Redacción Canal Abierto | Se cumplen 20 años de una de las jornadas más impactantes de la historia reciente y símbolo de un cambio de época a nivel global.
El 11 de septiembre de 2001 2.753 personas murieron cuando dos vuelos de American Airlines y United Airlines fueron estrellados intencionalmente en las torres norte y sur del neoyorquino World Trade Center. En Washington, 184 pasajeros y tripulantes de la nave 77 de American Airlines fallecieron por el impacto contra el edificio del Pentágono. Cerca de Shanksville, Pensilvania, 40 hombres y mujeres a bordo del vuelo 93 de United Airlines perdieron la vida cuando el avión cayó al campo.
A aquellas casi tres mil víctimas en suelo estadounidense, las esquirlas políticas y militares del 11 de septiembre de 2001 sumaron a cientos de miles alrededor del mundo. Para analizar las consecuencias de aquellas jornadas y pensar su incidencia en nuestro presente, Canal Abierto dialogó con el investigador y especialista en historia norteamericana Pablo Pozzi.
Se dijo y repitió hasta el hartazgo que el 11 de septiembre de 2001 cambió por completo la historia de Estados Unidos y el mundo, ¿estás de acuerdo?
– Nose si pensarlo como una bisagra o punto de inflexión, pero sí es un elemento importante porque permitió que Estados Unidos mantuviera una política exterior que estaba agotada.
Sin embargo, para entender qué pasó el 11 de septiembre de 2001 y sus consecuencias tenemos que hacerun repaso del pasado, al menos hasta principios de la década del 70´, cuando Estados Unidos entró en una crisis de largo alcance que incluso llevó a que años más tarde muchos se preguntaran quien había caido primero, la Unión Soviética o Estados Unidos.
En un intento por superar aquella crisis, Ronald Regan instaló lo que se denominó “keynesianismo militar”, es decir, reactivar la economía con inmensos incrementos del gasto para el sector armaméntístico. Es cierto que a esa altura el complejo industrial militar ya tenía unos 40 años de historia, pero Regan lo lleva a un nuevo estadio: al igual que General Motors pasa a tener como principal actividad la fabricación de tanques y no automóviles, Boing produce más jets supersónicos y menos aviones de pasajeros. Este crecimiento de las fuerzas armadas norteamericanas luego se traslada a una carrera global e incremento de las fuerzas armadas de todo el mundo, claro está.
Luego, tras la caída de la Unión Soviética, en los 90´ Estados Unidos se va a financiar por tres vías: la primera, vinculada al saqueo de las repúblicas socialistas de Europa del Este -via apropiación de recursos naturales, privatización de empresas y pauperización de la clase trabajadora-; en segundo término, con los dólares provenientes del narcotráfico que, indefectiblemente, terminan blanqueados en los bancos de Florida y Texas; y en tercer lugar, a través del cobro de intereses por deuda externa de países del tercer mundo, en particular de América Latina.
Al poco tiempo de que este modelo empezara a hacer agua, se presenta el 11 de septiembre de 2001 como una gran oportunidad. ¿Fue una conspiración de la CIA y del deep state para profundizar la industria militar? ¿Sabían del ataque y los dejaron hacer? ¿Fueron inecficientes y no tenían la menor idea? La verdad es que no lo sabemos ni lo vamos a saber, pero lo cierto es que provoca un renovado gasto público y un nivel de control de la población como nunca se había visto antes. A partir de ese momento, Estados Unidos podía hacer cualquier cosa y con toda justificación en pos de lo que dieron en llamar “lucha contra el terrorismo”.
¿Te inclinás por las teorías conspirativas?
– No tengo idea, y creo que nunca lo vamos a probar ni saber. Pero la discusión es ridícula, lo importante fue el efecto que tuvo: en lo doméstico, podemos pensar en el aumento sideral en el gasto en “seguridad” aeroportuaria y el formidable reforzamiento del control poblacional y pauperización laboral del trabajador estadounidense promedio; y en el mundo, la detención y desaparición ilegal de gente, así como también el control de recursos naturales bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo. Estados Unidos es el único país que tiene cientos de bases en regiones del mundo que son clave para el acceso a petroleo, niquel, el agua, el litio, etc.
