Redacción Canal Abierto | Es una mañana de miércoles como cualquier otra cuando se agarra la 31 en la altura en la que deja de circunvalar el casco histórico de La Plata y la conecta con Hernández, una localidad perteneciente al conurbano de la capital bonaerense. Al llegar al Club Social y Deportivo José Hernández se vislumbran algunas alteraciones en la postal cotidiana. Muchos autos estacionados y grupos de personas conversan en le puerta sobre la que hay dos patrulleros de la policía local.
La cosa empezó 48 horas antes, con un típico llamado de campaña electoral. «Hola, soy el Colo Diego Santilli y quería contarte que voy a estar en La Plata y me gustaría conversar con vos» dijo la voz del candidato en formato contestador automático invitando a pulsar determinada tecla de estar interesado en aceptar el convite. Dicen que para todo hay una primera vez.
Un día después, otra voz en el teléfono. Una chica en plan telemarketer vuelve a repetir la información pidiendo algunos datos de quien vaya a asistir: nombre y correo electrónico. Sorpresivamente no se pregunta por redes sociales. Confirmado el interés se dan las coordenadas: 9 de la mañana en la institución de Hernández. Se recomienda llegar un rato antes.
Al entrar en la cancha del básquet un joven ofrece una botellita de agua y deriva con otra persona. Allí nos preguntarán si tenemos interés en formular alguna pregunta. «Va a estar Julio (por Garro, el intendente local), así que si tenés un reclamo es un buen momento» se nos insiste. Luego se ubica a cada asistente en una de las sillas dispuestas en hileras enfrentadas con otras. El rectángulo se cierra con una pantalla hecha a base de 4 plasmas bastante grandes flanqueados por dos parlantes y en frente 5 sillas.
Quien vea la escena de afuera no pensaría que se trata de un mitin político. No hay ningún tipo de cotillón ni merchandising propio de este tipo de eventos: afiches, banderas, folletería, gigantografías, ploteados. Ni siquiera los globos característicos que este espacio político inmortalizó en sus festejos electorales. Habrá que esperar a septiembre para saber si este rito se mantiene o es desterrado tras haber tenido que esconder ramilletes de globos bajo las mesas en el bunker en las PASO de 2019.
El cuadro parece el de un evento social: los concurrentes se encuentran agrupados de a tres o cuatro personas que han llegado juntas o tienen algún grado de afinidad. Quienes van arribando al lugar se van sumando a algunos de estos grupos. No parecen vecinos que se acercan a escuchar las propuestas de un candidato, sino más bien parte del espacio político.
Si durante las campañas anteriores la estrella del espacio en su interacción con sus potenciales votantes fue el timbreo, en esta parece que el vecino será quien deberá movilizarse al encuentro con los nombres de las listas. Al menos en la provincia, aún en distritos en los que el amarillo juega de local. Otra diferencia es que si aquellos encuentros se hacían los fines de semana, momento en el que era más factible encontrar a la gente en su hogar y con tiempo para dispensarle a la comunicación con un político, esta vez se hace en un momento se supone laboral. ¿Quiénes son entonces las personas que se han acercado al Club José Hernández en día y horario tan hostiles para quien trabaja?
Desde la puerta se escucha la aguardentosa voz del intendente Garro que tampoco combina bien con el escenario ni el momento. El candidato llega y se toma el trabajo de recorrer todos y cada uno de los asientos estrechando puños con quienes los ocupan. Cuando todo está acomodado y parece que va a arrancar el evento se escuchan unos aplausos que indican la llegada de una convidada que no estaba anunciada en las marquesinas. Se trata de la presidenta del partido, la ex ministra de seguridad del gobierno de Macri, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón.
Las introducciones corren por cuenta del candidato y la apologista de la doctrina Chocobar, a pesar de que ella no tiene cargo alguno en la ciudad ni en la provincia ni tampoco será candidata en este turno electoral. El vicejefe de gobierno de la ciudad rompe el hielo planteando lo trascendental de esta elección y dar rienda suelta al guión que el espacio político conoce al dedillo: la trascendencia de una elección que marcará si tenemos un futuro o nos condenamos a las plagas que nos vienen anunciando. «Populismo», «autoritarismo», «inseguridad». El otro mantra que saldrá de su boca es que «vengo a escucharlos».
