como alternativa en 2015. “Es una arista que llega tardía, pero a tiempo igual. Investigaciones de las universidades de Córdoba y de La Plata expusieron que tanto los tampones como las toallitas tienen rayón, polipropileno y dioxina (contaminante orgánico persistente), catalogada por la OMS como un posible cancerígeno”, informa Carbajal.
Estos estudios también encontraron presencia de glifosato en el algodón de algunas toallas y tampones. “Hay una afección directa entre estos componentes y lo que genera en la salud de los cuerpos menstruantes. Pero también se insume un montón de recursos naturales para generar estos productos como la tala de bosques, gas, petróleo, plásticos”, señala la activista.
En esta línea, es importante destacar que cada mujer produce 3.200 kilos de basura menstrual en su vida fértil. Además, este tipo de productos ocupan el 5° lugar en los contaminantes de los océanos a nivel mundial. Es una industria altamente contaminante.
La revolución de la copa
La copa menstrual es un invento de 1937, pero recién con la aparición de la silicona médica se empezó a producir en serie. Hoy es la alternativa, junto con las toallas de tela, para una gestión sustentable del sangrado.
“A diferencia de los componentes tóxicos que tienen los descartables, las copas y taollas de tela son hipoalergénicas, y no producen alteración de la flora vaginal y el PH, que es lo que ayuda a mantener una vagina saludable, y una gestión del sangrado saludable para el cuerpo y para el planeta”, agrega Carbajal.
Por una ley de gestión menstrual sostenible
La mayoría de los proyectos presentados sobre esta temática sólo contemplan el costo económico y apuntan únicamente a garantizar la accesibilidad a los productos. Otros trabajan en la información y la salud, que implican una instancia de formación de formadores para que en el marco de la Educación Sexual Integral (ESI) se pueda abordar los contenidos vinculados a la educación menstrual.
De 16 proyectos en el Congreso , 13 pierden estado parlamentario cuando termine el año legislativo en curso. De todos ellos, no hay uno que toque todas las aristas que hacen a la gestión menstrual en su conjunto.