Por Carlos Saglul
El árbol
Las elecciones fueron hace una semana. Alfredo está desocupado. Duerme bajo un árbol en la plaza de México y Saavedra, en el barrio porteño de San Cristóbal. Vive de juntar papel, latitas. No votó en las elecciones. Dice “estos no son peronistas”. Cuando se le pide que aclare, responde: “si fueran peronistas yo no estaría viviendo bajo un árbol”.
Le recuerdo los proyectos de la derecha. Eliminación del aguinaldo, vacaciones pagas. Me mira y acariciando la cabeza de mi perro recuerda: “hace rato perdí el laburo. No me pueden quitar nada… Derecha, yo de eso no entiendo nada…”. Automáticamente lo que me dice me recuerda aquella frase del Mono Gatica: “En política no me meto. Soy peronista”.
Retomo la lectura del diario. La vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca dice “la inflación está bajando. Cuando se terminó el IFE pusimos en práctica varias políticas para que las familias puedan contar con un ingreso, por eso se amplió la Tarjeta AlimentAr, lo mismo pasó con el Potenciar Trabajo y la beca Progresar. Para esta nueva etapa, era mejor pensar en estas medidas que el IFE”. “La situación es diferente, apostamos a que de la recuperación de los ingresos venga la recuperación del empleo y la baja de la inflación”, dijo en relación con el presente. Y negó que se esté pensando en una tarjeta AlimentAr para adultos mayores.
Cerramos el diario y le digo a Alfredo que noto que ya no toma. No pide “plata para una birra”. “¡¡¡Sabes lo que sale una birra!!! Con estos ni escaparnos de la realidad podemos”. ¿Y entonces?, interrogo.
-Entonces, tenemos bronca, mucha bronca.
El chino de San Cristóbal
Dejo el perro en la puerta del supermercado chino. A nuestra espalda una vecina se queja en razón de que por lo que compró la semana pasada dos kilos de zapallitos, hoy le dan uno. En la carnicera no hay clientes. Hay un cartel que dice “Bajaron los precios”. Le digo al carnicero: -Si bajaron los precios ¿por qué no hay cola? Pícaro, me responde: “Es que vienen bajando de muy alto, todavía no llegaron”.
Me meto una lata de alimento para perros bajo el brazo no sin antes notar que subió el cien por ciento desde la compra anterior.
Después de la catástrofe electoral, Alberto Fernández prometió escuchar a la gente. El presupuesto entró al Congreso sin que se tocara la previsión de aumento de tarifas del treinta por ciento. Ya el kirchnerismo volteó aumentos este año, como el que motivo el despido –finalmente no concretado– de un ministro. Volverán por ese camino. Como es gente honesta, avisa antes. Hay quienes ya se interrogan: ¿hay vocación de triunfar electoralmente?
Comunicar, esa es la cuestión…
Muchos se quejan de la mala comunicación del gobierno del Frente de Todos. Dicen “la agenda la ponen la oposición y sus medios”. Penes de madera muy caros, maestras gritonas, las fiestas de la mujer del presidente, los cumpleaños de opositoras, una actriz que aclara no hace “petes”, discuten si “garchar” es mala palabra. Se habla de todo, menos de lo que hace al presente y futuro de los laburantes: deuda externa, reestatización de las empresas energéticas para dejar de pagar las ganancias de los empresarios, poner el ahorro nacional al servicio de la producción nacional y dejar de joder con esa patraña de las “inversiones extranjeras” que jamás llegan, recuperar el control del mercado exterior, terminar con la evasión…
Cualquier de estos temas, si se debaten en serio le rompen la agenda a la derecha. El problema es que una parte del gobierno se sienta más cómoda respondiendo a la agenda de Clarín que tratando de establecer una alternativa.
Según revelo el periodista Horacio Verbitsky, la ex presidenta Cristina Kirchner realizó en estos días gestiones para evitar el cierre de la empresa química Dow Argentina que es la única en el país que produce poliuretano, material fundamental para industrias como la de la línea blanca, la automotriz y para la producción de colchones. No sólo se perderán puestos de trabajo. El material que produce esa empresa será ahora importado de Estados Unidos o Colombia con el consiguiente encarecimiento. ¿Resultado de la gestión? Se toman apuestas.
Comunicar y gobernar son cosas inseparables. El presidente ruso, Vladimir Putin acaba de ganar una nueva elección. Más allá de lo que se diga de él desde derecha o izquierda (asesino, dictador, corrupto, etc.) es indudable que siempre ha tenido un manejo inteligente de la comunicación. Cuando fue primer ministro, las tres fábricas privatizadas de Pikaliovo de las que dependía enteramente la ciudad, amenazaron con cerrar. Los trabajadores armaron piquetes en las rutas. Putin se apareció sorpresivamente y con una cámara a su espalda filmando todo se reunió con los empresarios. Los humilló y les dijo que su ambición tenía a miles de personas humildes como rehenes. Les extendió un acuerdo que deberían firmar. Las fábricas seguirían funcionando. Afuera los miles de trabajadores que rodeaban el edificio donde se realizaba el encuentro se enteraron que los sueldos que les debían comenzaban a ser depositados en sus cuentas. En el final de la escena –difundida ampliamente por le televisión rusa– Putin que ya se marcha, se da vuelta y le dice con desprecio a los empresarios: “-¡Devuélvanme la lapicera que les dí para firmar!”. No sabemos a quién votaron esos obreros en las elecciones siguientes. Nada más lejano al estilo de Alberto Fernández que el de Putin. Igual convengamos que gobernar suele ser a veces tan importante como saber comunicar, aunque muchas veces, ambas cosas se hacen mal. Y las catástrofes electorales no esperan.