A su turno la ex ministra refuerza el concepto, pero con el agregado de ejemplos, incluso locales. Así aparecen el Pata Medina, el dirigente de UPCN José Allende o el empobrecimiento que vio en Tartagal durante su visita el día anterior, con lo que además confirma que está cumpliendo lo anunciado en su misiva de declinación de su candidatura por la CABA y está recorriendo el país en función de su candidatura presidencial 2023. Llegará el momento de la autocrítica al gobierno del que fue parte: «no fuimos lo suficientemente firmes en algunos puntos», se lamentará. Nuevamente, su alocución será la más festejada y será el único momento en el que los aplausos se harán de pie.
Y empiezan las preguntas de quienes asisten, ya sea en el club o por Zoom. El tema excluyente será la seguridad. Pareciera venirle como anillo al dedo a ambos exponentes, ya que es y fue su área de incumbencia en la ciudad y en el país respectivamente. Un hombre mayor que se lamenta por no poder llevar a su nieto a andar en bicicleta a la plaza; una ex policía cuyo hijo fue apuñalado, una empresaria que pide no tener miedo a pedir mano dura, otra señora que se queja porque su hermano vive en Ezeiza y como el intendente es afín al color político de la gobernación hay muchos más patrulleros que en La Plata.
Pero también habrá quienes se quejen por el corte de las escuelas, por la inflación y hasta quien reclame su preferencia por los «halcones» del PRO. Todos estos cuestionamientos serán respondidos desde la experiencia en la ciudad y nadie parece recordar que lo que se disputa en los comicios de septiembre y noviembre son bancas del poder legislativo. También parece pasarse por alto que gobernar una ciudad, por más grande que sea implica otra dimensión que hacerlo en una provincia o un país, cargos para los que parece estar diseñado el discurso del encuentro.
Sorpresivamente, se anuncia que el Zoom está por concluir y que hay lugar para una última pregunta. Desde el dispositivo que condiciona la duración del encuentro un muchacho hace la única pregunta que sacará levemente de eje a la presidenta del PRO. Su contenido expresa el perfil del votante que ve en esa fuerza un mal menor, pero para quien el gobierno de Macri estuvo lejos de ser lo esperado. «Ya no creo en ningún político. Voy a volver a creerle al que cuando asuma baje los sueldos de los políticos a lo mismo que gana un jubilado», manifiesta en un pasaje de su intervención.
Un poco molesta, Bullrich le recriminará que el que no se equivoca es el que no hace y en su contenido emulará el «si no les gusta armen un partido y ganen las elecciones» acuñado por quien vive como figura antagonista. Pero el Zoom toca la campana y es tiempo de terminar. Luego vendrán las selfies de ocasión y algún saludo o pedido a los referentes. A la salida, breve encuentro con la prensa, en su mayoría local, tras el que la plana de PRO se sube a una KIA que los llevará al tradicional paseo comercial platense de calle 12 como parte de la jornada.
El candidato cumplió la promesa y escuchó. Fueron pocas las propuestas que se escucharon. En plan legislativo, apenas la presentación de un proyecto de ley joven eximiendo de impuestos a quienes tomen a jóvenes en el que sea su primer trabajo. Luego evocaciones de sus pasos por la nación y la ciudad y propuestas de generalidades como «dejar atrás la decadencia», «no terminar como Venezuela», «volver a la cultura del esfuerzo» y otras gemas del repertorio que se esgrime en entrevistas televisivas, pero con los personajes a metros de uno. Se tiene la sensación que se vive cuando se asiste al teatro a ver la obra de una novela de la tele.
No pasará mucho tiempo hasta encontrarse con videos del evento en las redes sociales de los referentes y del espacio político. Quizá ese sea el objetivo de los encuentros. En el timbreo el candidato se acercaba al votante para conversar y así se diferenciaba de la forma de relacionarse que tenían las campañas políticas tradicionales en las que los votantes iban a un acto en el que el candidato hablaba. Con estos encuentros no se termina de volver a ese formato clásico, pero se hace algo parecido en el que el objetivo no es la multitud para la foto panorámica sino el corte de video para mover en redes desde donde se importará esa cercanía.