Ahora bien, esta política exterior beneficia a un sector importante y poderoso de la burguesía estadounidense, pero atenta contra otros grupos de la burguesía. Ahí, a favor de estos últimos, es que surge Donald Trump, un presidente que busca acercarse a Rusia, retirarse de guerras imposibles de ganar -como la de Afganistan o Irak-.
¿Doinald Trump fue un enemigo del complejo industrial militar?
– No se si diría un enemigo porque nunca les retiró presupuesto. Pero Trump es el primer presidente de la historia de Estados Unidos que no se mete en una guerra nueva. Su objetivo fue reforzar el mercado interno y el empresariado nacional, lo cual no lo hace necesariamente bueno.
¿Y con Biden?
– Se retoma la política exterior previa a Trump, reflotando viejas enemistades con Rusia. En primer instancia, Wall Street y el complejo industrial militar lo ven con buenos ojos. Pero el problema es que el mundo cambió, y para Estados Unidos enfrentarse con China y Rusia son problemas muy graves: los primeros, por su creciente poderío económico; y los segundos, por su aún fuerte poderío militar y despliegue diplomático.
Biden también enfrenta problemas en el frente interno: no hay que olvidar que hoy Donald Trump mantiene poco más del 40% de popularidad, casi el mismo índice que un Biden recién electo.
En tu libro “La decadencia de los Estados Unidos: de la crisis de 1979 a la megacrisis del 2009” hablas de un debilitamiento geopolítico de Washington, ¿los eventos de septiembre de 2001 profundizaron esa decadencia o lo contrario?
– En 1990, Zbigniew Brzezinski -consejero de Seguridad Nacional del gobierno del presidente Jimmy Carter- dijo que Estados Unidos tenía 10 años para reorganizarse antes de que volviera a surgir una potencia que lo desafiara. No le hicieron caso, y encima unos años más tarde -en 2008- les cayó una crisis económica y financiera fenomenal. El resultado de esa crisis, entre otras cosas, fue el fuertísimo posicionamiento y disputa de China. Y no me refiero solamente a los mercados, la producción o los recursos naturales, sino también a las rutas de comunicación. Las maniobras de la Séptima Flota de los Estados Unidos en el Mar de China -la principal puerta de exportación de Asia- es una amenaza de Tercera Guerra Mundial.
Mientras tanto, los chinos -además de crecer en materia productiva- avanzan con lo que ellos llaman la Nueva Ruta de la Seda, un megaproyecto de una red comercial entre Asia, África y Europa. Si bien hoy Estados Unidos sigue siendo la principal potencia mundial económica y militar, los chinos avanzan lento pero firme.
Por lo que decís, todos indicaría que a la hegemonia global estadounidense le queda poco tiempo…
– Pocas clases dominantes se suicidan, es decir, deciden cerrar el boliche y que se caiga el sistema. La gran pregunta acá es si los sectores dominantes nortamericanos van a aceptar haber perdido la carrera, o bien van a jugarse todo por el todo en una guerra para aniquilar a sus contrincantes.
Hay una expresión en inglés que se traduciría como “diplomacia del abismo” y consiste en llevar una negociación al límite para ver quién tiene miedo primero y se baja de la disputa. Estados Unidos lleva su política de exterior todo el tiempo hasta el límite: cuando Biden dice que Putin es un asesino o que China viola de manera sistemática los derechos humanos, lo que hay ahí es una profundización del nivel de agresión que invalida el diálogo. Esta falta de tacto o sutileza diplomática habla de una desesperación. ¿Qué diría norteamérica, o los medios de comunicación en Argentina, si Putin dijera que Biden es un asesino serial? Todo el mundo respondería que está loco.
Ahora bien, si esa “diplomacia del abismo” sale mal y se corre el límite, va a haber consecuencias y costos para todo el mundo…
– Bienvenido a la mayor preocupación que tenemos quienes seguimos de cerca la política exterior estadounidense. Después del 2001 Estados Unidos adoptó una política exterior demasiado agresiva, cuando no suicida.
Y si bien creo que esta actitud peligrosa está recobrando aún más vigor con Biden, lo mismo podemos decir de hace unos años con el involucramiento en Siria o en el derrocamiento de Gadafi, la incursión en territorio de una potencia nuclear como Paquistan cuando secuestraron a Bin Laden y el financiamiento de los grupos neonazis ucranianos. Sobre esto último, lo notable fue el auto control mostrado por los rusos, que prefirieron manejar la situación financiando los grupos pro rusos pero sin invadir directamente el territorio ucraniano.